Vie. Nov 22nd, 2024

La virtud y el talento de ser maestro – Juvenal Cruz Vega

Valores, axiología, inculturación y ética en tiempos de crisis. ¿Es una virtud ser alumno y maestro? ¿Cómo ser maestro en la era global, altamente compleja y pragmática? ¿Vocación o acreditación, qué es lo más importante?

El maestro como paradigma y símbolo desde el humanismo icónico analógico

De mi máxima consideración a Mariale Ayón,

extraordinaria persona y mujer emprendedora,

inspiración original y musa de esta disertación.

Exordio

Οὐκ ἔστιν μαθητὴς ὑπὲρ τὸν διδάσκαλον οὐδὲ δοῦλος ὑπὲρ τὸν κύριον αὐτοῦ. Ἀρκετὸν τῷ μαθητῇ ἵνα γένηται ὡς ὁ διδάσκαλος αὐτοῦ, καὶ ὁ δοῦλος ὡς κύριος αὐτοῦ.[1]

Salutatio

Agradezco hondamente la invitación que me ha hecho el Instituto Tecnológico Superior de Acatlán de Osorio del Estado de Puebla. Igualmente, agradezco a las autoridades académicas de esta institución y a todos los asistentes de este auditorio, a los alumnos y profesores. Singularmente, saludo al director general, al maestro Irving Córdova Guerrero y a la doctora Monserrat Miquel Hernández, agradezco su generosa invitación.

A mí me llena de emoción poder compartir mi experiencia y mis conocimientos como docente. Por eso me congratulo al asistir a este recinto cultural y con mucha alegría lo hago, porque me identifico con los elementos fundamentales que debe tener una buena institución educativa a nivel superior, y que el humanismo guarda en su contenido original a través de su diacronía y sincronía, a saber: conocimiento, interdisciplinariedad, normatividad, criticidad y aplicabilidad.

Auditorio del Instituto Tecnológico Superior de Acatlán de Osorio

Corpus

He titulado esta ponencia: La virtud y el talento de ser maestro. Y con alegría vengo a disertar y a dialogar con ustedes sobre la siguiente temática: Valores, axiología, inculturación y ética en tiempos de crisis; educación y algunas reformas en la historia; etimología y lenguaje universitario; la virtud de ser alumno y de ser maestro; algunas propuestas desde el humanismo para fortalecer la vocación universitaria.

Queridos amigos, disfruten este banquete académico.

Otro ángulo del mismo auditorio

En los años más recientes, la profesión docente se ha venido haciendo más compleja y con mayores dificultades en los nuevos profesores. La cualidades y las características de los grandes maestros de la historia se han venido ausentando abundantemente en las aulas de las escuelas en todos los niveles, porque el estudio, la enseñanza y el aprendizaje cada día que transcurre tiende más a politizarse, aparecen cada vez numerosas personas con grados académicos y escuelas nuevas por todas partes. Sin embargo, no se resuelve el problema de la educación, porque sigue prevaleciendo el déficit en la formación integral.

Mariale Ayón, conductora del programa Vive Mejor en Puebla TV

Por una parte, el alumno lee mucho, y por otra, él mismo sabe y aporta poco; aún más, si el estudiante se hace maestro así como viene, llevará la misma historia de estudiante que como  docente. Así pues, el docente necesita recuperar el lugar que tuvo en el aula en otra época, cuando tenía vocación y su trabajo era loable y humanista. Es por eso, esta reflexión sobre el maestro desde el punto de vista del humanismo.

 En el primer capítulo hago una reflexión sucinta sobre el humanismo, porque esta es la parte que se ha olvidado en la docencia de nuestro tiempo. En el segundo capítulo presento al maestro como el modelo de humanista, y para esta tarea me hago ayudar de los casos gramaticales de la tradición clásica e indoeuropea y de la aplicación de la filosofía beuchotiana. Al final doy una apreciación a manera de conclusión, en la que subrayo que el núcleo de la formación docente debe ser el amor como fundamento de la vida, de la academia y de la virtud del maestro, lo cual deja en la educación huella y trascendencia tal como lo anhelaría cualquier ciudadano hablando de una reforma educativa a nivel mundial.

Doctor Mauricio Beuchot Puente, Doctor Guillermo Hernández Flores y el Maestro Juvenal Cruz Vega

Disertación sucinta sobre el humanismo[2]

Sin duda, la diacronía y la sincronía del humanismo mexicano nos remite a las escuelas y a las fuentes de la tradición humanista en sus vertientes concretas, desde el mundo prehispánico, la Nueva España, el Concilio de Trento, el Renacimiento, Constantinopla, la humanitas o Roma clásica, helenismo o Alejandría, hasta la paidéia en la época de oro de Grecia clásica. De una manera sucinta lo recuerda con tanta hermosura el poeta mexicano Alfonso Reyes al decir: “Viaja la cultura, no se está quieta, por tres siglos funda sus cuarteles en Atenas; por otros tres siglos en Alejandría; madura por otros cinco en Roma; ocho reposa en Constantinopla. Y al cabo se difunde por el Occidente europeo, para después cruzar los mares en espera de la “hora de América”, hoy más apremiante que nunca”.[3]

Varios elementos aludidos los apunta el padre David López Jiménez cuando recuerda su formación eclesiástica de los primeros años, entre 1931 y 1934 en la ciudad de Puebla,  y concuerda con lo que dice, Don Alfonso Reyes, y lo que yo mismo he venido argumentando en varias disertaciones en la explicación sucinta del humanismo: “En la tradición de los estudios eclesiásticos se ha utilizado una rica nomenclatura sobre la cultura, concretamente las palabras latinidad y romanidad, traídas de la literatura latina antigua, pues es el estudio de las artes liberales, inspiradas en las escuelas de Grecia, de Roma, de la Edad Media y que recomendó el Concilio de Trento a través del estudio del trivium y del quadrivium, es decir, gramática, retórica y dialéctica; aritmética, geometría, música y astronomía. Nuestro estudio en el seminario no era tanto, no era ni latinidad ni romanidad. Era una especie de secundaria, pero se llamaba latín y eran tres años de estudio, después venía la formación de la filosofía y por último se coronaba con la sagrada teología”.[4]

Maestro Irving Córdova Guerrero (director general del Instituto Tecnológico Superior de Acatlán de Osorio), Doctora Monserrat Miquel Hernández y Maestro Juvenal Cruz Vega

Por su parte el doctor Mauricio Beuchot viene a completar esta tesis al memorar un fragmento de la formación humanista de su adolescencia: “Estudié la primaria en la Escuela Carlos Pereira, de los padres jesuitas, en mi ciudad natal. Después entré al seminario Alfonso María de Ligorio, de los padres redentoristas, en San Luis Potosí. Allí estudié el equivalente a la secundaria y la preparatoria. Era en humanidades clásicas, es decir, se nos insistía mucho en las lenguas, la literatura y la historia. Estudiábamos mucho español, latín, griego, inglés y francés. Hacíamos ya desde entonces traducción del latín, sobre todo a Cicerón, Fedro, César y Virgilio. Del griego traducíamos el evangelio de San Lucas y algunos diálogos de Platón” .[5]

A partir de los comentarios de estos grandes maestros se puede hacer una reflexión del humanismo en sus tres fases originarias: la filantropía, la erudición y la virtud[6]. Las fuentes del humanismo tienen una relación muy estrecha con lo que el evangelista san Lucas apunta cuando se refiere a la formación y al crecimiento de Jesús[7], y lo que dos siglos después dirá con tanta hermosura el pensador romano Aulo Gelio en sus Noches Áticas cuando trata de explicarnos el paso de la paideia a la humanitas[8].

