La sabiduría y el humanismo a través de la escuela – Juvenal Cruz Vega
¿Es el humanismo una ideología o una sabiduría perenne, que orienta al ser humano? ¿Ha pasado de moda el Humanismo? Humanismo y sabiduría, dos puntales de la relación entre el maestro y el alumno.
La sabiduría y el humanismo a través de la escuela.[1]
Exordio
Ὥσπερ γὰρ ἄνθρωπος ἀποδημῶν ἐκάλεσεν τοὺς ἰδίους δούλους καὶ παρέδωκεν αὐτοῖς τὰ ὑπάρχοντα αὐτοῦ, καὶ ᾧ μὲν ἔδωκεν πέντε τάλαντα, ᾧ δὲ δύο, ᾧ δὲ ἕν, ἑκάστῳ κατὰ τὴν ἰδίαν δύναμιν, καὶ ἀπεδήμησεν. εὐθέως. Πορευθεὶς ὁ τὰ πέντε τάλαντα λαβὼν ἠργάσατο ἐν αὐτοῖς καὶ ἐκέρδησεν ἄλλα πέντε· ὡσαύτως ὁ τὰ δύο ἐκέρδησεν ἄλλα δύο. ὡσαύτως ὁ τὰ δύο ἐκέρδησεν ἄλλα δύο. ὁ δὲ τὸ ἓν λαβὼν ἀπελθὼν ὤρυξεν γῆν καὶ ἔκρυψεν τὸ ἀργύριον τοῦ κυρίου αὐτοῦ.
Esta parábola trata de un hombre que al salir de viaje, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda; a uno le dio cinco talentos, a otro dos, y al tercero le dio uno; a cada uno según su propia capacidad, y luego se fue. En seguida, el que recibió los cinco talentos, se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco; del mismo modo el que recibió los dos talentos, ganó otros dos; pero el que recibió un talento se fue a cavar un hoyo en la tierra, y ocultó el dinero de su señor.
Parábola de los talentos: Mt. 25, 14-18
De mi máxima consideración a mi maestro y gran amigo, el padre Herminio Vázquez Pérez. Quien desde 1989 conoció mi cercanía al humanismo clásico y cristiano y a otros grandes maestros que han dejado huellas imborrables en mi espíritu.
El autor
Salutatio
Agradezco profundamente la invitación que me ha hecho la Universidad Nacionalista México de la ciudad de Oaxaca en comunión con otras instituciones para participar en este acto académico. Singularmente agradezco al Comité Organizador del Primer Encuentro Nacional de Filosofía, titulado “La sabiduría: divulgación filosófica”.
Muchas gracias al doctor Eduardo Contreras García, Rector de la Universidad Nacionalista México; igualmente a la maestra Citlali Itandehui Contreras García, Directora General del Colegio de esta misma institución. También saludo a todos los embajadores de este Encuentro Nacional de Filosofía, porque a decir verdad, todos hemos hecho una sinergia, una analogía y un eclecticismo analógico.
Hoy me da harta emoción poder compartir mi experiencia como docente y como investigador de las lenguas clásicas y de la filosofía. Más al ver que este “Encuentro Nacional” está estructurado de una forma interdisciplinaria, tal como lo he podido advertir al revisar el programa de este suculento banquete.
Así, pues, como dije arriba es una alegría inmensa poder compartir un trabajo, cuyo proyecto es original, porque nació desde México para el mundo.
Advertencia
En esta disertación he reunido muy apretadamente varios de mis artículos y conferencias que he ajustado para este Encuentro Nacional y que he titulado: La sabiduría y el humanismo a través de la escuela, en la cual hago una diacronía y una sincronía de las dos palabras que forman el corazón de la filosofía y de las humanidades: la sabiduría y el humanismo.
En primer lugar haré una revisión sucinta y sinóptica de lo que he venido exponiendo sobre el humanismo. Luego haré una exégesis de las palabras sabiduría y conocimiento en la relación alumno y maestro. En tercer lugar, hablaré de ideario del humanismo a través de la escuela. Y cierro por último, con un tema al que he titulado perspectivas del humanismo: filantropía, sabiduría y virtud. Es menester aclarar que esta conferencia forma parte de mi libro, todavía inédito: La virtud y el talento de ser maestro.
Revisión sucinta y sinóptica del humanismo
En las últimas disertaciones que he venido elaborando y dictando en instituciones públicas y privadas, y también en conversaciones en los medios de comunicación, se me ha cuestionado sobre la polisemia y sus relaciones semánticas de la palabra humanismo; incluso hasta en forma de murmuración y algunos hasta de burla, se me ha referido, al ver que la mayor parte de instituciones, religiones, partidos políticos, líderes, conferenciantes, etnias, pueblos y naciones se declaran “excátedra”, “humanistas”, lo sean o no.
¿Qué es, pues, el humanismo? Es una palabra tan añeja como el mismo hombre: clásica, medieval, renacentista, moderna y posmoderna; griega, latina, europea, latinoamericana, prehispánica y mexicana. El humanismo es una palabra mundial, cotidiana, rica en significado, en vida, propuestas, valores, conocimientos, instituciones, pueblos y naciones. Es una palabra culta por sus fuentes literarias; semiculta por el uso impreciso en los medios académicos: y popular porque allí se reduce a pragmatismo, relativismo y varios relativismos.
Si miramos el humanismo desde México actual para el mundo a través de la memoria histórica, pasaremos por varias tradiciones desde las escuelas y las fuentes de la tradición humanista en sus vertientes concretas; históricamente desde el México contemporáneo, la Reforma, la Nueva España, el Concilio de Trento en la Iglesia Católica, el Renacimiento, Constantinopla o la escuela medieval y escolástica, la Latinidad o Humanitas, la Helenidad de Alejandría, hasta la paidéia en la época de oro de Atenas, y si se puede más allá de nuestras fronteras históricas y culturales, mejor aún.
La frase inmortal del trágico romano Terencio Afer vuelve a resonar en las aulas de nuestras escuelas y en los micrófonos de la radio y la televisión, en las conferencias y en los foros, coloquios, banquetes, simposios y congresos: Homo sum, humani nihil a me alienum puto. (Hombre soy, y pienso que nada de lo humano es ajeno para mí).
De una manera sucinta lo recuerda con tanta belleza el poeta mexicano Alfonso Reyes Ochoa, quien al escribir sintetiza esa historia: “Viaja la cultura, no se está quieta, por tres siglos funda sus cuarteles en Atenas; por otros tres siglos en Alejandría; madura por otros cinco en Roma; ocho reposa en Constantinopla. Y al cabo se difunde por el Occidente europeo, para después cruzar los mares en espera de la “hora de América”, hoy más apremiante que nunca”.[2]
Tomando en cuenta la reflexión de los grandes maestros del humanismo y a partir del esquema que nos muestra el humanista mexicano Alfonso Reyes se puede hacer una reflexión del humanismo en tres vertientes originarias: la filantropía, la sabiduría o el estudio y la virtud[3].
Es el humanismo histórico que comienza con la paideia, la humanitas, la schola y lo que se llama originalmente humanismo después del Renacimiento. Por eso una de sus fuentes primarias es la Tradición que implica varios elementos: lengua, cultura, religión, literatura, géneros literarios, escuela, ideario, maestro, discípulo, valores, virtudes, pensamientos, arte, educación, comunicación, enseñanza, aprendizaje, etcétera.
Lo más granado y simbólico de Occidente es el humanismo histórico. Dirán algunos, radical. Sí, pero en sentido amplio, porque el humanismo radical va a la raíz de los problemas, a la causa originaria y a la fuente de la sabiduría. Y en este sentido el auténtico humanista es un filósofo, un amante de la sabiduría, un enamorado de Dios, porque ama la sabiduría, y por eso su vida es una amorosa búsqueda, es un compromiso total, es una decisión desinteresada e inacabable, es una vocación al ser. Si la filosofía es un saber que empieza en cada filósofo, en cada persona, pues la filosofía nace de la persona, es un vivir, es la armonía de los diversos estratos que constituyen al ser humano. Si es filósofo, ama la sabiduría. Y esa virtud lo hace que sea un hombre sabio, o un hombre grande. El auténtico humanista va a las fuentes originarias, a través de las lenguas originarias y originales.
El humanismo no defiende un radicalismo en sentido despectivo y politizado, monosémico, nominalista y univocista, sino que reflexiona profundamente, un poco con el estilo de la fenomenología que permite ir a las cosas mismas, al fondo de los problemas para buscar, profundizar y analizar lo más hondo del ser humano a través de la raíz de las cosas.
El mismo humanismo, si fuera una persona se defendería al escuchar esta palabra por todos lados. Y diría: “yo soy diferente al filósofo de academia, al ratón de biblioteca, que sólo sabe hablar con cuatro colegas de cuatro arcanos, propios de su especialidad. No soy así, porque el humanista debe dialogar con todas las fuentes, los géneros literarios y con todas las vertientes del humanismo, o si se prefiere con todas las razas, pueblos y vertientes filosóficas.
Así pues, refiriéndome al esquema del humanismo, al que aludía arriba: filantropía, sabiduría y virtud. Puedo decir lo siguiente. La filantropía, además de una cierta bondad y una benevolencia común entre todos los hombres, es una misericordia a los pobres, olvidados, abandonados, incomprendidos y no aprovechados. Es una sabiduría viva que se trasmite de persona a persona, de “tu a yo y de yo a tu”, para que los valores se hagan un nosotros. Esa sabiduría es la helikía de la que hablan los siete sabios de Grecia, de la que habla san Lucas cuando se refiere al crecimiento de Jesús, es la aetas de la que vierte san Jerónimo en la Vulgata, es la sabiduría que se asimila con la edad a través del crecimiento en la casa y en la familia, en la cual los maestros son los padres y los discípulos son los hijos. Es la vida concreta y existencial de una persona y de un personaje, que no se reduce a mera cronología y estadística. Así como sugiere el doctor Guillermo Hernández Flores, cuando se refiere a la perspectiva vital de un ser humano: “La vida habla en la biografía de los hombres. Sin embargo, pobre es su comprensión cuando son sólo datos y fechas el texto de su lectura. A la vida hay que leerla siempre como entre líneas, menos como quien calcula y más como quien adivina el misterio. El complejo espacio-temporal no es, al menos no todo ni el más determinante, el verdadero texto de la vida humana. Débense intuir los veneros profundos para los que la vida se manifiesta en una peculiar biografía”.
En cambio, la sabiduría o la sophía es el conocimiento de la escuela que viene a profundizar mayormente a la filantropía. Es el estudio, de las ocho tradiciones históricas, simbólicamente expresadas con la sophía, la sapientia y la ciencia, es decir aquellas vertientes a las que se refirió Alfonso Reyes en su “Crítica de la edad ateniense (600 a 300 a. C.)”. Si le agregamos la formación de las lenguas clásicas, de las lenguas modernas y de la filosofía, el humanismo es más amplio, porque es lo que nos legó Occidente. Y si lo miramos retomando nuevas teorías, donde se integre al hombre con otras perspectivas, se reintegra la actividad humana a la actividad intelectual, y así la filantropía deja de ser un simple altruismo o un amor al hombre abstracto y empobrecido. El estudio le da mayor reflexión y entonces el humanismo se hace teórico-práctico, es decir, se hace una praxis, aplicada a la vida concreta del ser humano, más aún, se hace una inculturación.
La sabiduría divina no viene a contradecir las dos partes anteriores, más aún, viene a darles plenitud. Porque el hombre no está aislado, no sólo es existencia, vivencia, un ente biológico o un ser pensante que perfecciona su sabiduría en la escuela a través de la erudición. Es lo más perfecto que hay en la naturaleza, es imagen de Dios, porque tan infinitamente regalador es Dios, que decide tomarse a sí mismo como modelo para crear al hombre, a fin de que éste se parezca a Él y de este modo conferirle la máxima dignidad y honra. Dios se regala a sí mismo. Hay un hermoso fragmento del filósofo español Carlos Díaz al respecto: “A partir de ese momento el ser humano se convierte en imagen de Dios, tiene aire de familia divina. ¿Para qué? Para que quien vea al hombre pueda imaginar analógicamente a Dios. Para que quien piense en Dios pueda pensarlo a través del hombre”
Visto así, el humanismo puede llevar consigo una seria axiología, fundada en la filosofía del hombre, en la metafísica y en la filosofía de absoluto. El valor de la persona y el valor del amor que sostiene el núcleo del humanismo, le da un sesgo eminentemente profético, porque los valores si son humanos y universales, han de ser trascendentes y nunca conocerán la decadencia.
