Xi Jinping o la revancha del dragón – Juan de Dios Andrade
CONfinesPolíticos
El ascenso de China en el escenario geoestratégico global viene precedido por lo que llaman: ‘el siglo de la humillación’, que va de las guerras del opio al año de 1949. Un largo período, en el cual China fue humillada y perdió momentáneamente sus sueños imperiales. Convencida de que su gloria imperial ha regresado, se ha lanzado a la conquista del orbe…
La primera guerra del opio tuvo lugar de 1839 a 1842, mientras que la segunda abarcó de 1856 a 1860. Ya desde entonces, uno de los focos de tensión entre China y Occidente era que la primera quería exportar (seda, porcelana, té y algodón, sobre todo) sin recibir importaciones. De una manera reprobable, las potencias occidentales recurrieron a toda clase de argucias y estratagemas para doblegar a los chinos y el otrora ‘Imperio del centro’ fue obligado a abrirse al comercio y a la creciente presencia extranjera, teniendo que consumir determinada cantidad de opio…
Hoy, la irrupción de China en la configuración del siglo XXI va acompañada del anhelo de convertirse en la potencia global y de revancha frente a las potencias occidentales. Sin embargo, tarde o temprano Xi Jinping tendrá que decidirse por una de las dos cosas. Porque hasta ahora no han entrado en colisión entre sí, pero podría no ser así todo el tiempo…
No es recomendable aspirar a la preeminencia global y, al mismo tiempo, querer humillar a sus antiguos dominadores, aunque se tengan motivos válidos. Como sea, Occidente es un mercado nada despreciable para nadie, especialmente para China…
¿Liderazgo o ruptura?
El forcejeo entre Estados Unidos y China amenaza con provocar un desacoplamiento sino es que una ruptura en el sistema global. El principal campo de batalla, que no el único, es el tecnológico, sobre todo la llamada ‘revolución digital’ que caracteriza a nuestros días y, sin duda, la producción de microprocesadores, al grado de que muchos expertos consideran que las batallas geoestratégicas se centrarán cada día más en ellos…
Por eso son tan importantes Taiwán y Corea del Sur en la competencia por el Indo-Pacífico, al igual que la India…
Los riesgos de un desacoplamiento o ruptura siguen siendo elevados. ¿Tendremos por lo menos dos Internet? Si teniendo una, como hasta ahora, no hemos podido resolver el apremio de contar con un sistema de seguridad global, imagínense lo que sería con dos redes globales y algunas regionales o hemisféricas, en donde cada actor estratégico pusiese sus propias reglas y alcances…
Esto tendría sus repercusiones en varios aspectos de la vida diaria, como en la telefonía y las comunicaciones en general. En unos cuantos años, podríamos tener dos mundos globales: uno, liderado por Estados Unidos y sus aliados; otro, encabezado por China y sus incondicionales. Sería una nueva Guerra Fría o mundo bipolar globalizado…
Hace unos años, en uno de sus libros, Zbigniew Brzezinski afirmaba que el dilema de Estados Unidos era entre la dominación y el liderazgo, y eso también vale ahora para China. ¿Qué es lo que desea Xi Jinping, que China lidere al mundo o que lo domine? Las pretensiones de dominación de ambos bandos es lo que puede llevar a la ruptura global…
Deng Xiaoping o el fin del maoísmo
Aunque a la muerte de Mao quedó claro que el sucesor era Hua Guofeng, pronto se desató una feroz lucha por el poder en el aparato comunista. Hua sucumbió ante los ataques de los que rechazaban toda idea de cambio y los reformistas que sí lo querían. Aunque persiguió y sometió a la llamada ‘Banda de los cuatro’, integrada por los líderes intelectuales de la revolución cultural, no pudo hacer lo mismo con el reformismo encabezado por Deng Xiaoping…
La figura más destacada de la ‘Banda’ era Jian Qing, la última esposa de Mao y el declive del grupo fue con motivo del descontento militar porque la revolución cultural era una carga muy pesada mientras se vivían momentos de tensión fronteriza con la URSS. Este fue el momento que aprovechó Zhou Enlai para impulsar a su protegido Deng Xiaoping en el Partido Comunista…