Ahora con más actualidad y con nuevos elementos viene el humanismo icónico analógico a fortalecer las nuevas tesis sobre los valores humanos y sobre las teorías más comunes del humanismo en cualquiera de sus orientaciones. El doctor Mauricio Beuchot ilumina esta parte de mi reflexión con este hermoso fragmento suyo: “El humanismo vuelve cada vez más fuerte. A pesar de las críticas de Heidegger en su Carta sobre el humanismo, discípulos suyos, como Ernesto Grassi, se han opuesto al maestro. Se ve la necesidad de un nuevo humanismo. Desde mi perspectiva filosófica, tiene que ser un humanismo analógico, que no vaya contra la ciencia-técnica, pero que rescate los valores más altos del ser humano, que es lo que ahora nos hace tanta falta”.[9]

Tomando dos elementos de la hermenéutica analógica o del humanismo icónico analógico, que son el paradigma y el símbolo, reunimos las características más sobresalientes que debe tener un buen maestro: conocimiento,  interdisciplinariedad, experiencia,  valor, talento, vocación, virtud, compromiso, amistad, lealtad y amor. Pues un maestro con este sello deja huella en cualquier entorno. Estas características de la personalidad del maestro se deben marcar más por su carácter humanista. Y el maestro al ser un humanista por antonomasia, no sólo es maestro porque sepa más- magis-ter, sino también porque da más, de ahí su sesgo de clásico y cristiano, lo primero por la sabiduría y lo segundo por su diaconía entre  sus discípulos y su servicio a la escuela.

Maestro Gabriel Castillo Espinoza, Maestro Roberto Carlos Pavón Carreón, Maestro Juvenal Cruz Vega y Maestro Porfirio Tepox Cuatlayotl

El maestro, el humanista por antonomasia

Esta parte la explicaré a través de dos recursos, uno con los casos gramaticales y otro, con los contenidos del humanismo clásico y cristiano, y con la unidad que le he venido dando a través de la hermenéutica analógica[10].

En primer lugar el maestro es un nominativo[11] porque a todos sus discípulos los llama por su nombre, lo cual implica mayor confianza y mayor cercanía, nos recuerda la actitud de aquél maestro que en el momento de llamar a sus discípulos, los llamó por su nombre[12].

También el maestro es un genitivo[13]  y por eso explica el origen de la palabra, su procedencia, su pertenencia; es un magister y un doctor en el sentido estricto de la palabra, un rabino como en la literatura hebrea, un sabio y un tlamatini como en la literatura náhuatl[14]. En este sentido el maestro es radical, porque va a la raíz de los problemas, a la causa originaria y a la fuente de la sabiduría. Es un maestro filósofo, un amante de la sabiduría, un enamorado de Dios, porque ama la sabiduría, y por eso su vida es una amorosa búsqueda, es un compromiso total, es una decisión desinteresada e inacabable, es una vocación al ser. Si la filosofía es un saber que empieza en cada filósofo, en cada persona, pues la filosofía nace de la persona, es un vivir, es la armonía de los diversos estratos que constituyen al ser humano. Si es filósofo, ama la sabiduría. Y esa virtud lo hace que sea un hombre sabio, o un hombre grande. Al respecto Séneca decía: “Quare sapiens magnus est? Quia magnum animum habet”.[15] Entonces, el sabio es un hombre benevolente, erudito, virtuoso y feliz, como decía Marco Tulio Cicerón: “Sapiens semper beatus est”.[16]

El maestro debe ser un hombre sabio, porque siempre le encuentra sabor a las cosas, a las palabras, a la vida, es decir, a la existencia humana[17].

Inauguración del IV Coloquio Internacional de Humanismo, Humanidades y Hermenéutica, en la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz. De derecha a izquierda: Maestra Cristina Estrada Inda, Doctor Víctor Hugo Méndez Aguirre, Doctor Mario Magallón Anaya, Doctor Thomas Werner Bartenbach, Maestro Juvenal Cruz Vega, Doctora María de Lourdes Santiago Martínez y Maestro Porfirio Tepox Cuatlayotl

El maestro es un dativo[18] porque pone como centro de la educación al alumno. Es lo que Décimo Junio Juvenal decía: “maxima puero debetur reverentia”,[19] la mayor reverencia se debe al niño, es decir, a la persona que se está educando. Pues ella recibe el provecho de la acción del sujeto. Por un lado, el maestro al recuperar a Occidente, porque es un maestro que sabe más que los alumnos, y lo da a sus discípulos con disposición y sabiduría. Pero por otro lado, con su espíritu de humanista cristiano lo enseña con alegría, como aquello que san Pablo había referido al decir: “siempre les he mostrado que es así como se debe trabajar para poder socorrer a los débiles, recordando las palabras de Jesús, el Señor, que dijo: hay más felicidad en dar que en recibir”.[20]

También, el maestro es un dativo porque tiene misericordia con el alumno, le da los frutos de su amor y de su corazón, y así se convierte en un oblativo. Y por el trabajo interactivo comparte con él su sufrimiento como una especie de compasión y su alegría como una forma de simpatía. Así, pues, ambas virtudes fortalecen y nutren el espíritu y el cuerpo del discípulo, lo hacen bello, bueno y benevolente, al grado que nos recuerda la καλοκαγαθία del espíritu griego de la escuela clásica de Grecia Antigua[21].

El maestro es un acusativo[22]. En sentido positivo simboliza el predicado verbal, el objeto o complemento directo de la enseñanza, porque él es el sujeto propio del conocimiento y lo transporta directamente al alumno. A veces tiene que hacerle de doble acusativo, porque debe enseñar la ciencia por su misma naturaleza de maestro y la debe transmitir a sus alumnos en los cuales recae la acción de la enseñanza[23].

Doctor Germán Viveros Maldonado (UNAM)

También puede hacer las veces de circunstancia, porque su finalidad y su proyecto docente es enseñar, independientemente de que algún alumno no se lo merezca. Al conocer a sus alumnos de uno en uno, debe tener un acercamiento con ellos como una especie de complemento circunstancial locativo de dirección, directo a los alumnos, y con mayor atención a los menos insignificantes del grupo, aquellos que por sí mismos no se dan cuenta que tienen capacidad para aprender y para estudiar[24].

A través de la evaluación continua, el maestro debe ser un acusativo exclamativo en dos sentidos: llamarse la atención asimismo y llamarle la atención a los alumnos. Lo primero, es decir, llamarse la atención asimismo como suele verse en las fábulas de Esopo, de Fedro, y de la poesía de Ovidio, Virgilio y Horacio, que nos recuerdan esas expresiones como: “me infelicem”¡ Oh infeliz de mí, pobre de mí, como diciendo: qué estoy haciendo en el aula¡ Por qué no enseño, si mi obligación de maestro es enseñar al que no sabe, al alumno. Lo segundo, en lo cual el maestro es un exclamativo, porque puede llamar la atención a los alumnos y regañarlos, con el fin de que vayan adquiriendo responsabilidad y juntos con el maestro logren hacer el acusativo adverbial, con lo cual el alumno se hará muy fuerte o más fuerte al lado del maestro.

Doctora Lourdes Rojas Álvarez

El maestro no debe ser un acusativo en sentido negativo, porque eso sería dañar al discípulo y sería convertirlo en menos fuerte, pues como dice una de las máximas más destacadas de la humanidad: “la justicia engendra justicia y el daño engendra daño”.[25]

Es muy común que los mismos compañeros dañen a su vecino de banca dentro del aula, pero no el maestro. Al respecto el fabulista griego Esopo nos ha dejado un testimonio que puede verse como una de las fuentes antiquísimas de lo que a menudo suele llamarse en la escuela bullying. Se trata de la fábula del cerdito y las ovejas, cuyo texto queda así: “En un corral se encontraba un lechón. Y justamente, un día cuando el pastor lo capturaba y se lo llevaba, el cerdito chillaba y se resistía. Pero las ovejas lo increpaban y comenzaron a reprocharle diciendo: el pastor a menudo nos captura y no chillamos. Entonces el cerdito dijo a las ovejas: pero la captura no es igual a ustedes que a mí. Pues el pastor, las captura, o bien por la lana, o bien por la leche. Pero a mí, me captura por la carne”. [26]

Doctor Julio Pimentel Álvarez

En el texto se puede apreciar, que aunque el maestro sea estricto, no debe acusar al alumno en público, y menos recriminarlo por un asunto que han ocasionado los alumnos en el aula.

El maestro si es estricto por su conocimiento y por su enseñanza debe llamar al discípulo en privado y corregirlo como recomienda la prudencia de su experiencia, de su sabiduría en el aula, y sobre todo, la sabiduría que recomienda la literatura bíblica. El evangelista Mateo tiene registrada una hermosa cita al respecto: “si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele a solas tú con él. Si te escucha habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha toma todavía contigo uno o dos para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad y si hasta  a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.” [27]

En efecto, el maestro no debe ser un acusativo como se dijo arriba, en sentido negativo, porque se convertiría en un acusador, en un malvado, siempre estaría señalando con el dedo al discípulo y culpándolo de no poder aprender, porque según su juicio, es un mal discípulo.