En síntesis, una noción del humanismo más actual, podría ser una vertiente que unifique a otras vertientes, que integre, que haga sinergia en todos sus puntos de vista, que sume, multiplique, analice y sintetice. Algo así como el humanismo analógico que sugiere Mauricio Beuchot, cuando dice: ““El humanismo vuelve cada vez más fuerte. A pesar de las críticas de Heidegger en su Carta sobre el humanismo, discípulos suyos, como Ernesto Grassi, se han opuesto al maestro. Se ve la necesidad de un nuevo humanismo. Desde mi perspectiva filosófica, tiene que ser un humanismo analógico, que no vaya contra la ciencia-técnica, pero que rescate los valores más altos del ser humano, que es lo que ahora nos hace tanta falta”.[4]
Sabiduría y conocimiento en la relación alumno y maestro
En esta segunda intervención me apoyaré de la lectura de dos autores grandes del pensamiento occidental: Aristóteles y san Agustín. El primero tomado de la Metafísica, y el segundo, de las Confesiones.
Veamos y deleitémonos con Aristóteles
Πάντες ἄνθρωποι τοῦ εἰδέναι ὀρέγονται φύσει. Σημεῖον δ’ἡ τῶν αἰσθήσεων ἀγάπησις. Καὶ γὰρ χωρὶς τῆς χρείας ἀγαπῶνται δι’αὑτάς, καὶ μάλιστα τῶν ἄλλων ἡ διὰ τῶν ὀμμάτων. Οὐ γὰρ μόνον ἵνα πράττωμεν ἀλλὰ καὶ μηδὲν μέλλοντες πράττειν τὸ ὁρᾶν αἱρούμεθα ἀντὶ πάντων ὡς εἰπεῖν τῶν ἄλλων[5].
Ahora demos su turno a san Agustín:
Magnus es, Domine, et laudabilis valde. Magna virtus tua et sapientiae tuae non est numerus. Et laudare te vult homo, aliqua portio creaturae tuae? Et homo circumferens mortalitatem suam, circumferens testimonium peccati sui et testimonium, quia superbis resistis? Et tamen laudare te vult homo aliqua portio creaturae tuae. Tu excitas, ut laudare te delectet, quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te. Da mihi, -Domine, scire et intellegere, utrum sit prius invocare te an laudare te et scire te prius sit an invocare te[6].
De estos dos fragmentos examino algunos elementos que pueden utilizarse en el currículo de las humanidades y de las ciencias modernas. Por ejemplo del verbo scire se compone el verbo discere, cuyos significados más comunes son estudiar, aprender, saber y conocer. También puede confrontarse el verbo griego εἰδέναι y un sinónimo suyo μανθάνω, que significan conocer y saber. Se trata pues, de un conocimiento superior, propio del entendimiento humano. De la palabra discere se construye el término discípulo–discipulus, es decir, alguien que su oficio es estudiar o conocer. Igualmente del verbo griego μανθάνω, de la segunda raíz μαθ, se compone la palabra discípulo o alumno, que en griego es μαθητής, porque como se dijo arriba, su oficio es estudiar o aprender[7].
Aristóteles en su metafísica diserta sobre el apetito natural que el hombre tiene del saber- εἰδέναι: Πάντες ἄνθρωποι τοῦ εἰδέναι ὀρέγονται φύσει. La versión latina lleva consigo el correspondiente de εἰδέναι, es decir, scire: omnes homines scire natura desiderant. También san Agustín al inicio del primer libro de sus Confesiones utiliza el verbo saber o scire, mientras deja correr la pluma al decir: Da mihi, Domine, scire et intellegere, utrum sit prius invocare te an laudare te et scire te, prius sit an invocare te.
Así pues, los verbos en las tres lenguas: saber, conocer, estudiar, scire, εἰδέναι y μανθάνωsimbolizan un conocimiento especial, propio del entendimiento humano, un conocimiento superior y fundamental, en el cual se reúnen aquellas majestuosas palabras de la tradición educativa: παιδεία, helenismo, humanitas, latinitas, romanitas, cultura y humanismo. Mejor aún, σοφία, sapientia y ciencia[8]. En este sentido es magistral Aulo Gelio, porque sintetiza lo más granado del humanismo grecorromano, y sobre todo, fundamenta la noción de lo que será el humanismo medieval y renacentista, como puede leerse en el siguiente texto: “Qui verba latina fecerunt quique his probe usi sunt humanitatem non id esse voluerunt quod vulgus existimat quodque a Graecis φιλανθρωπία dicitur et significat dexteritatem quandam benivolentiamque erga omnis homines promiscam, sed humanitatem appellaverunt id propemodum quod Graeci παιδείαν vocant, nos eruditionem institutionemque in bonas artes dicimus. Quas qui sinceriter percupiunt adpetuntque hi sunt vel maxime humanissimi. Huius enim scientiae cura et disciplina ex universis animantibus uni homini data est idcircoque humanitas appellata est[9].
El eminente filólogo y jurista español Álvaro D´ Ors escribe sobre la παιδεία y la humanitas, refiriéndose al texto de Aulo Gelio: “estas palabras deben interpretarse en sentido amplio de cultura enciclopédica, que para los romanos comprende, además de aquellas primeras doctrinas (gramática, poética, retórica, geometría, aritmética, música y gimnástica), unos conocimientos superiores de índole jurídica, religiosa, político-militar y filosófica, vinculados entre sí para formar una unidad armónica, fundamento de la verdadera cultura y capaz de configurar, sobre el presupuesto de sus dotes naturales eminentes, el arquetipo humano aureolado de aquel nescio quid praeclarum ac singulare”[10].
En esta misma línea el doctor Víctor José Herrero escribe: “hay un discurso de Cicerón el Pro Archia, que todo él no es más que un pretexto para entonar un canto de alabanza en honor de esa humanitas, palabra que emplea repetidas veces a lo largo de toda la obra. Para los romanos, la humanitas era, en líneas generales, la paidéia de los griegos, o sea, el estudio de las letras, de la música y de la gimnasia, pero con un sentido aún más amplio que abarcaba incluso el conocimiento de todas las artes liberales”[11].
Maestro Juvenal Cruz Vega Maestro Juvenal Cruz Vega y Maestro Pedro Rodrigo Soto Jiménez Maestro Juvenal Cruz Vega
Grecia y Roma juntas han inspirado el pilar más grande del pensamiento por medio de la παιδεία y de la humanitas. Las dos culturas se deben mucho una y otra, las dos se necesitan. Sólo así tiene plenitud y compresión lo que bellamente había expresado el poeta Horacio: Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit agresti Latio: Grecia capturada atrapó a su rudo conquistador e introdujo las artes en Lacio salvaje[12].
Es verdad que Roma antigua y el imperio romano han desaparecido, pero no su obra, porque han quedado muchos inventos suyos, pensamientos, obras de arte, escuelas, tradiciones y costumbres heredadas. Este pueblo ejerce una gran influencia en nuestras costumbres y pensamientos. Empleamos un sistema de gobierno basado en sus leyes, costumbres y valores; también en los días de la semana y en el estilo arquitectónico de los edificios, el calendario, los nombres de los planetas, los números romanos, el sistema de pesos, medidas y monedas, el modelo de ciudad, forma de gobierno, el senado, el consulado, la tribuna, el derecho y muchos aspectos culturales que han recogido diversos sectores como el pueblo, la familia, la escuela, el gobierno y la iglesia cristiana. No todos los académicos han visto un gran legado de Roma, algunos han querido separar las dos grandes culturas, por ello se ha dicho que los romanos fueron esencialmente un pueblo imitador, y que su papel en la historia, de la civilización europea fue el conducto a través del cual la cultura griega pudo llegar hasta la era cristiana. Irónicamente, este punto de vista es una herencia de los romanos, en el más sabio de los cuales encontramos una sutil mezcla de orgullo y de modestia. Todo el mundo les concede grandeza militar, aunque esta admisión va frecuentemente acompañada de una condena moral; pocos niegan la gran calidad de su poesía, y en general se reconoce que sobresalieron en ingeniería, jurisprudencia y en el sistema de alcantarillado. Algunos les concederían un poco más. En pleno auge de la grecomanía, en 1821, Shelly escribió en el prefacio a Hellas: “todos somos griegos, nuestras leyes, nuestra literatura, nuestra religión, nuestras artes tienen sus raíces en Grecia. Sin Grecia, Roma, la maestra, la conquistadora, la metrópoli de nuestros antepasados, no habría difundido con sus armas la ilustración, y seríamos aún salvajes o, lo que es peor, podríamos haber llegado a un estado de institución social tan estancado y miserable” [13].
Hay abundante contenido en aquello que el poeta Horacio decía de los griegos y en lo que el cristianismo asimiló de las dos culturas avanzadas en el proyecto de la cultura y de la civilización. Pedro Gasparotto tiene una magnífica cita al respecto: “Graecia capta ferum victorem cepit, es decir, Grecia conquistada, conquistó al feroz vencedor: helenización de Roma; entra en Roma la filosofía griega; se difunden en todo el imperio los cultos religiosos orientales con su cultura y su literatura. Los romanos tenían actos de culto en varias lenguas. Mientras Grecia venció a Roma en el campo cultural y literario, el judaísmo y el cristianismo vencieron a Grecia y a Roma en el campo religioso, metafísico y ético, cambiando profundamente la historia religiosa de Occidente europeo. El cristianismo encontró en la organización del imperio y en el ambiente helenístico unos factores muy favorables a su difusión. Pero la política y la cultura tradicional pagana opusieron una feroz resistencia, que se volvió frecuentemente persecutoria, antes de sucumbir definitivamente”[14].
De esta forma puede apreciarse mayormente una noción amplia de humanidades, de humanismo y de ciencias humanas. A partir de la palabra humanitas y de los términos con los que hemos hecho armonía se desarrolló más tarde la noción de humanidades, cuando los franceses acuñaron esa palabra, del genitivo singular de humanitas, es decir, humanitatis, con lo que se denotan los grandes géneros de las letras clásicas a saber: poesía, filosofía, biografía, oratoria, épica, tragedia, comedia, historia, medicina, prosa, botánica, política, fábula etc. Por eso puede hablarse de las fuentes de las humanidades, que no son otras, sino las obras redactadas en griego y en latín, y por analogía, las obras redactadas originalmente en hebreo, sánscrito, náhuatl y español[15].
Pero volviendo a la idea anterior, de hacer exégesis de la palabra, pasemos al estudio de otras palabras que van del saber al enseñar. Por ejemplo, el verbo docere, del cual se componen las siguientes palabras: docente, doctor, doctrina y docto. La enunciación del verbo da mayor idea: doceo-doces-docere-docui-doctum: enseñar, instruir, anunciar, hacer saber. Su correspondiente en griego es el verbo διδάσκω: enseñar (algo a alguien) instruir, informar, declarar, explicar, aconsejar. También de esta raíz se componen las principales cualidades del docto, del magister, del διδάσκαλος como la doctrina, la ciencia, la docencia, el arte (διδασκάλιον), o la enseñanza, la instrucción, la lección, el ensayo, el magisterio o el oficio del docente (διδασκαλία y διδαχή). De aquí se puede reputar que la docencia, la doctrina, el magisterio y la sabiduría son los principales aspectos intelectuales del maestro. Por eso el maestro tiene conocimientos superiores, esto es, scire, εἰδέναι y μανθάνω, de ahí pasa al segundo plano, de scire y discere, de εἰδέναι y de μανθάνω a docere y a διδάσκω. Desde esta vertiente puede llamarse al maestro: radical, porque es un buscador de raíces, pues va al fundamento de las palabras y de las cosas, porque las explica y las enseña con verdad y con cariño a sus discípulos, es en sentido amplio un humanista[16].
En la tradición de la educación, el alumno aprende en la escuela un conocimiento nuevo, de ahí que la palabra discere, sea igual a la expresión rem novam cognoscere. El conocimiento nuevo se aprende en la escuela y comienza con el trivium, el quadrivium y el estudio de la lengua latina, luego con mayor madurez se eleva al estudio de alguna de las artes superiores y el conocimiento de la lengua griega con un maestro al frente; inspirándose en el espíritu griego de la época clásica, se puede aducir que, cuando pasaban a la escuela superior, los discípulos iban bien formados en las artes liberales, sobre todo, bien versados en la lengua griega. Ya con esa conciencia de estudio había discípulos deseosos de instruirse alrededor de un maestro bien preparado, famoso y talentoso, tanto en filosofía, retórica, medicina, como en la misma gramática[17].