La confrontación entre la ‘Banda de los cuatro’ y Hua Guofeng, fue la ocasión para que Deng lograse quedarse con el poder…
De una manera muy hábil, Deng Xiaoping puso punto final a la era de Mao y dio paso al proyecto de convertir a China en la fábrica del mundo, abandonando posiciones ideológicas absurdas. Esto llevó a una apertura con el gobierno de Jimmy Carter y la Comisión Trilateral, en donde fue clave la actuación de Zbigniew Brzezinski…
Sin embargo, el mal de Parkinson acabó con la trayectoria política de Deng y, a la postre, con su vida. Le sucedió en el poder Jiang Zemin, que sería relevado, a su vez, por Hu Jintao. Para entonces, el maoísmo era sólo un recuerdo. Hu Jintao no tenía ningún antecedente revolucionario importante. Por eso se habló de dos grandes facciones al interior del Partido Comunista Chino: los ideólogos comunistas y los tecnócratas de la cuarta generación…
Xi Jinping, del consenso a la disputa global
Si algo caracterizó a Hu Jintao, fue el férreo control del Estado sobre toda la vida de los chinos, la consolidación de China como potencia mundial, las reformas moderadas y, curiosamente, el consenso. Y, aunque inició la proyección de la influencia china en África y América Latina, pronto su proyecto quedó rebasado por la dinámica interna de los grupos de poder y los efectos del declive de Estados Unidos en el mundo. Ya no era el momento de la timidez ni del ‘poder blando’ en el escenario geopolítico…
Si Deng Xiaoping puso fin a la era de Mao, Xi Jinping llegó para clausurar la era de Deng e iniciar la etapa del retorno al sueño imperial del dragón chino, ahora a escala global…
Desde el principio, Xi Jinping declaró la guerra a dos ‘contaminaciones’: la corrupción y la ambiental. Con lo primero, se deshizo de la mayor parte de sus enemigos, convirtiéndose en una figura muy popular entre sus conciudadanos. Nadie había perseguido a tantos oponentes desde la época de Mao, aunque es verdad que el entramado del poder estaba muy afectado por la corrupción y la impunidad…
Con lo segundo, inició un ambicioso plan que poco o nada tiene que ver con la contaminación ambiental, aunque algo haya de eso. Se trata de constituir un país que no necesite ni del petróleo ni del gas del exterior. Si se va a reconfigurar el ‘Imperio del centro’, tiene que ser invulnerable…
Díganme ustedes si eso no es regresar a principios del siglo XIX, cuando China quería exportar sin importar, no para fugarse al pasado sino para reescribir la Historia. Xi Jinping quiere volver a escribir el derrotero chino como debió haber sido y no como fue…
Si hay tres cosas que inquietan en Occidente sobre el poderío chino, son su escaso afecto por la democracia y por el respeto a los derechos humanos, así como ese deseo de revancha. Tarde o temprano, Xi Jinping tendrá que sopesar que ‘el cobro de facturas del pasado’ podría serle contraproducente. Quedaría pendiente el tema democrático y los derechos humanos…
Xi Jinping, el retorno del dragón
Si hubo algo que facilitó la cristalización de los planes geopolíticos de Hu Jintao, fue la crisis de las hipotecas en Occidente (2008-2009), pero quedó rebasado por lo que exigía el proyecto de la franja y la seda, que implica establecer una impresionante red comercial por tierra y por mar. Esto pasa por Asia Central, el Indo-Pacífico (hasta adentrarse en el Canal de Suez y entronizarse en el Mediterráneo) y la ruta del Ártico. Por ese camino, los planes chinos se entrelazan con algunas de las antiguas repúblicas soviéticas, Medio Oriente, África, la Cuenca mediterránea y toda Europa…
Lo del Ártico explica los pronunciamientos de Vladimir Putin sobre el Ártico como ruta alterna al Canal de Suez. En otro plano, queda el asunto afgano, por los alcances de la declaración de los talibanes, en el sentido de que su aliada es China…
Desde el principio, estaba cantada la necesidad de un entendimiento con Rusia, aunque también es evidente que, tarde o temprano, podrían aflorar los desacuerdos. Rusia quedaría en un segundo plano frente a China y quizás como su satélite imperial…