Doctor Ambrosio Velasco (UNAM)

El más grande de los acusativos, lo que debo llamar con toda justicia: acusativo apelativo activo. Es cuando el maestro  llama maestro a uno de sus discípulos y luego lo presenta a la sociedad

Toda la formación del alumno tiende a la perfección en el momento en que el maestro se hace un vocativo[28], por eso: llama, convoca, congrega, reúne, invoca, convida, atrae, concita, invita y exhorta. Al ser un vocativo lo invita a un coloquio, a un simposio, a un convivium y a un congreso para que allí conozca otras vertientes, otros maestros distintos y otras ideas fuertes y trascendentes. Entonces, la actitud del maestro se vuelve una búsqueda y una posesión de la verdad, porque es un llamado del Ser-Dios, que implica una dialéctica de insatisfacción y de frustración que nada puede saciar. Esta frustración, es ansia por el Ser e imposibilidad de su conocimiento inmediato y presencial, causa el dramatismo de la vida misma. Su llamado no es como cualquier otro llamado, porque está impulsado por el Fundamento, el que lo llama insistentemente en su interior. Con razón san Agustín, el filósofo de la interioridad, dejó marcada la vida del hombre con su hermosa sentencia: “No vayas afuera, regresa hacia ti mismo, porque en el interior del hombre habita la verdad”.[29]

Maestro Jorge Luis Navarro Campos y Doctor Jesús Manuel Araiza Martínez

Lo más grande delmaestro es cuando se convierte en un ablativo[30], es decir, que su actitud es la más grande, porque él siendo de tal magnitud se convierte en el más pequeño como un discípulo bueno[31], que su deseo es estudiar y su disciplina es saber más para nutrirse con seriedad, y luego nutrir a los alumnos[32]. Por eso el maestro llevando de la mano al discípulo lo concluye, hace de él, otro igual, lo separa de los demás, lo forma con más seriedad, lo transporta con mucho cuidado a la cátedra y luego lo presenta a la comunidad; así ambos, se convierten en una interacción.

El doctor Guillermo Hernández Flores al defender el paradigma del maestro usa la expresión del evangelista Mateo y en ella hace una nueva síntesis, cuando habla del maestro, fundamentado en el interior que ya ha sido utilizado en el pensamiento cristiano a través de las obras de san Agustín y de santo Tomás. Por eso el modelo de un maestro es otro maestro más fuerte, y especialmente, de allí su hermosa expresión: “bástele al discípulo ser como su maestro – Discipulum esse magistro similem oportet [33].

Doctor Carlos Díaz Hernández (Universidad Complutense de Madrid), durante su visita a la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz

Todo este trabajo puede verse como un encomio al maestro, como un modelo que hace tanta falta en la educación moderna. Se sugiere un ejemplo a seguir, como en casi todos los casos que la gramática antigua ha enseñado. Por eso también el maestro debe ser un instrumento y un locativo por su carácter kerigmático o su amor y respeto a la verdad, su servicio o diaconía y por la unidad que debe representar entre sus discípulos.

Su carácter humanista lo debe hacer un vigilante siempre atento y actual entre sus discípulos. Por su conocimiento, su valor, su talento, su experiencia y su lealtad, debe ser un supervisor de la educación, es decir, un super-vis-or o un ἐπίσκοπος, pero al estilo del humanismo cristiano, que vigila desde arriba y desde adentro de la comunidad para que todo el rebaño tenga las condiciones justas y necesarias que necesita la misma comunidad, superior al señor asiduo del que nos refiere Marco Tulio Cicerón[34], que más bien se ve como un supervisor.

Doctor Mauricio Beuchot Puente y Doctor Arturo Mota Rodriguez

Mayormente, se sugiere el sello del buen pastor que nos recuerda san Juan en su evangelio[35], y por eso el maestro, se debe convertir en un símbolo para su mismo rebaño y así cuando éste escucha su voz, ya no hay necesidad de arrear ni usar el báculo, aún con la oveja negra, sino que el mismo rebaño sigue a su pastor. El final de ese pasaje bíblico dice algo muy ad hoc a lo que nuestra disertación le invita al maestro: “Yo soy el buen pastor; y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil, también a esas las tengo que conducir, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre” .[36]

Doctor Julio Quesada Martín (Universidad Veracruzana)

Epílogo

Al terminar esta disertación quiero parafrasear un fragmento del evangelio, al decir: “el árbol se conoce por sus frutos”.[37] Esto es verdad, porque el fruto cosechado debe nutrir a todos los que han conocido directa o indirectamente la obra de un gran maestro, pues recuérdese que nadie es hijo de nadie. Para ser un buen maestro hay que ser discípulo de otro gran maestro; y de un maestro bien formado, que no viene de otra escuela, sino de la escuela del amor. Pues así puede llegarse a la raíz de la existencia humana, porque, si encontramos la raíz, todo tiene sentido y salvación, y como la raíz es el amor, todo puede reconstruirse. Pues el amor es la esencia del humanismo y más aún, es la esencia del humanismo cristiano, porque es el fundamento de la justicia,  de la inteligencia, de la amabilidad, de la fe, del deber, de la cultura, del orden y de la agudeza.

Desde el punto de vista didáctico he subrayado ocho sentencias que los verdaderos maestros no deben olvidar: “La justicia sin amor te hace duro. La inteligencia sin amor te hace cruel. La amabilidad sin amor te hace hipócrita. La fe sin amor te hace fanático. El deber sin amor te hace malhumorado. La cultura sin amor te hace distante. El orden sin amor te hace complicado. La agudeza sin amor te hace agresivo.[38]

Doctor Fernando Nieto Meza (UNAM)

La explicación de estas máximas fortalece más nuestra reflexión al traducir al latín ese hermoso fragmento, en el cual figura el amor como centro de todos los valores, y la persona como el lugar de realización de todos ellos. Veamos el mismo texto en lengua latina: “Insensibilisque ferreus esses homo si te non amare iustitiam. Sine ullo corde intellectus crudelis. Nisi benignitas tua vehementer amet hypocrita est. Amore frequenti superstitionem insanam separaberis a fide. Intolerantior subiectis si officium vacuum et solutum facis amoris. Sine magno amore sine benevolentia cultura animi ex longinquo alienigena movetur. Privatus amore ordo perturbationem conducit. Intelligentia est acies mentis tamen absque amore infestis oculis omnium conspici malles”.[39] 

Dos de estas máximas me recuerdan gran parte del pensamiento de Blas Pascal y de Emmanuel Mounier, y que todo maestro sumergido en el humanismo debe interesarse: La inteligencia sin amor te hace cruel. La agudeza sin amor te hace agresivo. El clásico Pascal es magistral al respecto cuando escribe así: “el corazón tiene razones que la inteligencia no alcanza a comprender”. Y el padre del personalismo contemporáneo dice: “el acto de amor es la más honda certeza del hombre, el cogito existencial irrefutable: yo amo, luego el ser existe y la vida vale la pena de ser vivida”.[40]

El texto aludido en el encabezado trata de la profundidad de aquello que significa un maestro, del modelo o del paradigma que urge restaurar en nuestro tiempo. “Οὐκ ἔστιν μαθητὴς ὑπὲρ τὸν διδάσκαλον οὐδὲ δοῦλος ὑπὲρ τὸν κύριον αὐτοῦ. Ἀρκετὸν τῷ μαθητῇ ἵνα γένηται ὡς ὁ διδάσκαλος αὐτοῦ, καὶ ὁ δοῦλος ὡς κύριος αὐτοῦ”[41].

Por eso el modelo de un maestro es otro maestro más fuerte, y especialmente el modelo del maestro interior: “bástele al discípulo ser como su maestro – Discipulum esse magistro similem oportet [42].