Para actualizar esa fracción de la historia es digno de recordar la aportación sugerente de Mauricio Beuchot, cuando se refiere a la mímesis como una forma ejemplar de la enseñanza: “la mímesis o imitación fue un principio en la educación clásica. Uno comenzaba imitando a un gran escritor, y después se lanzaba a crear. Yo veo que todos hacemos eso. Primero imitamos a alguien, de manera no servil, sino libre, y cada vez se hace más autónoma, hasta llegar a la creatividad del individuo. Pero esta última se da mejor mientras más se tuvo un aprendizaje modesto y atento”.
La exhortación de Mauricio Beuchot la veo patente en otra época, por ejemplo, el gran latinista poblano David López Jiménez, hace referencia de la forma de enseñanza en los años treinta en Ciudad Serdán, Puebla: “en ese tiempo yo era un niño de diez o doce años, la enseñanza se aprendía y se ejercitaba por mímesis, consistía en la imitación del maestro. A partir del texto de un autor latino de la época clásica o de la época tardía, se extraía el vocabulario, la fonética y sobre todo, la sintaxis. Era un estudio donde se asimilaba la ortografía, la caligrafía y la memorización de los textos; además iluminábamos la lección con la técnica de la pintura que se nos daba de una forma magistral. Las clases eran en latín y en español mientras el oído se acostumbraba a todo el repertorio de la latinidad. Ya desde ese tiempo íbamos comprendiendo que la lengua latina prepara y ejercita la mente para pensar correctamente”.
Habiendo examinado estos dos fragmentos magistrales de Aristóteles y de san Agustín, y a partir de los pensamientos que nos han entregado los autores aludidos, principalmente, Alvaro D´ Ors, Pedro Gasparotto, Carlos García Gual, David López Jiménez y Mauricio Beuchot, puede apreciarse el tipo de conocimiento propio de las humanidades y del contenido fundamental del humanismo. De lo cual se deduce que todos estos pensamientos, nos orientan y nos dicen a cada rato de qué tipo de conocimiento es la filología, la hermenéutica, la exegética, la gramática, la filosofía, la metafísica, la ontología, la ética, la antropología, la teología, la lingüística, la pedagogía, es decir, todo el conocimiento que exige el estudio y la enseñanza de una lengua.
El Humanismo La sabiduría Universidad de Oxford Universidad de Bolonia
De este modo, puede apreciarse una mayor especulación para reconstruir una teoría que implique la formación del alumno y la reformación del maestro. Con las siguientes sentencias se puede captar mejor la intencionalidad de esta disertación: estudiar para enseñar, enseñar para entender; y estudiar, enseñar y aprender para servir mejor a la patria y a la humanidad”. Por eso, nuestra propuesta sugiere que un maestro debe tener una buena formación, un ideario, un programa y un proyecto, pues sólo así podrá asimilar la sabiduría y la vocación que requiere la enseñanza, y sobre todo, podrá absorber el secreto que hay en el fondo de la sentencia latina, la cual forma el principio de la verdadera educación y que recogió de la tradición clásica el escritor romano Décimo Junio Juvenal: Maxima puero debetur reverentia[18]. La clave de una buena educación está en la formación de buenos profesores. Así pues, empecemos, pero desde la raíz hasta el techo.
Esto se puede ir digiriendo con el tiempo, con la sabiduría, con la experiencia, en la vida, en el aula y en el diálogo con los alumnos. Hay una hermosa paráfrasis latina inspirada en san Juan evangelista que nos hace pensar que una obra seria se entiende con mayor ahínco hasta la vejez: Cum iuvenis eras te ipsum cingebas, cum autem senex fueris alter te cinget[19].
De toda esta exposición tomo algunas ideas eje con el fin de rehacer una noción amplia y fuerte del humanismo, y aquí amplío más la noción de humanismo con la que empecé en esta disertación. Yo entiendo el humanismo como la evolución, la actualización y la asimilación del espíritu de la paidéia, la humanitas, la cultura medieval, el humanismo, el pensamiento novohispano y el humanismo cristiano con sus características fundamentales: escuela, lengua, literatura, plan de estudios, ideario, maestro, discípulo, valores, costumbres, pensamientos, etcétera. Varios mundos en uno solo: Grecia, Roma, el cristianismo, la patrística, la escolástica, el Renacimiento, el humanismo, el mundo prehispánico, la nueva España y México independiente.
El humanismo es en parte la filología y la literatura, es en sentido amplio litterae y grámmata, algo así como lo que entienden por literatura muchos alemanes contemporáneos, esto es, diversos tipos de manifestación escrita, sea histórica, religiosa, científica, filosófica y artística, para no reducir y empobrecer la literatura y las letras, a poesía, cuento, novela, fábula y narración, tal como lo presenta la mayoría en la actualidad[20].
En sentido académico, el humanismo es aquello que muchos estudiosos han llamado letras clásicas, humanidades, cultura y muchas realidades estrechas que tienen que ver con los autores y con los libros más considerados de la historia del pensamiento. Así fácilmente podemos estar de acuerdo con lo que escribe el doctor Carlos García Gual de la Universidad Complutense de Madrid al examinar con detalle lo que significa el término clásico. “Clásicos son los autores y los textos que han perdurado en el naufragio incesante del tiempo, escapando de la oscuridad, el polvo y la desidia de los siglos. Representan esos textos lo que Schopenhauer llamaba la literatura permanente, frente a la enorme masa de los libros de efímero consumo. Clásicos son los que se resisten a ser engullidos por el vasto olvido. De ellos unos se han mantenido siempre a flote y otros han vuelto, como Jonás, regurgitados del vientre de la ballena, pero firmes y frescos después del largo encierro. En palabras de J.L. Borges, clásico no es un libro que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad. Son, en efecto, los lectores, los muchos y renovados lectores quienes vienen a confirmar a lo largo de algunas generaciones la calidad sólida de un texto clásico. Y está bien recordar que en esa lealtad reiterada y secular hay siempre un aspecto histórico y subjetivo. Y que, junto a los clásicos universales, hay clásicos nacionales y hay además unos clásicos particulares y más personales. Cada lector tiene sus propias preferencias entre ellos; distribuye sus simpatías y elige a sus amigos de verdad. Pero todos los clásicos están avalados por su largo prestigio y arraigados en una tradición, antes recordada y reavivada en la formación escolar. Son esos libros que una persona de sólida formación cultural según las normas debería leer y haber leído. Son los que los retóricos citan y muchos hipócritas afirman haber releído, y que uno, para quedar bien, desearía tener leídos o se promete que los leerá alguna vez. Como escribió Calvino. Constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero también una no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos. Los grandes clásicos tradicionales, los clásicos de siempre y, por antonomasia, en todo nuestro mundo occidental, los que tienen más siglos de supervivencia, los que acumulan comentarios y relecturas y ecos múltiples, los más traducidos y comunes a todos los europeos, son los griegos y los latinos. Están, por decirlo así, en las raíces más hondas de nuestra larga tradición literaria. Aunque haya perdido en la enseñanza universitaria actual el puesto privilegiado y central que tuvieron en la Antigüedad y recobraron en el Renacimiento europeo, y ya no los tengamos como modelos constantes para imitar, siguen conservando su añejo esplendor”[21].
También en parte tomo la noción de humanismo basándome en el ícono de los grandes humanistas, pues muchos de ellos han vivido humanísticamente como solía escribir Marco Tulio Cicerón, porque vivir humanísticamente es vivir con las musas: cum Musis id est, cum humanitate et doctrina. Y en su tratado de Republica leemos de este modo: “si muchos otros llevan el nombre de hombres, solamente lo son los que por medio de las disciplinas liberales han adquirido una cultura conveniente”. Con parecidas apostillas suele explicarnos Cicerón este concepto suyo de la humanitas, que en el sentido más lato era la atención y cultivo de todo lo referente al hombre como ser inteligente, pero descartando toda preocupación escatológica; es decir, era un puro ideal humano, encaminado a la formación del hombre adulto, sin preocuparse grandemente del desarrollo de los jóvenes”[22].
Por su parte Cayo Julio César nos acerca a la simbología del humanismo al referirse a los pueblos de Gallia: Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. Hi omnes lingua, institutis, legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis Garunna flumen, a Belgis Matrona et Sequana dividit. Horum omnium fortissimi sunt Belgae, propterea quod a cultu atque humanitate provinciae longissime absunt [23].
En las instituciones modernas y en la experiencia de los grandes pensadores con frecuencia se hace alusión al valor del humanismo clásico y su fundamento en la educación. El humanista poblano, el padre David López Jiménez, rememora su formación eclesiástica del Seminario Palafoxiano de los años treinta en estos términos: “en la tradición de los estudios eclesiásticos se ha utilizado una rica nomenclatura sobre la cultura, concretamente las palabras latinidad y romanidad, traídas de la literatura latina antigua, pues es el estudio de las artes liberales, inspiradas en las escuelas de Grecia, de Roma, de la Edad Media y que recomendó el Concilio de Trento a través del estudio del trivium y del quadrivium, es decir, gramática, retórica y dialéctica; aritmética, geometría, música y astronomía. Nuestro estudio en el seminario no era tanto, no era ni latinidad ni romanidad. Era una especie de secundaria, pero se llamaba latín y eran tres años de estudio, después venía la formación de la filosofía y por último se coronaba con la sagrada teología”.
El doctor Mauricio Beuchot Puente tiene varias aportaciones al respecto. Pero resplandecen dos de ellas: una sobre su formación en la adolescencia y otra, en la maduración filosófica de su pensamiento. En la primera dice así: “estudié la primaria en la Escuela Carlos Pereira, de los padres jesuitas, en mi ciudad natal. Después entré al seminario Alfonso María de Ligorio, de los padres redentoristas, en San Luis Potosí. Allí estudié el equivalente a la secundaria y la preparatoria. Era en humanidades clásicas, es decir, se nos insistía mucho en las lenguas, la literatura y la historia. Estudiábamos mucho español, latín, griego, inglés y francés. Hacíamos ya desde entonces traducción del latín, sobre todo a Cicerón, Fedro, César y Virgilio. Del griego traducíamos el evangelio de San Lucas y algunos diálogos de Platón”.
La segunda aportación es en su madurez filosófica sobre el retorno del humanismo, tal como ya lo expuse: “El humanismo vuelve cada vez más fuerte. A pesar de las críticas de Heidegger en su Carta sobre el humanismo, discípulos suyos, como Ernesto Grassi, se han opuesto al maestro. Se ve la necesidad de un nuevo humanismo. Desde mi perspectiva filosófica, tiene que ser un humanismo analógico, que no vaya contra la ciencia-técnica, pero que rescate los valores más altos del ser humano, que es lo que ahora nos hace tanta falta”.
El ideario del humanismo a través de la escuela
De todo lo expuesto puede entenderse el valor que ha hecho el humanismo a través de la escuela, pues así puede apreciarse lo más granado de lo que fue el estudio en la antigüedad y de lo que ha producido en la posteridad. Después de lo dicho, hagamos pues, memoria histórica de esta parte del hombre occidental. En Grecia había escuelas en cada ciudad, las principales estaban en Atenas. Según el criterio de los atenienses en tiempos de Sócrates y de Pericles tres propósitos debía tener todo ateniense: la prosperidad de su hogar, la castidad de su hija y la educación de su hijo.
La escolarización comenzaba con un profesor llamado grammatístes, quien enseñaba a los niños matemáticas básicas, lo que probablemente significaba poco más que aprender a contar con un ábaco, con los dedos o con guijarros. El grammatístes también enseñaba a leer y sobre todo, a escribir, así como a recitar de memoria pasajes de los poemas épicos de la Ilíada y de la Odisea. La importancia cultural de estas dos obras maestras de Homero, llenas de historias apasionantes y de héroes modélicos, también quedaba reflejada en las lecciones de un segundo curso, cuyo profesor era el kitharístes, o tocador de la lira. Este maestro enseñaba a los niños a cantar y a tocar música haciendo uso de la poesía de Homero, que se cantaba acompañada de la lira. Se creía que entrenando la mente a través de la literatura y la música, el alma del joven sufría una mejora y este se convertía en un recto ciudadano. De la educación física se encargaba un tercer profesor, el paidotríbes, quien desarrollaba cuerpos fuertes y saludables. Al final de la educación formal, las tres disciplinas habían logrado transformar al joven en un kaloskagathós, literalmente, un hombre bello y bueno, el tipo de caballero del que Atenas podía enorgullecerse.