En 2015, Xi Jinping impulsó el proyecto ‘Made in China 2025’ a través de su primer ministro Li Keqiang, que consiste en establecer lo que llama: “economía circular”. Es decir: que China tenga una economía y un mercado interno autosuficiente, en el cual se produzca y se consuma lo que ellos mismo necesiten, sin necesidad del exterior…
Una vez más, es la pretensión imperial de autosuficiencia frente a Occidente y todo lo extranjero en general…
Pero es una intención reformulada en el siglo XXI. Xi Jinping no quiere ‘problemas en casa’ mientras dirime sus diferencias con Estados Unidos en el plano internacional. Sabe que el gigante asiático viene arrastrando dos problemas complejos: las desigualdades sociales y económicas propias de la sociedad china, y las etnias que componen al país, que conllevan diferencias culturales, religiosas y lingüísticas…
Hay riesgo de una implosión generada por dinámicas internas o alentadas desde el exterior. Así se entiende el anuncio de Xi Jinping de reconocer cierta libertad religiosa y la necesidad de acuerdos con la Iglesia Católica y las corrientes evangélicas, así como su discurso sobre el Centenario del Partido Comunista Chino. Xi Jinping quiere subsanar todas las desigualdades, diferencias y discrepancias para afrontar lo que viene…
Xi Jinping vio con buenos ojos la VI Cumbre de la CELAC en México, pero en el fondo sabe que los países que le serían favorables al interior de esta tienen, en su mayoría, severos problemas de viabilidad económica y, en todo caso, esperan una derrama de inversiones chinas que los salve…
El punto central de la confrontación entre Estados Unidos y China es de carácter tecnológico, y Xi Jinping ha apostado a la Inteligencia Artificial (IA), el 5G, la robótica, etcétera, para vencer a su rival. Por eso es tan importante lo que está pasando en la región Indo-Pacífico. Ahí se decidirá la nueva configuración de la realidad global del siglo XXI. Si China llegase a perder ahí, en vano serán todas las tesis del ‘Pensamiento de Xi Jinping’ y la ‘economía circular’…
Otro aspecto neurálgico estriba en la disputa por el ‘blockchain’, esas ‘cadenas de bloques’ que podrían quebrantar el funcionamiento bancario, comercial y de inversiones de Occidente, pero también de China. Ese es un punto muy delicado de la contienda geoestratégica…
A estas alturas, es evidente que, en paralelo, habrá una lucha encarnizada de aparatos de inteligencia y contrainteligencia, de guerra de información y desinformación, así como de seducción. Mientras Rusia ha desplegado una enorme red cibernética, de propaganda y de ‘bellezas rusas’, China se basa más en el juego tecnológico, de comunicación y mediático. Hay una enorme red de medios y sitios digitales que actúan a su favor, mientras se introduce, poco a poco, el concepto de ‘belleza asiática’ en la ingente cantidad de videos cortos que circulan en las redes sociales…
Pero todo apunta que el primer punto de confrontación en la ‘línea de golpeo’ será en el terreno inmobiliario y el gigante Evergrande se derrumba estrepitosamente, arrastrando en su caída a los mercados de acciones y criptomonedas. En el campo de batalla geoestratégico, ni China ni nadie es invencible…
Un aspecto que, por sí mismo, está dando la pauta para muchas columnas, análisis y libros, es la nueva carrera espacial, que nada tiene que ver con la que en su momento inauguró John F. Kennedy. Por eso, hoy se habla de una geopolítica más allá de la Tierra. En buena medida, lo que resulte en el escenario geoestratégico se decidirá en el espacio…
Y volvemos a la pregunta: ¿Qué quiere China del mundo global, liderarlo o dominarlo? Porque, en opinión del malogrado Zbigniew Brzezinski, toda pretensión de dominar aumentará las tensiones bélicas y las posibilidades de una guerra que podría dar al traste con todo para todos…
Hasta entonces…
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