Para terminar esta disertación quiero hacer mía una metáfora que guardo en mi correspondencia con la doctora Claudia Patricia Cristancho Torres, en la cual hago una relación recíproca entre el maestro y el alumno: “había una vez un diamante expuesto en una vitrina para la venta por si alguna persona lo podía comprar. Allí había cuatro posibles compradores. El primero no sabía de joyas y sólo se deslumbraba por la belleza de la joya, pero al comprarlo lo llevaría a su casa, lo expondría en un lugar visible y cada vez que sus visitas llegaran, lo podían contemplar. Pero como ese comprador no sabía de joyas, nada podía descubrir en el diamante que no fuera su belleza externa. Había otro que tenía dinero, eructaba y se jactaba, si compraba el diamante lo exhibiría como una compra más, pero la desecharía porque sólo le interesaba exhibirla, y como no sabía de joyas al poco tiempo la desecharía. Había un tercero que sabía de joyas, pero no tenía el dinero suficiente  para comprarla, tendría que obtener un crédito y pagarlo el resto de su vida para poder tener ese diamante, pero lo valoraría porque sabía de joyas. Finalmente, había un cuarto, que poco sabía de joyas, pero estaba dispuesto a aprender de joyas. Sin embargo, jamás tendría con qué comprar el diamante. ¿Quién sería el comprador ideal?

Aplicado a la docencia, quién sería el maestro ideal? Qué sería el diamante sin un maestro que tuviera presente que cada alumno es un diamante y para que el diamante brille por el resto de la vida, ese maestro debía entregarle la suya. ¿Qué sería un diamante que no es descubierto o que se queda encerrado en los lujos de una casa donde sólo lo puedan ver lo invitados? ¿Qué sería de un diamante al que se le niegan las posibilidades académicas, porque definitivamente no hay dinero para una muy buena formación”.

Dr. Justino Cortés Castellanos

Remate

Así pues, reuniendo toda la disertación en unas breves pinceladas y siguiendo la teoría de la hermenéutica analógica como ciencia, arte y método de la interpretación de textos. Y si vemos como texto la metáfora aludida, veo el valor de todos los casos de la gramática clásica en el maestro, y éste, a su vez debe ver lo que hay dentro del alumno, pero también el alumno necesita ver lo que hay dentro de sí mismo. Pues si el alumno es un diamante como suelen decir los optimistas de la educación, ¿qué sería el diamante si no hay quién pueda darle su valor? El que le da el valor es más que el diamante, es un magis-ter, porque aunque el diamante sabe que es lúcido, brillante y duradero, sólo podría ser, si hay quien lo haga ser, pues sólo un maestro de verdad, es capaz de ver un diamante: al alumno.[43]

Muchas gracias.

Juvenal Cruz Vega

Academia de Lenguas Clásicas “Fray Alonso de la Veracruz


[1] Mt. 10,24-25. El discípulo no es mayor que su maestro, ni el siervo es mayor que su señor. Bástele al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor.

[2] Presento aquí muy apretadamente un resumen de cuatro trabajos, uno titulado Defensa apasionada del humanismo clásico, presentado como ponenciaen el XVI Congreso Internacional de Filosofía y América Latina, Universidad Pontificia de Santo Tomás, Bogotá, Colombia, 3 de julio de 2015. El segundo titulado: La hermenéutica analógica y la constitución del humanismo icónico analógico, presentado en el XI Coloquio Internacional de Hermenéutica analógica, Universidad Nacional Autónoma de México. México, D. F. 14 de octubre de 2015. Tercer trabajo titulado: Homenaje al doctor Guillermo Hernández Flores, un ejemplo del humanismo mexicano, presentado como ponencia en el Primer Simposio Nacional Antigüedad y Universidad, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, Pue; 31 de octubre de 2015. El cuarto trabajo titulado: El maestro como paradigma en la tradición literaria, presentado como ponencia en el marco del VI Coloquio Nacional de la Asociación Mexicana de Estudios Clásicos: Diálogo entre Grecia y Roma. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, 18 de febrero de 2016.

[3] La crítica de la edad ateniense (600 a 300 a. C.), Alfonso Reyes Ochoa, 1941, en Obras Completas, Vol. XIII, FCE, México, 1961. También véase: Por amor al griego, la nación europea, señorío humanista, siglos XIV-XVII, Jacques Lafaye, FCE, México, 2005, p. 21.

[4] Véase,  Entrevista al padre David López Jiménez, Juvenal Cruz Vega, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, de próxima aparición.

[5] Conversación con Mauricio Beuchot Puente en Encuentro con Mauricio Beuchot, Cuadernos de Investigación de Filosofía Mexicana y Latinoamericana, número 1. Juvenal Cruz Vega y Guillermo Hernández Flores. Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, Pue; p. 49.

[6] En este esquema me refiero a la formación de valores en la familia, en la escuela  y en la piedad, siguiendo la tradición de las culturas avanzadas se puede hacer una buena reflexión.

[7] Lc. 2,52.  Καὶ Ἰησοῦς προέκοπτεν ἐν τῇ σοφίᾳ καὶ ἡλικίᾳ καὶ χάριτι παρὰ θεῷ καὶ ἀνθρώποις.  Y Jesús iba creciendo en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y delante de los hombres.

[8] Noches Áticas, Aulo Gelio, XIII, 17, 1-3. “Qui verba latina fecerunt quique his probe usi sunt humanitatem non id esse voluerunt quod vulgus existimat quodque a Graecis φιλανθρωπία dicitur et significat dexteritatem quandam benivolentiamque erga omnis homines promiscam, sed humanitatem appellaverunt id propemodum quod Graeci παιδείαν vocant, nos eruditionem institutionemque in bonas artes dicimus. Quas qui sinceriter percupiunt adpetuntque hi sunt vel maxime humanissimi. Huius enim scientiae cura et disciplina ex universis animantibus uni homini data es idcircoque humanitas appellata est. Quienes inventaron la lengua latina y quienes se sirvieron de ella perfectamente, no quisieron que la humanitas fuera eso que el vulgo piensa, lo cual ha sido llamado por los griegos philantropía, y que significa una cierta bondad y una benevolencia común entre todos los hombres, no obstante llamaron humanitas aproximadamente a eso que los griegos llaman paidéia, y nosotros llamamos formación y educación en las buenas artes. Sinceramente, quienes buscan con afán las artes, estos son los más humanos, pues el afán y el conocimiento de esta ciencia han sido dados solamente al hombre de entre todos los seres animados, y por esta razón se ha llamado humanitas. Un estudio muy  singular es, El latín de los humanistas, en Introducción al estudio de la filología latina, Víctor José Herrero, Editorial Gredos, segunda edición corregida y aumentada, Madrid, 1998, pp. 182-200; igualmente: Álvaro D́ Ors, En defensa del poeta Arquías, Marco Tulio Cicerón, Instituto Antonio de Nebrija, Madrid, 1970, p.74. El gran humanista Juan Luis Vives remite el humanismo a las fuentes grecolatinas, como puede verse en su disertación: “así, ignoradas las lenguas de los grandes escritores, no hemos comprendido qué nos enseñaban, hacia dónde había que dirigirse, ni de qué nos persuadían; la ignorancia de estas lenguas nos ha arrebatado por completo el conocimiento de los autores antiguos que habían consignado y entregado a la posteridad del monumento de sus ingenios en las lenguas griega o latina”. De diciplinis Libri XX, in tres tomos distincti, p. 19; I. L. Vives, Opera, in duos distincta tomos, t. I, p. 334. Más detalles véase mi trabajo de próxima aparición, El humanismo a través de la escuela, Cuadernos de Investigación de Filosofía Mexicana y Latinoamericana. Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, 2015.

[9] Conversación con Mauricio Beuchot Puente, Op. Cit.

[10] Los casos gramaticales de las lenguas indoeuropeas antiguas son ocho: nominativo, genitivo, dativo, acusativo, vocativo, ablativo, instrumental y locativo. En la gramática lo usamos en la declinación, y de aquí, destacamos dos elementos fundamentales: forma y función. La primera es el paradigma, el modelo o el nombre de cada uno de las declinaciones, en latín son cinco y en griego son tres; el segundo, es el caso gramatical o la función, sintagma o estructura gramatical que tiene una palabra nominal (sustantivo, pronombre o adjetivo) dentro de la unidad sintáctica. La lengua latina ha conservado seis casos, el griego cinco, el alemán y otras pocas lenguas han conservado cuatro de ellos y las lenguas romances no conservan ningún de los casos, lo suplieron por la preposición. Esta parte ha quedado bien documentada en el libro de Francisco Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, Editorial Gredos, Madrid, 1996, 614 pp.