La escuela era privada, no obligatoria y habría que pagar al maestro. La educación básica la componían el grammatístes, el kitharístes y el paidotríbes como se dijo arriba. El padre de familia tenía un pedagogo, cuya función era acompañar al muchacho a la escuela, generalmente era un esclavo, quien debía ayudar al muchacho en las tareas y en la memorización, a veces iba a la escuela para prepararse. Las demás escuelas eran de nivel superior. Había escuelas de leyes, medicina, retórica, filosofía, generalmente alrededor de un gran maestro. La educación era generalmente para varones. En las únicas lecciones que podía participar una chica era en danza y en música. La educación de una chica a menudo se limitaba al aprendizaje de las tareas domésticas, y así ésta, podría ver poco, escuchar poco y preguntar lo menos posible.
La escuela de Grecia pasó a Roma con algunas modificaciones. Ludus es el nombre que se le asignó a la escuela de Roma al final de la República y los cinco siglos del Imperio. En ella se estudiaban las artes liberales, la milicia, la filosofía y la retórica. El modelo de la escuela estaba tomado de Grecia, concretamente de Atenas. Los cursos se organizaban de la siguiente manera: el primer grado de enseñanza era el ludus litterarius, el cual estaba a cargo del litterator, tenía como meta enseñar a leer, a escribir y a contar. El segundo grado era el ludus grammaticus, que estaba a cargo del grammaticus; los alumnos de esta escuela aprendían gramática, naturalmente, pero también leían a los poetas, con todas las explicaciones necesarias (históricas, geográficas, científicas, etc), aprendían sus obras de memoria, las recitaban con la pronunciación correcta y, con ello aprendían a leer con claridad. El tercer grado era el de la enseñanza de la retórica, llamado ludus rhetor, donde los alumnos aprendían a elaborar discursos persuasivos con su maestro el retórico[24].
La escuela grecorromana fue la base fundamental de la inspiración de la escuela medieval, la schola, de ahí se tomó la idea del gran programa de las escuelas, el trívium y el quadrivium, la lengua oficial de la escuela y sobre todo, el ideario que era la formación religiosa, humana, académica y servicio a la patria[25].
La Iglesia católica ha guardado bien la tradición en su más grande ropaje, quiere decir, que venía conservando bien la cultura occidental, porque hasta hace unos cincuenta años tenía en el plan de estudios eclesiásticos parte de esa formación: Previa, latinidad, filosofía y teología. La primera etapa era algo así como la primaria, algunas diócesis la cambiaron por alguna escuela similar, por ejemplo Puebla en 1944, suplió la previa por las escuelas apostólicas, obra del tercer arzobispo de Puebla, monseñor Pedro Vera y Zuria y su adjunto monseñor José Ignacio Márquez y Toriz.
La segunda escuela se llamaba latín o latinidad, que era una especie de secundaria y preparatoria. Se estudiaba en ella, la lengua latina tres o cuatro años con un conocimiento interdisciplinario en distintos géneros; también se estudiaba griego, álgebra, historia de la literatura, botánica, rectificaciones de historia patria, música, oratoria y mucha gramática española. Luego venían los estudios de filosofía que eran tres años, en los cuales se llevaba: lógica, ontología, física, química, geometría, trigonometría, anatomía humana, francés, cosmología, psicología racional, cosmografía, psicología experimental, apologética, inglés, filosofía fundamental, canto gregoriano. Finalmente se estudiaba la teología con cuatro años, en ellos se estudiaba teología en todas sus vertientes: fundamental, bíblica, pastoral, litúrgica; hermenéutica, exégesis, griego bíblico, hebreo, náhuatl, historia de la iglesia y derecho.
Actualmente no existen la previa ni la escuela apostólica, se suplieron por la primaria y por la secundaria o como se llama oficialmente en nuestro país, por la educación básica. En algunos lugares se ha conservado el seminario menor, que es el lugar para estudiar el bachillerato o la preparatoria. Se tiene el curso introductorio o propedéutico, filosofía y teología, y se conservan las cuatro áreas de formación sacerdotal: humana, espiritual, académica y pastoral. El área pastoral es similar a lo que los griegos llamaban patria, los medievales lo cambiaron por la expresión iglesia o Dios, los renacentistas y humanistas lo cambiaron por el mérito propio, y la iglesia ha mantenido el ideal de la Edad Media, esto es, el amor a la iglesia o el amor a Dios[26].
El papa Benedicto XVI en uno de sus últimos discursos sobre la lengua latina, usó una frase que produjo mucha polémica en la prensa y que se refiere al tema que estamos abordando; la expresión es la siguiente: Pro Dei amore Latinam linguam discite (estudien latín por amor a Dios). Causó polémica porque muchos periodistas que no entendieron el mensaje del papa creyeron que se trataba de una llamada de atención a los católicos, pues muchos, sin saber sintaxis, semántica y pragmática, y guiados por la simple intuición y su formación autodidacta de la lengua latina, tradujeron aquella oración de esta forma: estudien latín por el amor de Dios. Yo veo que esa hermosa frase alude a la historia de la educación, que parte de Grecia, Roma, Edad Media, Renacimiento, Concilio de Trento y Concilio del Vaticano Segundo. La lengua latina fue la materia de tronco común de la escuela en dieciocho siglos, y en ellos se mostró mejor calidad educativa, lo cual se prueba por la historia y por las fuentes literarias. Por su parte, la escuela moderna o educación laica solamente conserva una de las áreas, la académica, las demás, las ha dejado a decisión personal.
La reflexión profunda sobre el humanismo invita a la meditación sobre la vocación, más que al otium y al simple intelectualismo. Desde su misma raíz, como el verbo voco-vocas-vocare-vocavi-vocatum, cuyos significados más comunes son: llamar, hacer venir, convocar, congregar, reunir, invocar, convidar, atraer, concitar, invitar, exhortar, pedir, provocar. Así, la vocación del humanista es la búsqueda y la posesión de la verdad, porque es un llamado del Ser, implica una dialéctica de insatisfacción y de frustración que nada puede saciar. Esta frustración, es ansia por el Ser e imposibilidad de su conocimiento inmediato y presencial, causa el dramatismo de la vida misma. Esta vocación no es como cualquiera, porque está impulsada por el fundamento, que lo llama insistentemente en su interior, no como un imperativo categórico al estilo kantiano, sino como una invitación al estilo agustiniano, algo así como aquella oblación: “No vayas afuera, regresa hacia ti mismo, porque en el interior del hombre habita la verdad”[27]. Así la vocación, es una integración entre la vida, la experiencia y la contemplación, algo así dice mi maestro Guillermo Hernández Flores de otro también, maestro, Mauricio Beuchot: “la personalidad de Mauricio Beuchot, como se apuntó desde el principio, no se agota ni mucho menos en su ser de pensador y de filósofo, sino comprende, además, la del hombre cuyo horizonte último es la religión; Beuchot es, también, sacerdote dominico, aspecto éste inseparable de aquel otro. Y de aquí precisamente su carácter de símbolo cuya función consiste “en llamar la atención hacia el misterio y conectarlo con él”. Este carácter, sin embargo, ha jugado un doble papel en su experiencia de vida. Convencido, por una parte, de que la experiencia de la verdad es una experiencia del Logos, es decir, de Dios, se sitúa perfectamente en su vocación, que es a la búsqueda y a la contemplación de la Verdad, “la santificación de la inteligencia”, según interpretaba el mismo Santo Tomás el carisma dominico. Y “eso –confiesa Beuchot– es lo que da sentido a mis trabajos y a mi vida misma” [28].
Haciendo una reseña de la historia de la escuela es como puede entenderse aquel superhumanismo del que hablaba en los años cuarenta el gran humanista mexicano Gabriel Méndez Plancarte. Solo así podemos ver y comprender la formación de esos hombres que aportaron mucho al mundo; y en México desde la Nueva España, pasando por el siglo XIX y casi todo el siglo XX, hemos visto hombres ilustres que no aparecieron por generación espontánea como: Emeterio Valverde y Téllez, Ángel María Garibay Kintana, José Plancarte, Hermilo Camacho, Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte, Alfonso Castro Pallares, Jesús Herrera Aceves, Héctor Rogel[29] , Luis G. López, José Sánchez Villaseñor, José Rubén Sanabria, Federico Escobedo, Sergio Méndez Arceo, Bernabé Navarro, Eduardo González Fuentes, Francisco José Cabrera Pérez y Salazar, Tarsicio Herrera Zapién, David López Jiménez, Justino Cortés Castellanos, Guillermo Hernández Flores, Mauricio Beuchot Puente, entre otros[30].
Perspectivas del humanismo. Filantropía, sabiduría y virtud
En esta travesía puede verse que la memoria histórica nos ha dado una aseveración más justa de la perspectiva del humanismo. La parte defectiva y negativa sólo lleva a soluciones superficiales y a vías espinosas. En cambio, en la parte positiva y competente pueden reunirse elementos interdisciplinarios e interculturales edificantes. Con lo expuesto puede hacerse un ejercicio profundo sobre el humanismo, por ejemplo, si tomamos una parte del espíritu de la παιδεία, de la humanitas, de la cultura o del humanismo, y sobre todo, si queremos concurrir en el designio de la educación oficial de México, se ampliará más el horizonte equitativo frente a la crisis mundial en materia de educación y de cultura.
La educación desde la Antigüedad hasta el Renacimiento había pasado por tres momentos: la familia, la escuela y el templo. La primera educación era una filantropía donde la bondad y la benevolencia se aprendían en la casa, mediante la mímesis o con el testimonio del padre y de la madre. La segunda formación era la escuela, donde se asimilaba el conocimiento, discere: rem novam cognoscere, cuyos símbolos eran la σοφία, sapientia y ciencia. El lugar del padre de familia lo tomaba el maestro en la escuela, quien tenía una formación interdisciplinaria bien organizada. Si el maestro sabía iba a formar excelentes discípulos, si el maestro no sabía no debía dar clase. La tercera etapa de la educación era la formación religiosa y espiritual, la cual se aprendía en el templo y venía a fortalecer la educación de la familia y de la escuela y no a contradecirla. El trabajo era una educación completa e integral, lo que podríamos llamar: una buena formación en valores, en el conocimiento y en la virtud.
Si revisamos la historia universal podemos ver coincidencias en la formación indoeuropea, semítica, camítica, monosilábica y aglutinante como puede constatarse en testimonios interculturales de babilonios, persas, hititas, hebreos, egipcios, troyanos, armenios, caldeos, griegos, romanos, cristianos, germanos, romances, eslavos, mesoamericanos y mexicanos. Todas estas culturas creyeron en la capacidad y en el paradigma del padre de familia, del maestro y del sacerdote. Por eso el alumno aprendía los asuntos de la casa, de la escuela y del templo. El historiador Jenofonte siendo griego queda impresionado de la educación de los persas: “Tῶν Περσῶν οἱ παῖδες μανθάνουσι δικαιοσύνην. Οἱ δ’ ἄρχοντες δικάζουσιν παισὶν πρὸς ἀλλήλους ἐγκλήματα καὶ κλοπῆς καὶ ἁρπαγῆς καὶ βίας καὶ κακολογίας. Δικάζουσι δὲ καὶ ἐγκλήματα ἀχαριστίας∙ νομίζουσι γὰρ τοῦς ἀχαρίστους ἀνθρώπους καὶ τῶν θεῶν ἀμελεῖν καὶ τῶν τεκόντων καὶ τῆς πατρίδος καὶ τῶν φίλων. Διδάσκουσι δὲ τοὺς παῖδας καὶ σωφροσύνην καὶ ἐκρατείαν γαστρὸς καὶ πότου. Μανθάνουσι δὲ καὶ τοξεύειν καὶ ἀκοντίζειν”[31].