[11] El nominativo es el caso que sirve para construir el sujeto y el predicado nominal. Su paso a las lenguas modernas fue a través del supino del verbo nomino-nominas-nominare-nominavi-nominatum, de donde se compuso la palabra nominativus. El correspondiente en la lengua griega es el verbo ὀνομάζω, del cual se compuso el sustantivo ὀνομαστική. Los significados más comunes son: nombrar, llamar, enumerar, especificar, pronunciar, expresar, designar y prometer.

[12] Véase Mt. 4, 17- 22; 8, 19-22; 9, 9; 13,47-50. Mc. 1, 16-20. Lc. 5,1-11. Jn. 1,35-42; 10,2; 21,3.

[13] El genitivo es el caso que sirve para construir el complemento adnominal o determinativo, el cual se define como: el sintagma que determina o especifica de quién o de qué es algo. Su etimología se tomó del supino genitum, de donde se compuso la palabra genitivus. El verbo latino se enuncia: gigno-gignis-gignere-genui-genitum: engendrar, crear, hacer nacer, poner (huevos), proceder, originar, provenir. Su correspondiente en griego se tomó de la segunda raíz γεν, del verbo γίγνομαι: ser, llegar a ser, suceder, acontecer, nacer, venir. En griego, la palabra genitivo se dice γενική. Este caso es uno de los que dan mayor conocimiento y por eso tiene muchos matices en la sintaxis grecolatina, por ejemplo: genitivo posesivo, pertenencia, procedencia, partitivo, explicativo, subjetivo, objetivo, genitivo de cualidad, precio, estima, referencia y genitivo de objeto.

[14] La palabra doctor ha sido tomada del supino del verbo latino doceo-doces-docere-docui-doctum: saber, conocer y sobre todo, enseñar. De la palabra doct-um se compuso doctor-doctoris, el que sabe, el que enseña. También de allí se componen las palabras: docencia, docente y doctrina, que son las palabras propias del doctor, y de donde se origina lo que llamamos el oficio del doctor. San Jerónimo utiliza la palabra doctor en la versión del fragmento de Lucas: “Et factum est post triduum invenerunt illum in templo sedentem in medio doctorum, audientem illos et interrogantem eos; stupebant autem omnes, qui eum audiebant, super prudentia et responsis eius”. San Lucas usa la palabra διδάσκαλος con los mismos significados que doctor. Esa palabra es derivada del verbo διδάσκω: enseñar (algo a alguien) instruir, informar, declarar, explicar, aconsejar. También de esta raíz se componen las principales cualidades del docto o del doctor, del magister, del διδάσκαλος como la doctrina, la ciencia, la docencia, el arte (διδασκάλιον), o la enseñanza, la instrucción, la lección, el ensayo, el magisterio o el oficio del docente (διδασκαλία y διδαχή). Pongo la misma cita latina, pero en griego para confrontar la verdad del texto original del evangelista: “Καὶ ἐγένετο μετὰ ἡμέρας τρεῖς εὗρον αὐτὸν ἐν τῷ ἱερῷ καθεζόμενον ἐν μέσῳ τῶν διδασκάλων καὶ ἀκούοντα αὐτῶν καὶ ἐπερωτῶντα αὐτούς “.Y sucedió que al cabo de tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y cuestionándolos. Lc. 2, 46-47. Los términos grecolatinos a los que me he referido- διδάσκαλος y doctor, son similares al término Rabí, que es el más fino entre los hebreos para designar a una persona que tiene vastos conocimientos, los cuales son enseñados en las sinagogas y en los principales templos. Los rabinos eran hombres bien preparados y completamente respetados. Jesús de Nazaret fue llamado rabino por el pueblo y también fue respetado como tal entre los rabinos, hay un ejemplo muy difundido entre la gente letrada, el diálogo entre Nicodemo y Jesús, véase Jn. 3, 1-10. Al final del verso 10, Jesús le dice a Nicodemo: ¿Tú eres doctor de Israel y no entiendes esto? En el texto griego aparece la palabra διδάσκαλος y en el texto latino figura la palabra magister, que es la que se identifica con las palabras doctor y rabí. Esa sabiduría también era similar a lo que se enseñaba en  la palaistra, la ludus y la schola, y sobre todo, en las escuelas superiores de Grecia y de Roma. Igualmente, en la cultura náhuatl figuran los Tlamatinime, que son los sabios o los doctores entre los nahuas, y son quienes enseñan en la escuela superior, en el Calmecac, donde también tienen sus coloquios magistrales y los grandes sabios hacen sus aportaciones y sus disputaciones. Pues, como dice el doctor Justino Cortés Castellanos, “tenían conocimientos de la astronomía, conocimientos que, a su vez, suponen los de las matemáticas y, especialmente, por el profundo y universal que tuvieron de las cosas, al menos los tlamatinime, a quienes Sahagún, con toda justicia, llama sabios o philosophos. Ellos eran hombres muy preparados, se les puede designar con la palabra latina sapiens o la palabra griega σοφός, porque le encontraban sabor y sentido a las cosas a través del conocimiento profundo. Este es el sentido de la definición clásica de filosofía y que yo aprendí bien desde que era un adolescente con mis estudios de latinidad, la cual transcribo a continuación: Philosophia est scientia omnium rerum, per causas ultimas, naturali rationis lumine comparata”. (Carta del doctor Justino Cortés Castellanos al autor de esta investigación. Puebla, Pue; 15 de septiembre de 2015). También esta parte la explica con profundidad el doctor Guillermo Hernández Flores en su libro Filosofía náhuatl, de próxima aparición. Para profundizar en la educación de los hebreos, véase: Historia de la educación, Juan Manuel Moreno G. et alt. Editorial Biblioteca de Innovación Educativa, Madrid, 1971, pp. 45-51.

[15] Sen. Epist.87,18. ¿Por qué el sabio es grande? Porque tiene un espíritu grande.

[16] Fin. 2, 32, 104. El sabio siempre es feliz.

[17] Pongo algunas notas sobre la sabiduría para ahondar más en este interesante tema. Comienzo con el verbo transitivo e intrasitivo sapio-sapis-sapere-sapii (sapivi, sapui): saber, conocer, tener sabor, tener gusto, tener inteligencia, tener prudencia, saber conocer, comprender. De esta palabra se compone sapientia-ae (f): sabiduría, ciencia, conocimiento, pensamiento, inteligencia, razón, prudencia, juicio, cordura, sensatez, seso, filosofía, entendimiento, pericia, habilidad. El adjetivo es sapiens-sapientis: sabio, conocedor, inteligente, prudente, juicioso, razonable, que tiene experiencia. En los números 288 y 391 del método de griego de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz hay dos hermosas sentencias que profundizan este conocimiento y es similar a nuestro argumento, las cuales quedan así: ἡ τοῦ σοφοῦ ψυχὴ ἡσύχιός ἐστιν (el alma del sabio es tranquila), Τίμιός ἐστιν ὁ χρυσὸς καὶ ὁ ἄργυρος, τίμιωτέρα δὲ  ἡ συμβουλία τοῦ  φίλου καὶ οἱ ἔπαινοι τῶν  ἀνθρώπων τίμιωτάτη δὲ ἁπάντων ἐστὶν ἡ σοφία (Son valiosos el oro y la plata, pero son más valiosos el consejo de un amigo y las alabanzas de los hombres, y aún más, lo más valioso de todas las cosas es la sabiduría). San Agustín tiene una hermosa cita sobre la sabiduría: Si sapientia deus est verus philosophus est amator Dei: Si Dios es la sabiduría, un auténtico filósofo es un enamorado de Dios. (De civitate Dei, Libro VIII, Cap. I, BAC). Un estudioso de san Agustín escribe respecto a esta sentencia: “la filosofía de san Agustín se centra en el amor, de tal manera que filosofar es amar a Dios. Hoc est philosophari, amare Deum” (Antropología filosófica, José Rubén Sanabria, Porrúa, México, 2000, p. 42). La familia de palabras correspondientes en la lengua griega son las siguientes: σοφίζομαι y σοφίζω: pensar y obrar con astucia, filosofar, engañar. La palabra σοφία tiene los mismos significados que sapientia; igualmente el adjetivo σοφός-ή-όν tiene los mismos significados que su correspondiente sapiens. Toda la sabiduría clásica tanto griega como romana y medieval es rica y trascendente en su contenido. También la nomenclatura de la biblia griega es magistral al respecto. Véase el siguiente pasaje: Ἀρχὴ σοφίας φόβος θεοῦ, σύνεσις δὲ ἀγαθὴ πᾶσι τοῖς ποιοῦσιν αὐτὴν· εὐσέβεια δὲ εἰς θεὸν ἀρχὴ αἰσθήσεως, σοφίαν δὲ καὶ παιδείαν ἀσεβεῖς ἐξουθενήσουσιν. El principio de la sabiduría es el temor de Dios. La sabiduría es buena para todos aquellos que la practican. El principio de la sabiduría es el temor de Dios, pero los soberbios desprecian la sabiduría y la educación. (Prov.1, 7).

[18] El dativo es el caso que se utiliza para construir el complemento indirecto de la oración, el cual se define como: estructura, función o sintagma que recibe el daño o el provecho de la acción verbal. El origen de esta palabra es el verbo latino do-das-dare-dedi-datum: dar, entregar, conceder, obsequiar. Su correspondiente en griego es el verbo δίδωμι: dar, donar, procurar, entregar, presentar, conceder, procurar, transmitir, enseñar, permitir, otorgar, perdonar, ordenar, prestar. La palabra latina dativus se dice en griego δοτική y tiene el mismo significado y la misma función que en latín.

[19] Sátira XIV, 47.

[20] Hechos 20,35. Esta sentencia no la han guardado los evangelistas, pero la alusión remite a Jesús. En este sentido engrandecemos al evangelista Juan cuando dice de Jesús lo siguiente: “Éste es el discípulo que da testimonio de todas estas cosas y que  las ha escrito. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además muchas otras cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran. Jn. 21, 24-25.

[21] La palabra misericordia viene del adjetivo latino miser-misera-miserum: pobre, humilde, sencillo, mendigo. Y el sustantivo cor-cordis: corazón, sentimiento, amor. Etimológicamente misericordia significa el amor y el sentimiento que una persona tiene con el pobre. En latín y en griego tienen estos sinónimos y alguno de ellos nos puede ayudar a comprender mejor el significado más cercano. En semántica y en hermenéutica eso se llama: pragmática: lástima, piedad, compasión, conmiseración, absolución, indulgencia, pena, clemencia, miseración, benevolencia, comprensión, gracia, perdón, magnanimidad, simpatía, bondad, ternura, humanidad. Sus antónimos son: Impiedad, dureza, inhumanidad, inflexibilidad, crueldad, inclemencia, maldad, intransigencia, intolerancia. La palabra compasión tiene su correspondiente en griego simpatía. Compasión viene de la preposición latina cum: con, que indica una compañía, y el verbo latino y griego: patior-pateris-pati- passus sum. La raíz es el infinitivo pati. Y en griego πάθ, de la cual viene la palabra páthos, que a su vez viene del verbo πάσχω: sufrir, aguantar, tolerar, padecer, sentir, vivir, tener sed, tener hambre, tener dolor, tener una enfermedad. También podemos encontrar los siguientes sinónimos: lástima piedad, conmiseración, miseración, clemencia, caridad, condolencia, pena, caridad, aflicción, sentimiento, dolor, compunción, enternecimiento, duelo, pésame. La compasión y la misericordia en algunos significados pueden ser sinónimos. Y en axiología la ciencia de los valores se estudian como un valor, por eso son objetivos y tienen existencia propia. Pero en ética y en teología pueden estudiarse como virtudes, es decir, son hábitos operativos buenos, y se pueden perfeccionar a través de la constancia, y de la repetición de un hábito.

[22] Este caso sirve para construir el predicado verbal, también llamado objeto directo y complemento directo. El origen de esta palabra es el supino del verbo latino accuso-accusas-accusare-accusavi-accusatum: acusar, culpar, llevar a juicio, quejarse de, reprochar, inculpar, juzgar y causar. Su correspondiente en griego es el verbo αἰτιάμαι: considerar como causa, considerar como autor de, hacer responsable, acusar, inculpar, increpar. La palabra latina accusativus se pone en griego αἰτιατική.

[23] Esta nota se puede explicar con el verbo latino docere, el cual pide dos acusativos, uno de cosa y otro de persona; el primero es la ciencia o la disciplina que enseña el maestro, y el segundo acusativo lo forman los alumnos que reciben directamente esa acción.

[24] Para que la enseñanza sea efectiva  siempre hay que romper todos los obstáculos que se presenten en el aula a la hora de la enseñanza. Reúno aquí tres sentencias de personas que suelen presentarse en las clases y que a menudo son fruto de comentarios de los profesores: “hay gente que sabe que sabe, hay gente que sabe que no sabe, y gente que no sabe que no sabe”. Yo pienso que las dos últimas son más aptas para el aprendizaje, porque una educación equivoca y análoga puede tener salvación con la enseñanza de un buen maestro, pero la unívoca es muy intolerante y soberbia porque está llena de prejuicios como dice una de las máximas del libro de los Proverbios: “los soberbios desprecian la sabiduría y la educación”. (Prov.1, 7).  La hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot es muy sugerente al respecto al estar del lado de la analogía o de la proporcionalidad y más cerca de una tesis equívoca y muy lejos de una unívoca. Pues a menudo le he escuchado decir a Mauricio Beuchot en el contexto de la posmodernidad y la educación, que uno de los obstáculos fuertes para el aprendizaje es la negligencia.

[25] Citado por Demetrio Frangos en Gramática griega, Editorial Porrúa, Cuarta edición, México, 1974, p. 306. Δίκη δίκην τίκτει καὶ βλάβη βλάβην.

[26] Citado por Lourdes Rojas Álvarez, en Manual de iniciación al griego, Vol. I. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2005, p. 373. Pongo el texto griego para que el lector se deleite con la lectura de este bello texto: Ἔν τινι ποίμνῃ δέλφαξ ἐνέμετο. Καὶ δή ποτε τοῦ ποιμένος συλλαμβάνοντος αὐτὸν καὶ ἀπάγοντος, ἔκραζε καὶ ἀντέτεινε. Τὰ δὲ πρόβατα αὐτὸν ᾐτιᾶτο καὶ μεμφόμενα ἔλεγεν· Ἡμᾶς μὲν συνεχῶς ὁ ποιμὴν συλλαμβάνει καὶ οὐ κράζομεν. Ὁ δὲ δέλφαξ ἔφη πρòς ταῦτα· Ἀλλ’ οὐκ ἔστιν ὁμοῖα τῇ ὑμετέρα ἢ ἐμὴ σύλληψις. Ὑμᾶς μὲν γὰρ συλλαμβάνει οὗτος ἢ διὰ τὰ ἔρια ἢ διὰ τò γάλα· ἐμὲ δὲ διὰ τò κρέας”. En esta hermosa fábula se puede apreciar una jerarquía de valores, en ella entiendo que las ovejas no se refieren al valor de la vida, sino a la cantidad de capturas por la leche y por la lana, incluso lo regañan, ofendiéndolo y corrigiéndolo. La clave es el verbo ᾐτιᾶτο, cuya traducción es increpar, esto es, corregir o llamar la atención con dureza a una persona por haber cometido un error o por su mal comportamiento. También puede entenderse como una insultación, ya que se trata de un conjunto de ovejas contra un cerdito. Aunque las ovejas tienen fama de prudentes, pero en grupo y por el escándalo del cerdito perdieron la paciencia. El cerdito hace una jerarquía de valores después de la bipolaridad: muerte-vida. Ve menos valiosa la pérdida de la lana y de la leche de las ovejas, frente a las carnitas de él mismo. De allí el final del texto al responder el cerdito: “pero la captura no es igual a ustedes que a mí, porque el pastor las captura ya sea por la lana, ya sea por la leche. Pero a mí me captura por las carnitas”.

[27] Mt. 18, 15-18.