En este sentido es magistral el evangelista Lucas en su proyecto de presentar la formación del maestro, pues asimiló completamente la tradición, tanto oriental como occidental, al integrar todo el trabajo interdisciplinario y vinculado que debe reflejarse en la verdadera educación: vida, sabiduría y virtud, pues de esta manera puede verse en el siguiente versículo bíblico del gran escritor sagrado: Καὶ Ἰησοῦς προέκοπτεν ἐν τῇ σοφίᾳ καὶ ἡλικίᾳ καὶ χάριτι παρὰ θεῷ καὶ ἀνθρώποις. Al examinar cada una de las palabras del texto aludido puede verse la reunión de la filantropía, la paidéia, la humanitas, la cultura, el humanismo y la virtud. En realidad merece estudiarse todo el apartado de la sabiduría divina, la cual destaca el mismo evangelista, porque en este texto hay muchas virtudes y cualidades que deben tener y aprender el maestro y el estudiante, y que hemos insistido a lo largo de toda la reflexión. Veamos y disfrutemos la lectura de este gran escritor:
“Καὶ ὡς ἐτέλεσαν πάντα τὰ κατὰ τὸν νόμον κυρίου, ἐπέστρεψαν εἰς τὴν Γαλιλαίαν εἰς πόλιν ἑαυτῶν Ναζαρέθ. Τὸ δὲ παιδίον ηὔξανεν καὶ ἐκραταιοῦτο πληρούμενον σοφίᾳ καὶ Χάρις θεοῦ ἦν ἐπ’αὐτό. Καὶ ἐπορεύοντο οἱ γονεῖς αὐτοῦ κατ’ἔτος εἰς Ἰερουσαλὴμ τῇ ἑορτῇ τοῦ πάσχα. Καὶ ὅτε ἐγένετο ἐτῶν δώδεκα ἀναβαινόντων αὐτῶν κατὰ τὸ ἔθος τῆς ἑορτῆς. Καὶ τελειωσάντων τὰς ἡμέρας, ἐν τῷ ὑποστρέφειν αὐτοὺς ὑπέμεινεν Ἰησοῦς ὁ παῖς ἐν Ἰερουσαλήμ καὶ οὐκ ἔγνωσαν οἱ γονεῖς αὐτοῦ. Νομίσαντες δὲ αὐτὸν εἶναι ἐν τῇ συνοδίᾳ ἦλθον ἡμέρας ὁδὸν καὶ ἀνεζήτουν αὐτὸν ἐν τοῖς συγγενεῦσιν καὶ τοῖς γνωστοῖς. Καὶ μὴ εὑρόντες ὑπέστρεψαν εἰς Ἰερουσαλὴμ ἀναζητοῦντες αὐτὸν. Καὶ ἐγένετο μετὰ ἡμέρας τρεῖς εὗρον αὐτὸν ἐν τῷ ἱερῷ καθεζόμενον ἐν μέσῳ τῶν διδασκάλων καὶ ἀκούοντα αὐτῶν καὶ ἐπερωτῶντα αὐτούς. Ἐξίσταντο δὲ πάντες οἱ ἀκούοντες αὐτοῦ ἐπὶ τῇ συνέσει καὶ ταῖς ἀποκρίσεσιν αὐτοῦ. Καὶ ἰδόντες αὐτὸν ἐξεπλάγησαν, καὶ εἶπεν πρὸς αὐτὸν ἡ μήτηρ αὐτοῦ, τέκνον, τί ἐποίησας ἡμῖν οὕτως; Ἱδοὺ ὁ πατήρ σου κἀγὼ ὀδυνώμενοι ἐζητοῦμέν σε. Καὶ εἶπεν πρὸς αὐτούς, τί ὅτι ἐζητεῖτέ με; οὐκ ᾔδειτε ὅτι ἐν τοῖς τοῦ πατρός μου δεῖ εἶναί με; Καὶ αὐτοὶ οὐ συνῆκαν τὸ ῥῆμα ὃ ἐλάλησεν αὐτοῖς. Καὶ κατέβη μετ’αὐτῶν καὶ ἦλθεν εῖς Ναζαρὲθ καὶ ἦν ὑποτασσόμενος αὐτοῖς. Καὶ ἡ μήτηρ αὐτοῦ διετήρει πάντα τὰ ῥήματα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς. Καὶ Ἰησοῦς προέκοπτεν ἐν τῇ σοφίᾳ καὶ ἡλικίᾳ καὶ χάριτι παρὰ θεῷ καὶ ἀνθρώποις” [32].
Platón, el maestro Aristóteles, ‘La Mente’ de la escuela platónica
Esta parte de la disertación pudo haberse titulado: del humanismo clásico al humanismo cristiano, porque éste último tomó las fuentes y la inspiración original del primero, de ahí se comprende lo que se dijo en el desarrollo del trabajo: humanismo, superhumanismo y humanismo auténtico, es decir: Grecia, Roma, Edad Media, Renacimiento, mundo prehispánico, Nueva España y México independiente. Así fácilmente se puede comprender lo que bellamente decía don Alfonso Reyes, al disertar sobre la cultura y sobre el humanismo occidental: “Viaja la cultura, no se está quieta. Por tres siglos funda sus cuarteles en Atenas; por otros tres siglos, en Alejandría; madura por otros cinco en Roma; ocho reposa en Constantinopla. Y al cabo se difunde por el Occidente europeo, para después cruzar los mares en espera de la hora de América, hoy más apremiante que nunca”[33].
No quiero terminar esta parte de la disertación, sin dejar de celebrar, el más grande encomio sobre el humanismo y sobre el humanista en México, el estilo es demasiado severo con las nuevas generaciones que carecen de lo elemental del humanismo. Si el lector lo toma literal, principalmente el universitario, por supuesto que le costará mucho trabajo asimilar este gran legado cultural, más, si lo compara con lo que se tiene por humanismo en las nuevas generaciones; pero si el lector lo ve de una forma analógica, tiene mucho qué aprender, porque el humanismo auténtico invita a la benevolencia, a la erudición y a la virtud. Veamos, pues, un fragmento de la sabiduría de aquel gran pensador mexicano, el inmortal Gabriel Méndez Plancarte:
Tomás de Aquino Tomás Moro
“El humanista auténtico es el hombre que, mediante la asimilación de los más altos valores de la humanidad precristiana y su síntesis vital con los valores supremos del cristianismo, llega a realizar en sí un tipo superior de “hombre” en el que la esencia humana logra florecimiento y plenitud. Para el genuino humanista, el estudio de las lenguas clásicas no es fin sino medio, no meta sino punto de partida, no mazmorra ni cárcel sino ventana luminosa abierta al pasado y ancho camino abierto al provenir. Por el dominio del griego y del latín, el humanista se hace capaz de penetrar en una vasta zona de la cultura humana, cerrada al que no posee aquellas lenguas: desde la Hélade prehomérica que floreció en Creta y en Micenas, Hasta la Edad Media y el Renacimiento italiano, pasando por la Grecia de Platón y de Pericles, por el Helenismo que irradió desde Alejandría, por la Urbe imperial de Horacio y de Augusto, por la Roma cristiana de Pedro y de las catacumbas. No un mundo, sino varios mundos culturales –el griego, el helenístico, el latino, el cristiano—occidental de los quince primeros siglos de nuestra Era, el bizantino-, permanecen casi herméticamente inaccesibles para quien ignora las lenguas clásicas. Pero el humanista no penetra en esos orbes como quien entra en una tumba egipcia y se queda absorto ante la hierática rigidez de las estatuas faraónicas y de las momias que no conservan más que una mueca de muerte que en vano pretende eternizar el gesto y la pulsación de la vida. El humanista va al pasado, pero no se instala en el pasado. Va al pasado sólo para beber en la fuente viva que, bajo los escombros de los siglos bárbaros, sigue manando, indeficiente y eterna como los arquetipos platónicos. Va al pasado para fecundar el presente y alumbrar el porvenir. Lingüística y filología comparada, arqueología y erudición de todo género, son sus auxiliares, pero nada más que auxiliares: instrumentos de trabajo, dóciles servidores subalternos. El mero arqueólogo, el simple lingüística, el puro erudito, no son humanistas sino anticuarios, no son arquitectos sino albañiles. Humanista es quien, sin mengua de la filial devoción a la patria, sabe ser y sentirse “ciudadano del mundo”; sin temor al mentís de la engañosa realidad efímera, sabe creer en la inverosímil pero perdurable realidad: en la victoria final del Derecho sobre la Fuerza, de la persona dueña de sí misma sobre el “hombre—masa” y sobre el dios-Estado, de la Psicología y la Moral sobre la Biología y la Mecánica, del Espíritu libre sobre la esclava Materia, de la Inteligencia ordenadora de Anaxágoras sobre el ciego Acaso de Democrático, de la libertad de los hijos de Dios sobre la oscura tiranía del error y del mal, de la Vida sobre la Muerte. Humanista cristiano es el que cree en la humanidad, caída sí, pero redimida por Cristo y sublimada por su gracia a destinos sobrehumanos y eternos. Porque el humanismo cristiano es un superhumanismo; mas no como el de Nietzsche, orgulloso y anticristiano y utópico, sino como el de Dante, como el de Tomás de Aquino, como el de Fray Luis de León, como el de Luis Vives: superhumanismo o sobrehumanismo teocéntrico, pero hondamente enraizado en el fecundo limo primordial; sobrenatural y naturalismo; nacional y “cosmopolita”—en la dignidad etimológica de esta noble palabra hoy profanada por los trotamundos vacíos-; fiel a la tradición en lo que ésta tiene de perenne y vivaz, pero ávido de nueva luz y transido siempre por uno como temblor de alumbramiento. Humanista es quien, aspirando el perfume de las viejas rosas inmarcesibles, lo acendra y lo transfunde en las rosas juveniles que hoy abren sus pétalos bajo el ojo paterno y siempre joven del sol. A ese tipo de humanistas –no meros “literatos” sino hombres en plenitud—pertenecen los nuestros, desde el patriarca Cervantes de Salazar, discípulo del inmortal Luis Vives, en el siglo XVI, hasta Pagaza a fines del XIX; y a ese tipo queremos acercarnos quienes pugnamos hoy por reencender la antorcha egregia y transmitirla a los jóvenes generaciones mexicanas. Pero ningunos han realizado tan plenamente ese paradigma superior de humanismo como aquella falange de ilustres jesuitas desterrados que, en la segunda mitad del XVIII, maduraron cultura auténtica y visceralmente mexicana e hicieron irradiar sobre el mundo, desde la docta Bolonia, el esplendor del humanismo criollo[34].
Conclusión
Para concluir esta disertación, les quiero compartir una fábula de Esopo en griego y español. Espero que haya sido de su agrado.
Las dos alforjas. Esopo.
Ἀνθρώπων ἕκαστος δύο πέρας φέρει, τὴν μὲν ἔμπροσθεν, τὴν δὲ ὄπισθεν. Γέμει δὲ κακῶν ἑκάτερα∙ ἀλλ’ ἡ μὲν ἔμπροσθεν ἀλλοτρίων, ἡ δὲ ὄπισθεν τῶν αὐτοῦ τοῦ φέροντος.
Καὶ διὰ τοῦτο οἱ ἄνθρωποι τὰ μὲν ἐξ αὐτῶν κακὰ οὐχ ὁρῶσι, τὰ δὲ ἀλλότρια πάνυ ἀκριβῶς θεῶνται.
Τούτῳ τῷ λόγῳ χρήσαιτο ἄν τις πρὸς ἄνδρα πολυπράγμονα, ὃς ἐν τοῖς ἑαυτοῦ πράγμασι τυφλώττων τῶν μηδὲν προσηκόντων κήδεται.
Cada uno de los hombres lleva dos alforjas, una la lleva adelante y la otra, la lleva en la espalda. Cada una de ellas está llena de males. La de adelante está llena de los males ajenos, la de atrás está llena de los males del mismo que la lleva. Y por esto, los hombres no pueden ver los males de ellos mismos, pero pueden ver perfectamente los males ajenos.
[1] En varias partes de la ponencia haré referencia a la entrevista que hice a Mauricio Beuchot Puente titulada: Conversación con Mauricio Hardie Beuchot, publicada en el libro Encuentro con Mauricio Beuchot, Guillermo Hernández Flores y Juvenal Cruz Vega. Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, 2014, 100 pp. Hay que advertir que todos los entrecomillados que aparecen en el texto remiten a la entrevista. Se eliminó la referencia de entrevista para evitar tanta repetición, puesto que me refiero a una sola fuente; igualmente me referiré a otra entrevista que lleva las mismas características: Conversación con el gran latinista David López Jiménez, Cuadernos de Investigación de Filosofía Mexicana y Latinoamericana, número 3, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, de próxima aparición. La idea y la originalidad de este trabajo se debe en gran parte al encuentro con mis discípulos desde la fundación de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, 18 de marzo de 2006. También a la sugerencia de dos de mis maestros, a quienes les debo un gran reconocimiento por su labor como grandes humanistas, a los doctores Justino Cortés Castellanos y Guillermo Hernández Flores. Sin duda, también al entusiasmo del proyecto de formar profesores de mi queridísimo amigo, el padre Ciro Zempoaltecatl Pérez, de la diócesis de Tlaxcala, quien me solicitó en noviembre de 2013 un curso para la formación de profesores en el Centro Escolar México. Sirva este trabajo a la memoria del padre Ciro(1968-2014).