[28] El vocativo es el caso que sirve para construir el sujeto apelativo, el complemento invocativo o como lo llaman las lenguas modernas, simplemente “vocativo”. Su origen es el supino del verbo voco-vocas-vocare-vocavi-vocatum: llamar, invocar, hablar en voz alta, invitar, convidar. Su correspondiente en griego es el verbo καλέω, y tiene los mismos significados que el verbo latino vocare y sus sinónimos: nominare y appellare. La palabra vocativo en griego se dice κλητική y en latín se dice vocativus.

[29] Noli foras ire, in teipsum redi: in interiore homine habitat veritas. De vera religione, cap. 39, núm. 72, Obras Completas, BAC, Madrid, 1948, Tomo IV, p. 158.

[30] El ablativo es el caso que sirve para construir el complemento circunstancial, es decir, el sintagma que señala una circunstancia en la acción. La circunstancia está tomada de los accidentes que propone Aristóteles y el realismo moderado hasta la alta Edad Media en la lógica, es decir: tiempo, espacio, modo, fin, causa, relación, hábito, instrumento. Por eso la mayoría de los gramáticos cuando se refieren al complemento circunstancial, lo exponen en tres grupos: separativo, instrumental y locativo. El antiguo indoeuropeo tenía ocho casos, además de los seis que usa el latín, existían los casos instrumental y locativo, los cuales colocó el latín en el ablativo; y el griego, los puso en el dativo, algunas veces en genitivo y acusativo con la preposición precedida. La palabra latina ablativus está tomada del supino del verbo aufero-aufers-auferre-abstuli-ablatum: separar, llevar, cargar, llevar encima, llevar de un lado a otro, llevar teniendo, arrastrar consigo, pagar, ganar, recabar. Los dos casos que restan: instrumental y locativo, han quedado dentro del mismo ablativo que usa la lengua latina, y en la lengua griega están en los casos genitivo, dativo y acusativo. El instrumental se llama en ambas lenguas ablativo de instrumento o dativo de instrumento, y por definición, es el medio o el instrumento del que se vale sujeto para realizar la acción. Pongo dos ejemplo para iluminar esta explicación  Ὦ τέκνον, οὐ μόνον τῇ γλώττῃ καὶ τοὶς λόγοις, ἀλλὰ καὶ τοῖς ἔργοις θεράπευε τὸν θεόν (Niño, honra a Dios, no sólo con la lengua y con las palabras, sino también con las acciones. Dominus severus baculo in Tusculi villa sua improbos verberare servos solet (Un señor severo suele castigar a los esclavos malos con su báculo en su casa de Tusculo).

[31] Esta idea la veo fundamentada en Mt. 18, 1-5. “En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? El llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: les aseguro que si no ca+mbian y se hacen como los niños no entrarán en el reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe”.

[32] El término alumno tiene su origen en el verbo alo, alis, alere, alui, alitum o altum: alimentar, criar, educar, hacer crecer, incrementar, fomentar, alentar, aumentar, engrandecer, fortificar, animar, etcétera. Desde este punto de vista se prueba cómo el alumno adquiere autoridad a través del estudio, es un crecimiento o un aumento que se da por medio del maestro. De ahí que algunos digan que la palabra alumno tiene mayor significación, pues, de ser un enanito puede llegar a ser un gigante, pero al lado del maestro. Los verbos augere y αξάνω tienen esa significación, además de que el alumno puede ir creciendo, va adquiriendo autoridad y puede ir auxiliando a otros. El verbo completo da mayor idea en este punto, augeo, auges, augere, auxi, auctum: aumentar, acrecentar, añadir, multiplicar, ampliar, despertar algo que no existía en alguien, desarrollar; todo esto significa convertir a alguien en más fuerte. Del supino auctum se compone la palabra auctor-auctoris: autor, creador, constructor, auxiliador. También se compone la palabra auctoritas-auctoritatis: autoridad. La palabra alumno o discípulo en griego también tiene una connotación profunda. Su origen es el verbo griego μανθάνω, de la segunda raíz μαθ, se compone la palabra discípulo o alumno, y en griego es μαθητής, porque como he venido argumentando, su oficio es estudiar o saber. Similar al significado de la palabra latina discipulus, es decir, alguien que su oficio es estudiar y saber, del verbo disco, discis, discere, didici, discitum, más el pronombre indefinido ullus-ulla-ullum. Con lo que he dicho más arriba, se trata, pues, del estudiante de la Previa, de la escuela Apostólica, del Gimnasio renacentista, de la Schola medieval, de la Ludus romana y de la Palaistra griega. Es el estudio de la paideia, de la humanitas, del humanismo, y por lo mismo, de la emoción a la que me he venido refiriendo con los comentarios de los maestros a los que he aludido en toda la investigación. El milagro que hace el maestro al hacer buenos discípulos, no es otra cosa, sino dejar en el discípulo una enseñanza clásica, y hacer de él un hombre trascendente. Para iluminar esta parte traigo a colación lo que escribe el doctor Carlos García Gual de la Universidad Complutense de Madrid al examinar con detalle lo que significa el término clásico. “Clásicos son los autores y los textos que han perdurado en el naufragio incesante del tiempo, escapando de la oscuridad, el polvo y la desidia de los siglos. Representan esos textos lo que Schopenhauer llamaba la literatura permanente, frente a la enorme masa de los libros de efímero consumo. Clásicos son los que se resisten a ser engullidos por el vasto olvido. De ellos unos se han mantenido siempre a flote y otros han vuelto, como Jonás, regurgitados del vientre de la ballena, pero firmes y frescos después del largo encierro. En palabras de J.L. Borges, clásico no es un libro que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad. Son, en efecto, los lectores, los muchos y renovados lectores quienes vienen a confirmar a lo largo de algunas generaciones la calidad sólida de un texto clásico. Y está bien recordar que en esa lealtad reiterada y secular hay siempre un aspecto histórico y subjetivo. Y que, junto a los clásicos universales, hay clásicos nacionales y hay además unos clásicos particulares y más personales. Cada lector tiene sus propias preferencias entre ellos; distribuye sus simpatías y elige a sus amigos de verdad. Pero todos los clásicos están avalados por su largo prestigio y arraigados en una tradición, antes recordada y reavivada en la formación escolar. Son esos libros que una persona de sólida formación cultural según las normas debería leer y haber leído. Son los que los retóricos citan y muchos hipócritas afirman haber releído, y que uno, para quedar bien, desearía tener leídos o se promete que los leerá alguna vez. Como escribió Calvino. Constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero también una no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos. Los grandes clásicos tradicionales, los clásicos de siempre y, por antonomasia, en todo nuestro mundo occidental, los que tienen más siglos de supervivencia, los que acumulan comentarios y relecturas y ecos múltiples, los más traducidos y comunes a todos los europeos, son los griegos y los latinos. Están, por decirlo así, en las raíces más hondas de nuestra larga tradición literaria. Aunque haya perdido en la enseñanza universitaria actual el puesto privilegiado y central que tuvieron en la Antigüedad y recobraron en el Renacimiento europeo, y ya no los tengamos como modelos constantes para imitar, siguen conservando su añejo esplendor” (Los clásicos de Grecia y Roma, Biblioteca Básica de Gredos, Madrid, 2002, p. 2). En un maestro como al modelo que nos referimos, fundamentalmente sobresalen las siguientes características: conocimiento,  interdisciplinariedad, experiencia,  valor, talento, vocación, virtudes, compromiso, lealtad y amor. Un maestro con este sello deja huella en cualquier entorno, entre sus discípulos y en la comunidad principalmente. A decir verdad, es lo que hace falta en el sistema de educación pública y privada de nuestra nación con el fin de elevar el nivel académico, cultural y personal de los estudiantes.

[33] La inspiración original de este hermoso texto está en Mt. 10, 24-25. Pongo la cita trilingüe para disfrutar la hermosura del evangelista y la brillante idea del doctor Guillermo Hernández Flores. “Οὐκ ἔστιν μαθητὴς ὑπὲρ τὸν διδάσκαλον οὐδὲ δοῦλος ὑπὲρ τὸν κύριον αὐτοῦ. ἀρκετὸν τῷ μαθητῇ ἵνα γένηται ὡς ὁ διδάσκαλος αὐτοῦ, καὶ ὁ δοῦλος ὡς κύριος αὐτοῦ. Non est discipulus super magistrum nec servus super dominum suum. Sufficit discipulo, ut sit sicut magister eius; et servo sicut dominus eius. El discípulo no es mayor que su maestro, ni el siervo es mayor que su señor. Bástele al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor”. He visto varias sentencias del doctor Guillermo Hernández, que aluden a la formación integral del hombre. Pero, sin duda, la más hermosa, radica en este texto, en el cual hace un homenaje a su maestro, Monseñor Rosendo Huesca Pacheco, el 18 de mayo de 2008, y que vertí al latín por petición del mismo autor. Bástele al discípulo ser como su maestro: “De mi parte, Señor, bien sabes lo que significas para mí. Tus lecciones diarias en el Seminario me formaron para la vida. Tuve prefectos, pero tú fuiste mi disciplina. Tuve Padres Espirituales, pero tú fuiste mi guía. Muchos maestros sabios e ilustres, pero llevándome a ellos, tú fuiste mi pedagogo. Comprensivo con mis debilidades, tolerante con mis defectos y, sobre todo, respetuoso de mi persona, me arrancaste de la posibilidad y me diste lo que ahora soy. “Bástele al discípulo ser como su maestro”. Sin embargo, hasta hoy ni siquiera he podido revivir tu paradigma. Quiero mostrar públicamente, en este día, mi agradecimiento frente a la Comunidad que de buen grado me confiaste. Toda la profundidad, siempre respetuosa, de mi cariño. Discipulum esse oportet similem magistro”. Quod ad me attinet, bene scis, magister, quid apud me significes. Lectiones quotidianae ad vitam me tuae confixerunt in classicarum humanitatum ludo. Multos habui praefectos, sed ipse fuisti mihi disciplina, amicos veros sed tu ipse dux. Plurimis magistris sapientibus atque egregiis usus sum, sed in viis eorum tu ipse paedagogus discendi. Meas debilitates praeterea intellexisti, maxime menda sustulisti mea, coluisti personam, et possibilitatem altam de radice revellisti. Mihi dedisti quod nunc sum. “Discipulum esse oportet similem magistro”. Adhuc tamen paradigma tui reviviscere nec potui. In oculis omnium, mihi mutua gratulatione et recognitione ostendere fungor.  Hodie praesertim ante academiam quam bene fidisti mihi: reverentia sempiterna ex imo corde, carissime magister”. Más detalles véase mi libro Oratio de sacerdotis natura, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, Pue; 2011, pp. 66-68.

[34] C. M. 16,56. Marco Tulio Cicerón. “Boni assiduique domini villa semper abundat porco, haedo, agno, gallina, lacte, caseo, melle”: La villa de un señor bueno y asiduo siempre está repleta de cerdo, cabrito, cordero, gallina, leche, queso y miel.  El término assiduus lo traducimos por la palabra asiduo, como dice el doctor Julio Pimentel, lo cual alude al hecho de que un propietario (dominus) está con frecuencia en su granja, ya sea trabajando en ella, ya sea supervisando a quienes allí trabajan. Gramática latina, Julio Pimentel Álvarez, Porrúa, México, 2006, p. 28.

[35] Jn. 10, 1-18.

[36] Jn. 10, 14-17.  Desde el punto de vista de la aplicabilidad el doctor Mauricio Beuchot como símbolo nos ha reunido y nos ha convocado para este diálogo sobre la hermenéutica. Todos nosotros lo hemos seguido desde distintos lugares, muchos lo hemos reconocido como nuestro guía, como nuestro pastor, porque ha sido nuestro maestro, y se ha ganado nuestro respeto y admiración, no sólo por su pensamiento, sino también por su personalidad, su sencillez y la influencia que ha ejercido como pensador en muchos que ya hemos comenzado a caminar hacia el horizonte del pensar.

[37] Mt. 7,15-20. Véase todo el discurso sobre los falsos profetas. “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo puede producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis”. El texto puede tomarse como una metáfora, una parábola o una metonimia. Por eso tomamos por la palabra frutos, todas las acciones  buenas que puede dejar y enseñar una persona a otra.

[38] La idea la tomé del fragmento que puso en la contraportada de su reciente libro, el filósofo español Carlos Díaz Hernández, cuyo título es: Los mínimos filosóficos que deben estudiar los psicólogos y maestros serios, Editorial Sinergia, Guatemala, 2016.

[39] El texto original es en lengua española, lo trasladé al latín para hacer mayor exegesis con la nomenclatura y la ciencia del periodo clásico, la revisión del texto estuvo a cargo del pretigiado latinista Fernando Nieto Mesa.

[40] Citado por José Rubén Sanabria, Conversación con el doctor José Rubén Sanabria Tapia, la cual va impresa en este mismo libro en mi artículo, Conversación con dos pilares del humanismo mexicano.

[41] Mt. 10,24-25. El discípulo no es mayor que su maestro, ni el siervo es mayor que su señor. Bástele al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor.

[42] La inspiración original de este hermoso texto está en Mt. 10, 24-25. Pongo la cita trilingüe para disfrutar la hermosura del evangelista y la brillante idea del doctor Guillermo Hernández Flores. “Οὐκ ἔστιν μαθητὴς ὑπὲρ τὸν διδάσκαλον οὐδὲ δοῦλος ὑπὲρ τὸν κύριον αὐτοῦ. ἀρκετὸν τῷ μαθητῇ ἵνα γένηται ὡς ὁ διδάσκαλος αὐτοῦ, καὶ ὁ δοῦλος ὡς κύριος αὐτοῦ. Non est discipulus super magistrum nec servus super dominum suum. Sufficit discipulo, ut sit sicut magister eius; et servo sicut dominus eius. El discípulo no es mayor que su maestro, ni el siervo es mayor que su señor. Bástele al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor”. He visto varias sentencias del doctor Guillermo Hernández, que aluden a la formación integral del hombre. Pero, sin duda, la más hermosa, radica en este texto, en el cual hace un homenaje a su maestro, Monseñor Rosendo Huesca Pacheco, el 18 de mayo de 2008, y que vertí al latín por petición del mismo autor. Bástele al discípulo ser como su maestro: “De mi parte, Señor, bien sabes lo que significas para mí. Tus lecciones diarias en el Seminario me formaron para la vida. Tuve prefectos, pero tú fuiste mi disciplina. Tuve Padres Espirituales, pero tú fuiste mi guía. Muchos maestros sabios e ilustres, pero llevándome a ellos, tú fuiste mi pedagogo. Comprensivo con mis debilidades, tolerante con mis defectos y, sobre todo, respetuoso de mi persona, me arrancaste de la posibilidad y me diste lo que ahora soy. “Bástele al discípulo ser como su maestro”. Sin embargo, hasta hoy ni siquiera he podido revivir tu paradigma. Quiero mostrar públicamente, en este día, mi agradecimiento frente a la Comunidad que de buen grado me confiaste. Toda la profundidad, siempre respetuosa, de mi cariño.  Discipulum esse oportet similem magistro”. Quod ad me attinet, bene scis, magister, quid apud me significes. Lectiones quotidianae ad vitam me tuae confixerunt in classicarum humanitatum ludo. Multos habui praefectos, sed ipse fuisti mihi disciplina, amicos veros sed tu ipse dux. Plurimis magistris sapientibus atque egregiis usus sum, sed in viis eorum tu ipse paedagogus discendi. Meas debilitates praeterea intellexisti, maxime menda sustulisti mea, coluisti personam, et possibilitatem altam de radice revellisti. Mihi dedisti quod nunc sum. “Discipulum esse oportet similem magistro”. Adhuc tamen paradigma tui reviviscere nec potui. In oculis omnium, mihi mutua gratulatione et recognitione ostendere fungor.  Hodie praesertim ante academiam quam bene fidisti mihi: reverentia sempiterna ex imo corde, carissime magister”. Más detalles véase mi libro Oratio de sacerdotis natura, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, Pue; 2011, pp. 66-68.

[43] Aquí hago una paráfrasis aludiendo a la reflexión sobre el amor y la comunicación que da la doctora Claudia Patricia Cristancho Torres, en correspondencia con el autor de esta disertación, Boyacá, Colombia, 12 de junio de 2015.