[2] La crítica de la edad ateniense (600 a 300 a. C.), Alfonso Reyes Ochoa, 1941, en Obras Completas, Vol. XIII, FCE, México, 1961. También véase: Por amor al griego, la nación europea, señorío humanista, siglos XIV-XVII, Jacques Lafaye, FCE, México, 2005, p. 21.
[3] En este esquema me refiero a la formación de valores en la familia, en la escuela y en la piedad, siguiendo la tradición de las culturas avanzadas se puede hacer una buena reflexión.
[4] Conversación con Mauricio Beuchot Puente, Entrevista Personal. Universidad Nacional Autónoma de México. México 2010.
[5] Aristóteles, Met; Libro I, 980 a. Todos los hombres desean saber por naturaleza. Por eso, el amor a los sentidos es la prueba. Y en efecto, independientemente de su utilidad, son amados a causa de sí mismos, pero el más importante de los otros, de uno en uno, es el sentido de la vista. Pues no sólo cuando realizamos algo, sino también, cuando no queremos hacer nada, preferimos la vista en lugar de todos, es decir, de los otros sentidos.
[6] Confesiones I, 1-1ss. Grande eres, oh Señor y muy digno de alabanza; grande es tu poder y tu sabiduría no tiene límite. ¿Y el hombre, pequeña parte de tu creación pretende alabarte? Justamente el hombre que al ser revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado, y sobre todo, el testimonio, por el cual, resistes a los soberbios? Y sin embargo, el hombre, una parte de tu creación pretende alabarte. Pues, tú mismo lo despiertas para que se deleite alabándote, porque nos hiciste para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Enséñame, oh Señor, a conocer y a entender qué es primero, si invocarte o alabarte, y si es primero, conocerte o invocarte. Solamente me refiero a la parte final del texto, donde traduzco el vocativo Domine por la palabra maestro, porque éste es un dominus en todos los sentidos: “Da mihi, Domine, scire et intellegere, utrum sit prius invocare te an laudare te et scire te, prius sit an invocare te”: “Maestro, enséñame a conocer y a entender, qué es primero, si invocarte o alabarte, y si es primero conocerte o invocarte”.
[7] En latín aparece un sínónimo de discípulo, que es el término alumno, cuyo origen es el verbo alo, alis, alere, alui, alitum o altum: alimentar, criar, educar, hacer crecer, incrementar, fomentar, alentar, aumentar, engrandecer, fortificar, animar, etcétera. Desde este punto de vista se prueba cómo el alumno adquiere autoridad a través del estudio, es un crecimiento o un aumento que se da por medio del maestro. De ahí que algunos digan que la palabra alumno tiene mayor significación, pues de ser un enanito puede llegar a ser un gigante, pero al lado del maestro. Los verbos augere y αὐξάνω tienen esa significación común, además de que el alumno puede ir creciendo, va adquiriendo autoridad y puede ir auxiliando a otros. El verbo completo da mayor idea en este punto, augeo, auges, augere, auxi, auctum: aumentar, acrecentar, añadir, multiplicar, ampliar, despertar algo que no existía en alguien, desarrollar; todo esto significa convertir a alguien en más fuerte. Del supino auctum se compone la palabra auctor-auctoris: autor, creador, constructor, auxiliador. También se compone la palabra auctoritas-auctoritatis: autoridad.
[8] A estos términos merece agregarse el verbo transitivo e intrasitivo sapio-sapis-sapere-sapii (sapivi, sapui): saber, conocer, tener sabor, tener gusto, tener inteligencia, tener prudencia, saber conocer, comprender. De esta palabra se compone sapientia-ae (f): sabiduría, ciencia, conocimiento, pensamiento, inteligencia, razón, prudencia, juicio, cordura, sensatez, seso, filosofía, entendimiento, pericia, habilidad. El adjetivo es sapiens-sapientis: sabio, conocedor, inteligente, prudente, juicioso, razonable, que tiene experiencia. El sabio es un hombre benevolente, erudito, virtuoso y feliz. Marco Tulio Cicerón tiene una cita hermosa al respecto. Sapiens semper beatus est: el sabio siempre es feliz (Fin. 2, 32, 104). En los números 288 y 391 del método de griego de la Academia de Lenguas Clásicas hay dos hermosas sentencias que profundizan este conocimiento y es similar a nuestro argumento, las cuales quedan así: ἡ τοῦ σοφοῦ ψυχὴ ἡσύχιός ἐστιν (el alma del sabio es tranquila), Τίμιός ἐστιν ὁ χρυσὸς καὶ ὁ ἄργυρος, τίμιωτέρα δὲ ἡ συμβουλία τοῦ φίλου καὶ οἱ ἔπαινοι τῶν ἀνθρώπων τίμιωτάτη δὲ ἁπάντων ἐστὶν ἡ σοφία (Son valiosos el oro y la plata, pero son más valiosos el consejo de un amigo y las alabanzas de los hombres, y aún más, lo más valioso de todas las cosas es la sabiduría). También san Agustín tiene una hermosa cita sobre la sabiduría: Si sapientia deus est verus philosophus est amator Dei: Si Dios es la sabiduría, un auténtico filósofo es un enamorado de Dios. (De civitate Dei, Libro VIII, Cap. I, BAC). Un estudioso de san Agustín escribe respecto a esta sentencia: “la filosofía de san Agustín se centra en el amor, de tal manera que filosofar es amar a Dios. Hoc est philosophari, amare Deum” (Antropología filosófica, José Rubén Sanabria, Porrúa, México, 2000, p. 42). La familia de palabras correspondientes en la lengua griega son las siguientes: σοφίζομαι y σοφίζω: pensar y obrar con astucia, filosofar, engañar. La palabra σοφία tiene los mismos significados que sapientia; igualmente el adjetivo σοφός-ή-όν tiene los mismos significados que su correspondiente sapiens. Toda la sabiduría clásica tanto griega como romana y medieval es rica y trascendente en su contenido. También la nomenclatura de la biblia griega es magistral al respecto. Véase el siguiente pasaje: Ἀρχὴ σοφίας φόβος θεοῦ, σύνεσις δὲ ἀγαθὴ πᾶσι τοῖς ποιοῦσιν αὐτὴν· εὐσέβεια δὲ εἰς θεὸν ἀρχὴ αἰσθήσεως, σοφίαν δὲ καὶ παιδείαν ἀσεβεῖς ἐξουθενήσουσιν. El principio de la sabiduría es el temor a Dios. La sabiduría es buena para todos aquellos que la practican. El principio de la sabiduría es el temor a Dios, pero los soberbios desprecian la sabiduría y la educación. (Prov.1, 7). Hay otros verbos en latín y en griego que significan conocer, pero algunos de ellos se refieren a un conocimiento general o específico. Por ejemplo: nosco, noscis, noscere, novi, notum: conocer, estudiar, comprender, examinar, reconocer, descubrir, instruir. En cambio el compuesto cognosco, cognoscis, cognoscere, cognovi, cognitum, como si fuera en griego γιγνώσκω. Ambos verbos significan: conocer con alguien, conocer con los sentidos, conocer con la inteligencia o con las facultades. Hay en san Lucas un ejemplo en la respuesta de María sobre el tema de la concepción divina. Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco? Πῶς ἔσται τοῦτο, ἐπεὶ ἄνδρα οὐ γιγνώσκω; ¿Cómo puede ser esto, puesto que no conozco varón alguno? Lc. 1, 34. A partir de este contexto doy dos nociones de filosofía para esclarecer más el tipo de sabiduría que conviene estudiar, una es de corte tradicional y otra más moderna de sesgo existencial. La primera dice: Philosophia est scientia omnium rerum, per altissimas causas, naturali rationis lumine comparata (filosofía es el conocimiento de las cosas, a través de sus últimas causas, mediante la luz natural de la razón). Pedro M. Gasparotto, Introducción a la cultura y a la filosofía de Grecia Antigua, Universidad Pontificia de México, México, 1993, p. 54. Esta noción con mayor explicación la hace el doctor Luis Alonso G. López en su brillante libro Praelectiones philosophiae scholasticae: logica et ontologia, Primer volumen, Universidad Católica Angelopolitana, Puebla, 1926, pp.1-2. La segunda noción es más moderna, lleva elementos de Aristóteles, Platón, San Agustín, Santo Tomás, Descartes, Heidegger, Sciacca, Marcel y Mounier. Se trata de la noción de filosofía existencial del filósofo mexicano José Rubén Sanabria: Rubén Sanabria, Introducción a la filosofía, Editorial Porrúa, México, 1976, p. 301.
[9] Noches Áticas, Aulo Gelio, XIII, 17, 1-3. Quienes inventaron la lengua latina y quienes se sirvieron de ella perfectamente, no quisieron que la humanitas fuera eso que el vulgo piensa, lo cual ha sido llamado por los griegos philantropía, y que significa una cierta bondad y una benevolencia común entre todos los hombres, no obstante llamaron humanitas aproximadamente a eso que los griegos llaman paidéia, y nosotros llamamos formación y educación en las buenas artes. Sinceramente, quienes buscan con afán las artes, estos son los más humanos, pues el afán y el conocimiento de esta ciencia han sido dados solamente al hombre de entre todos los seres animados, y por esta razón se ha llamado humanitas. Un estudio muy singular es, El latín de los humanistas, en Introducción al estudio de la filología latina, Víctor José Herrero, Editorial Gredos, segunda edición corregida y aumentada, Madrid, 1998, pp. 182-200; igualmente: Álvaro D́ Ors, En defensa del poeta Arquías, Marco Tulio Cicerón, Instituto Antonio de Nebrija, Madrid, 1970, p.74. El gran humanista Juan Luis Vives remite el humanismo a las fuentes grecolatinas, como puede verse en su disertación: “así, ignoradas las lenguas de los grandes escritores, no hemos comprendido qué nos enseñaban, hacia dónde había que dirigirse, ni de qué nos persuadían; la ignorancia de estas lenguas nos ha arrebatado por completo el conocimiento de los autores antiguos que habían consignado y entregado a la posteridad del monumento de sus ingenios en las lenguas griega o latina”. De diciplinis Libri XX, in tres tomos distincti, p. 19; I. L. Vives, Opera, in duos distincta tomos, t. I, p. 334. Más detalles véase mi trabajo de próxima aparición, El humanismo a través de la escuela, Cuadernos de Investigación de Filosofía Mexicana y Latinoamericana. Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, 2015.
[10] D́ Ors Álvaro, En defensa del poeta Arquías, Marco Tulio Cicerón, op. cit. p.74.
[11] José Herrero Víctor, Introducción al estudio de la filología latina, op. cit. p. 183.
[12] Horacio, Epístolas 2, 1, 156 ss.
[13] Jenkyns Richard (compilador) en El legado de Roma, Ed. Crítica, Barcelona, 1993, p.12. En esta excelente obra quedan impresos los principales aportes de Roma: poesía (Virgilio, Horacio, Ovidio), sátira, teatro, retórica, arte, arquitectura, lenguaje, derecho y ciudad. Este excelente libro, bajo la dirección de Richard Jenkyns, de la Universidad de Oxford, catorce especialistas nos ofrecen una visión de conjunto, actual y rigurosamente informada, donde los historiadores se ocupan del impacto de Roma en las diversas épocas, mientras especialistas en literatura clásica analizan la influencia de los grandes autores, de la sátira o de la retórica, estudiosos de diversas disciplinas se ocupan de temas diversos: el arte, la arquitectura, la ley, el teatro y la lengua, con el fin de establecer el balance global de un legado que constituye uno de los fundamentos esenciales de nuestra propia cultura.
[14] Gasparotto Pedro, Introducción a la cultura y a la filosofía de Grecia Antigua, op. cit, p. 42.
[15] Hay un excelente libro que hace abundantes explicaciones sobre los episodios más importantes del humanismo, se titula Por amor al griego: la nación europea, señorío humanista (siglos XIV-XVII), Jacques Lafave, Fondo de Cultura Económica, Primera edición, México, 2005, 477 pp.
[16] Tomo algunas ideas de mi maestro el doctor Carlos Díaz Hernández, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
[17] Véase esta noción sobre la educación en el mundo clásico, en Historia de la Educación, Juan Manuel Moreno G, et alt. Editorial BIE (Biblioteca de Innovación Educativa), Madrid, 1971, pp. 58-93.
[18] Décimo Junio Juvenal, Sátiras XIV, 47. El más grande respeto se debe al niño.
[19]Esta paráfrasis fue construida por monseñor Anselmo Zarza Bernal, obispo emérito de León. Recopilada por su discípulo, el doctor Justino Cortés Castellanos, cuya traducción es la siguiente: cuando eras joven tú mismo te ceñías, pero cuando llegues a viejo otro te ceñirá. La frase está inspirada en Jn. 21, 15-18. 15. Ὅτε οὖν ἠρίστησαν λέγει τῷ Σίμωνι Πέτρῳ ὁ Ἰησοῦς· Σίμων Ἰωάννου, ἀγαπᾷς με πλέον τούτων; λέγει αὐτῷ· ναὶ κύριε, σὺ οἶδας ὅτι φιλῶ σε. λέγει αὐτῷ· βόσκε τὰ ἀρνία μου. 16. λέγει αὐτῷ πάλιν δεύτερον· Σίμων Ἰωάννου, ἀγαπᾷς με; λέγει αὐτῷ· ναὶ κύριε, σὺ οἶδας ὅτι φιλῶ σε. λέγει αὐτῷ· ποίμαινε τὰ πρόβατά μου. 17. λέγει αὐτῷ τὸ τρίτον· Σίμων Ἰωάννου, φιλεῖς με; ἐλυπήθη ὁ Πέτρος ὅτι εἶπεν αὐτῷ τὸ τρίτον· φιλεῖς με; καὶ λέγει αὐτῷ· κύριε, πάντα σὺ οἶδας, σὺ γινώσκεις ὅτι φιλῶ σε. λέγει αὐτῷ ὁ Ἰησοῦς· βόσκε τὰ πρόβατά μου. 18. ἀμὴν ἀμὴν λέγω σοι, ὅτε ἦς νεώτερος, ἐζώννυες σεαυτὸν καὶ περιεπάτεις ὅπου ἤθελες· ὅταν δὲ γηράσῃς, ἐκτενεῖς τὰς χεῖράς σου, καὶ ἄλλος σε ζώσει καὶ οἴσει ὅπου οὐ θέλεις. 19 τοῦτο δὲ εἶπεν σημαίνων ποίῳ θανάτῳ δοξάσει τὸν θεόν. καὶ τοῦτο εἰπὼν λέγει αὐτῷ· ἀκολούθει μοι. Comparto también la versión latina de san Jerónimo: Cum ergo prandissent, dicit Simoni Petro Iesus: Simon Ioannis, diligis me plus his?. Dicit ei: Etiam, Domine, tu scis quia amo te. Dicit ei: Pasce agnos meos. Dicit ei iterum secundo: Simon Ioannis, diligis me?. Ait illi: Etiam, Domine, tu scis quia amo te. Dicit ei: Pasce oves meas. Dicit ei tertio: Simon Ioannis, amas me?. Contristatus est Petrus quia dixit ei tertio: Amas me?, et dicit ei: Domine, tu omnia scis, tu cognoscis quia amo te. Dicit ei: Pasce oves meas. Amen, amen dico tibi: Cum esses iunior, cingebas teipsum et ambulabas, ubi volebas; cum autem senueris, extendes manus tuas, et alius te cinget et ducet, quo non vis. He aquí la versión española. Una vez que almorzaron, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que a estos? Éste le respondió: sí, Señor, tú sabes que te quiero. Él le dijo: apacienta mis corderos. Luego le volvió a decir por segunda vez: ¿Simón, hijo de Juan me amas? Le respondió diciendo: sí, Señor, tú sabes que te quiero. Le dijo: apacienta mis ovejas. En seguida le preguntó por tercera vez: ¿Simón, hijo de Juan me amas? Pedro se entristeció, porque Jesús le preguntó por tercera vez, ¿me amas?, y éste le dijo: Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que yo te amo. Entonces le dijo: apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo, cuando tú eras más joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde tú querías, pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras. Del texto entiendo que una obra siempre se ha de comprender con mayor hondura cuando el hombre ya es viejo. Eso comprueba que los viejos siempre han tenido mucho respeto en la biblia y en todas las culturas avanzadas. También de la lectura de este fragmento presento un proyecto que he venido realizando desde hace varios años. Se trata de una propuesta de hacer una institución dentro de las instituciones ya existentes, con el fin de aprovechar la sabiduría, el aprendizaje y la enseñanza de los tres maestros jubilados: el padre de familia, el maestro (todos los profesionistas) y el sacerdote. Pues las tres escuelas (casa, escuela y templo) están desperdiciando la enseñanza que pueden dar los grandes maestros ancianos, a los que he venido llamando sabios. En mi experiencia como docente he visto allí la clave de una parte importante que requiere la reforma educativa, porque además de jubilarlos jurídica y canónicamente, hay que aprovecharlos realmente para robustecer la metodología, la pedagogía y los contenidos de la educación, oyéndolos a través de asesorías, conferencias, congresos, cursos, convivios, acompañamiento, conversación personal, entrevistas, basta con que nos hablen de su vocación y de su experiencia. Esquivando a los viejos o a los sabios a nada conduce cualquier actividad, es como querer avanzar como un cocodrilo amarrado o como pisándole la cola a un animal, sólo se podrá dar vueltas en el mismo lugar, pero sin avanzar. Así nuestra educación sería un simple diálogo entre pueriles como decía Marco Tulio Cicerón: Nescire quid antea quam natus sis acciderit, id est semper esse puerum (siempre es niño el que ignora lo que ha sucedido antes de su nacimiento. Citado por Vicente López Soto, Diccionario de autores, obras y personajes de la literatura latina, Editorial Juventud, Barcelona, 1991, p. 5.), pues al final de cuentas tendremos que llegar al mismo recinto que ellos. Hay quien ve a los jubilados despectivamente y piensa que los viejos nada tienen que enseñar. Por supuesto yo me refiero a los hombres prudentes y que tienen algo qué aportar. Aún los demás viejos tienen algo qué decir, porque han vivido muchos años, a algunos de ellos les he escuchado frases como estas: cuando pienses que estás enseñando, en realidad estás aprendiendo; cuando ya no se pueden dar malos ejemplos, si se pueden dar buenos consejos; el diablo sabe más por viejo que por diablo; la práctica hace al maestro, a nadar se aprende nadando, a estudiar se aprende estudiando. Al respecto, hay un artículo muy bueno del padre Eliseo Espinosa Rodríguez, titulado La verdad no peca pero incomoda, todo el artículo es un encomio a la prudencia, a la sabiduría y a la experiencia y termina de este modo: “en síntesis no hay hombre tan sabio que no tenga algo qué aprender de los demás, y no hay hombre tan tonto que no tenga algo qué enseñar a los demás”(La verdad no peca pero incomoda, Eliseo Espinosa Rodríguez, Koinonía, Semanario de la Arquidiócesis de Puebla, Año II, número 100, Puebla, 25 de febrero, 2000, p. 12.). La Sagrada Escritura es magistral en este asunto como puede verse: “Qué es lo que fue. Lo mismo que será. Qué es lo que ha sido hecho. Lo mismo que se hará; y de todo, nada hay nuevo bajo el sol” (Qo. 1, 9). El mensaje de Petronio Árbitro en su Satiricón es más fuerte cuando habla de la crisis de la educación en tiempos del emperador Nerón, más que referirse a los jóvenes o adolescentes que son los estudiantes de la escuela, le veo aplicaciones a los maestros jóvenes que necesitan tener conciencia de la tarea imperiosa y del compromiso que requiere la educación: “Por lo mismo yo pienso que los jovencitos se están haciendo estultísimos en las escuelas, porque nada aprovechan de las cosas que tenemos en uso, nada oyen ni ven; solamente están oyendo y mirando a los piratas que están parados con sus armas (sus cadenas) en las costas, y a los tiranos que están publicando edictos en los cuales dan ordenes a los hijos que decapiten a sus propios padres. (Et ideo ego adulescentulos existimo in scholis stultissimos fieri, quia de nihilo ex iis, quae usu habemus, aut audiunt, aut vident; sed piratas cum catenis in littore stantes, sed tyrannos edicta scribentes, quibus imperent filiis, ut patruum suorum capita praecidant, Satyricón, Petronio Árbitro, Cap. I).
[20] La etimología de las palabras litterae y γράμματα nos da una idea más amplia y nos ayuda a entender una parte fundamental del humanismo. La palabra griega γράμμα-γράμματος-τό significa: signo escrito, letra, escritura; en plural: alfabeto, escrito, escritura, libro, tratado, Sagradas Escrituras, carta, documento, ley, índice, lista, inscripción, dibujo, pintura, enseñanza, doctrina, ciencia. Su correspondiente en latín es la palabra littera-ae; el plural es litterae-litterarum, que además de los siginificados de su correspondiente griego, significa: letras, bellas artes, gramática, erudición, cultura, literatura. Los plurales γράμματα y litterae en su momento fueron muy cercanos a los términos históricos y simbólicos: παιδεία, humanitas, cultura y humanismo.
[21] García Gual Carlos, Los clásicos de Grecia y Roma, Biblioteca Básica de Gredos, Madrid, 2002, p. 2. La palabra clásico tiene origen grecorromano, su raíz es el adjetivo classicus-a-um: de primera clase, ciudadano de la primera clase, de la armada, de la caballería. Metafóricamente significa: clásico, inmortal, indestructible, imperecedero y trascendente. Este sustantivo se compuso de las palabras κλᾶσις-εως y classis-classis (f): ejército, armada, flota, escuadrón, clase (con relación a la división del pueblo romano en clases y centurias), rango, contingente, nave, categoría, etc. La diacronía de la palabra clásico comenzó en la educación militar, primero griega y luego romana. El ideal de formar al militar era espiritual, religioso, físico, académico y cultural, con el fin de defender la patria. El soldado espartano, el ateniense y el alejandrino fueron un paradigma para el soldado romano. Por eso, éste tenía buenas armas, buena formación, buenas estrategias y buenos principios y conocimientos. El paradigma y la mímesis eran el mejor recurso didáctico para el aprendizaje. Un estudiante seguía el modelo de su maestro, un hijo de familia el de su padre y un legionario seguía el ejemplo de su centurión. Por ejemplo Alejandro Magno siguió el ejemplo de Aquiles y de Heracles, los grandes generales de Esparta y de Atenas siguieron el modelo de Leónidas y de Pericles; Cayo Julio César siguió a Alejandro Magno. César se hizo un gran maestro en muchas ramas de la actividad humana. Los grandes militares de la modernidad y de la actualidad lo han considerado su maestro. Con este esfuerzo y con este modelo, los griegos y los romanos hicieron artes y humanidades clásicas que siguen siendo el modelo de la civilización occidental. Hoy el término clásico se utiliza para clasificar el mejor pensamiento, la mejor música, las mejores obras de arte, la mejor filosofía, la mejor novela, la mejor literatura, las mejores lenguas, etc. La filología clásica penetró en el pensamiento medieval, en el Renacimiento, en el pensamiento novohispano y todavía está vigente en las más grandes obras del pensamiento contemporáneo. La modernidad en todas sus vertientes concretas quiso esquivar el pensamiento antiguo, sin embargo, no fue capaz de crear su propio lenguaje. Su heredera la posmodernidad se ha podido expresar por fortuna del lenguaje que los grecorromanos edificaron.
[22] Citado por Víctor José Herrero, Introducción al estudio de la filología latina, op. cit. p. 183. Republica I, 17,18.
[23] Cayo Julio César, Guerra de las Galias, I, 1-3. Toda la Galia está dividida en tres partes, de las cuales los belgas habitan una, los aquitanos otra, y la tercera, los que en su lengua se llaman celtas y en la nuestra, galos. Todos estos se distinguen entre ellos en lengua, en costumbres y en leyes. El río Garona separa a los galos de los aquitanos, y los ríos Marne y Sena los separa de los belgas. Los belgas son los más bárbaros de todos estos, porque son los más alejados de la cultura y de la humanitas de la provincia. Subrayo de este texto las expresiones cultu y humanitate, porque estas dos palabras tienen la raíz de los términos cultura y humanismo. Por eso es importante recalcar, que se trata de las artes liberales, la milicia, la filosofía, la retórica, los valores, las costumbres, etc; tal como se ha venido exponiendo a lo largo de la disertación.
[24] Muchos de estos aspectos aparecen en mi libro de próxima aparición, El humanismo a través de la escuela, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz. También véase Lectiones. Textos clásicos para aprender latín, Patricia Villaseñor Cuspinera, Vol. I, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 2004, pp. 26-27; Vivir la historia de Grecia, Ediciones Time–Life Books, Madrid, 2008, pp. 34-35; Introducción a la cultura y a la filosofía de Grecia Antigua, Pedro M. Gasparotto, Universidad Pontificia de México, México, 1993, pp. 26-27; Safo de Lesbos, la décima musa, Laia Pujol Tost, en Clío, el pasado y el presente, Revista de Historia, MC Ediciones, año 9, número 47, Barcelona, 2009, pp. 38-45; Hipatia linchada por pensar, Dolores Lara Nava, en la aventura de la historia, Unidad Editorial, Revistas S. L. U; Madrid, 2009, pp. 18-22.
[25] Con el cristianismo el valor de la patria o el patriotismo, que era el valor supremo de la cultura grecorromana, se vuelve una διακονία: servicio, función, oficio, cumplimiento del deber, ministerio, socorro, auxilio. El oficio de esta virtud lo hacía el diácono. Διάκονος-ου-ὁ: servidor, criado, ministro, diácono. En la literatura griega los diáconos eran esclavos o siervos que tenían cargos muy específicos dentro de la casa, similar a la nomenclatura romana que en lugar de usar los términos servus o famulus para estos asuntos se utilizaba el término minister. Esa nomenclatura griega y latina la utiliza el evangelista Juan en las bodas de Canán. Jn. 2,1-5; allí los diáconos según el texto griego o los ministros según la versión latina son los sirvientes que trabajaban en la casa, y algunos de ellos figuran en el texto aludido, porque llevaban las vasijas de agua que había solicitado Jesús. En el contexto de la casa, de la escuela y del templo los diáconos deben estar bien preparados, además están cerca de los presbíteros, que son los hombres más preparados de ese entorno, es decir, son los viejos, los experimentados, los sabios. De ahí su raíz con el adjetivo griego Πρέσβυς-εως: viejo, anciano, experimentado, venerable, digno de respeto, precioso, importante, jefe, enviado, legado, general, delegado. Πρεσβυτέριον-ου-τό: presbiterio y consejo de ancianos. Πρεσβύτης-ου-: viejo, anciano, presbítero. En síntesis, el diácono es como el profesor en la escuela y el presbítero es como su maestro, es decir, el magis-ter. El ideal del diácono es llegar a ser presbítero o al menos estar cerca de él, y de las dos formas se sigue la idea vocacional de servir a los demás en la comunidad. Quien piense seriamente en la vocación podrá identificarse con lo que dice el padre David López Jimémez, al recordar parte de su época de seminarista allá en los años treinta en el Seminario de Montezuma, Estados Unidos: “todos los seminaristas de entonces solíamos repetir un lema que compuso uno de nuestros profesores: No pienses nunca en descansar, ni en vacaciones, pues el sacerdote sólo tiene derecho a descansar y a vacacionar en el cielo. Debes prepararte muy bien y capacitarte de tal manera en ciencia y en virtud. Que cada uno de ustedes pueda trabajar como cinco, porque llegará el tiempo en que así será necesario, que trabaje el sacerdote”. San Juan Crisóstomo nos dejó un hermoso testimonio que tiene la connotación del verdadero sentido del servicio en la vida sacerdotal: “¡Oh Sacerdos¡ ¿Tu quis es? Non es a te; quia de nihilo. Non es ad te; quia mediator ad Deum. Non es tibi; quia soli Deo vivere debes. Non es tui; quia es omnium servus. Non es tu; quia Deus es. Quid ergo es? Nihil et omnia: Oh Sacerdote! ¿Quién piensas que eres tú? No eres la causa de tu existencia, pues fuiste hecho de la nada. No fuiste creado para tu servicio, sino para ser mediador ante Dios a favor de los demás. No debes buscarte a ti mismo, pues solamente debes vivir para Dios. No te perteneces, pues eres siervo de todos, no eres tú, sino que eres representante de Dios. ¿Qué cosa eres, pues? Nada y todo). San Juan Crisóstomo, Lib. 3 de Sac; en Tesoro del Sacerdote, por el P. José Macu, S.J. 12ª edición, Barcelona, España, 1898, pp. 1-11.Versión del doctor Justino Cortés Castellanos. Carta del traductor al autor de estas líneas, 9 de diciembre de 2003.
[26] En esta tesis se une el ἀγάπη: amor y caridad, como centro del mensaje del cristianismo y uno de los principios del kerigma, con la διακονία: servicio, función, oficio, cumplimiento del deber, ministerio, socorro, auxilio; frente al ἔρως y a la φιλία, es decir, amor, pasión, alegría; amistad, cariño, afecto y ternura. En dado caso se trata de la parte inicial del ἀγάπη. San Pablo es magistral en este punto porque a través del amor le da plenitud a todos los estractos del ser humano, incluso le da plenitud a todos los valores. Véase 1ª Cor. 13, 1-13.
[27] Noli foras ire, in teipsum redi: in interiore homine habitat veritas. De vera religione, cap. 39, núm. 72, Obras Completas, BAC, Madrid, 1948, Tomo IV, p. 158. Tomé la idea siguiendo la lectura de José Rubén Sanabria, Introducción a la filosofía, Editorial Porrúa, México, 1976, pp. 281-295. En general es toda la teoría del autoconocimiento, que tuvo privilegio en Grecia a partir del oráculo del Delfos, donde se encontró esculpida la frase inmortal γνῶθι σεαυτόν, nosce teipsum,“conócete a ti mismo”. Esta frase manifiesta la verdad fundamental de la naturaleza humana que se distingue en la creación como la poseedora de la conciencia. De ahí las preguntas fundamentales de toda filosofía, antropología, psicología y teología: ¿quién soy? ¿a dónde voy? ¿qué son las otras cosas? ¿por qué existe el mal? ¿qué es la muerte? ¿qué hay después de la vida? Estas preguntas fundamentales están contenidas, no sólo en la religión cristiana, sino también en todas las religiones de Oriente y de Occidente, y en los grandes sistemas filosóficos, así se manifiesta su origen común en la capacidad y necesidad del corazón humano, de buscar el profundo sentido de la realidad, es decir, la verdad. Más detalles, véase Encuentros y desencuentros del humanismo clásico y cristiano, Rosendo Huesca Pacheco, en Episodios estelares del humanismo mexicano, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Número 5, Puebla, Pue; de próxima aparición.
[28] Hernández Flores Guillermo, Perfil biográfico de Mauricio Beuchot: el hombre como autor, en Cuadernos de Investigación de Filosofía Mexicana y Latinoamericana, op. cit p. 44. Esta explicación del doctor Guillermo Hernández Flores sobre la vocación del doctor Mauricio Beuchot hace pensar en una vocación específica o especial cuyo llamado viene del Ser, algunos dirán que el llamado viene de Dios; también puede hacerse alusión al fundamento de la vocación, al disernimiento y a la elección desde el seno materno, algo así como lo hace ver san Justino Mártir con las semillas del verbo o como san Agustín con las razones seminales. El eclesiástico es magistral en este punto cuando habla del temor de Dios como un acompañamiento a los fieles desde el seno materno, Si. 1, 11-20. Φόβος κυρίου δόξα καὶ καύχημα καὶ εὐφροσύνη καὶ στέφανος ἀγαλλιάματος. Φόβος κυρίου τέρψει καρδίαν καὶ δώσει εὐφροσύνην καὶ χαρὰν καὶ μακροημέρευσιν. Τῷ φοβουμένῳ τὸν κύριον εὖ ἔσται ἐπ’ἐσχάτων, καὶ ἐν ἡμέρᾳ τελευτῆς αὐτοῦ εὐλογηθήσεται. Ἀρχὴ σοφίας φοβεῖσθαι τὸν κύριον, καὶ μετὰ πιστῶν ἐν μήτρᾳ συνεκτίσθη αὐτοῖς. Μετὰ ἀνθρώπων θεμέλιον αἰῶνος ἐνόσσευσεν καὶ μετὰ τοῦ σπέρματος αὐτων ἐμπιστευθήσεται. Πλησμονὴ σοφίας φοβεῖσθαι τὸν κύριον καὶ μεθύσκει αὐτοῦς ἀπὸ τῶν καρπῶν αὐτῆς· πάντα τὸν οἶκον αὐτῶν ἐμπλήσει ἐπιθυμημάτων καὶ τὰ ἀποδοχεῖα ἀπὸ τῶν γενεμάτῶν αὐτῆς. Στέφανος σοφίας φόβος κυρίου ἀναθάλλων εἰρήνην καὶ ὑγίειαν ἰάσεως. Καὶ εἶδεν καὶ ἐξηρίθμησεν αὐτήν, ἐπιστήμην καὶ γνῶσιν συνέσεως ἐξώμβρησεν καὶ δόξαν κρατούντων αὐτῆς ἀνύψωσεν.Ῥίζα σοφίας φοβεῖσθαι τὸν κύριον καὶ οἱ κλάδοι αὐτῆς μακροημέρευσις (El temor del Señor es gloria y honor, alegría y corona de júbilo. El temor del Señor deleita el corazón, dará gozo, alegría y larga vida. El que teme al Señor tendrá un buen final y en el día de su muerte será bendecido. El principio de la sabiduría es temer al Señor, ella acompaña a los fieles desde el seno materno. Entre los hombres anidó el cimiento por siempre y se mantendrá fiel con su descendencia. El temor del Señor es la plenitud de la sabiduría, ella embriaga a los fieles con sus frutos. Llenará toda su casa de riquezas y todos sus graneros de sus frutos. El temor del Señor es corona de sabiduría, en ella florecen paz y bienestar. El Señor la vio y la midió, Él derramó ciencia e inteligencia y exalta la gloria de quienes la poseén. El temor del Señor es el fundamento de la sabiduría y sus descendientes tendrán larga vida). Este texto tiene mucha relación con algunos textos del libro de los Proverbios, por ejempl: Prov. 1, 7 y Prov. 9, 10. Ἀρχὴ σοφίας φόβος θεοῦ, σύνεσις δὲ ἀγαθὴ πᾶσι τοῖς ποιοῦσιν αὐτὴν· εὐσέβεια δὲ εἰς θεὸν ἀρχὴ αἰσθήσεως, σοφίαν δὲ καὶ παιδείαν ἀσεβεῖς ἐξουθενήσουσιν (El principio de la sabiduría es el temor de Dios. La sabiduría es buena para todos aquellos que la practican. El principio de la sabiduría es el temor de Dios, pero los soberbios desprecian la sabiduría y la educación). Ἀρχὴ σοφίας φόβος Κυρίου, καὶ βουλὴ ἁγίων σύνεσις· τὸ γὰρ γνῶναι νόμον διανοίας ἐστὶν ἀγαθῆς (El principio de la sabiduría es el temor del Señor. La sabiduría es la reflexión de los santos. El conocer esa regla es propio de una buena inteligencia).
[29] Es digno de admirar la obra que hizo el padre Héctor Rogel al haber creado una de las bibliotecas más grandes de México en humanidades. Yo me siento muy cercano a su obra porque también he realizado una obra similar y otros la han disfrutado mayormente. Me refiero a la creación de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, y por otro lado, me refiero al provecho de la biblioteca que ha dado a muchas instituciones, generaciones y personas de la nación y del extranjero. Hay un epigrama que el prestigiado humanista mexicano Tarsicio Herrera Zapién construyó a propósito del padre Héctor y de don Jesús Herrera. Don Héctor y don chuco sus talentos han unido. Don Héctor hizo una biblioteca y don Chucho la ha leído.
[30] Para ver un repertorio de grandes humanistas del ámbito eclesiástico, merece un reconocimiento especial la labor del padre Eduardo Chávez Sánchez catedrático del Seminario Conciliar de México por su voluminosa obra en dos tomos, Historia del Seminario Conciliar de México, publicada por la editorial Porrúa. En verdad su obra es un modelo y una forma de invitar a la investigación con rigor, cientificidad, interdisciplinariedad, normatividad y aplicabilidad. Ahí se citan documentos de valor de diversos archivos importantes a nivel internacional, obras de nuestro medio que han rescatado muchos aspectos importantes de la historia de la iglesia en México, por ejemplo: La Historia del Seminario Palafoxiano de Puebla del padre Nicanor Quiroz y Gutiérrez, La Historia del Seminario de Montezuma, del padre Luis Medina Ascencio S.J. (Véase mi artículo, “Comentario a la Historia del Seminario de Montezuma”, en Semanario Koinonía, Año VI, núm. 280, 13 de julio, 2003, p. 4; igualmente un artículo muy interesante del padre Guillermo Hernández Flores, “Mis recuerdos de Montezuma”, ibidem, núm. 281, 20 de julio de 2003, p. 13. Conviene leer con detenimiento un excelente trabajo del doctor Tarsicio Herrera Zapién, “El grupo de ábside y los humanistas levíticos de México”, en Nova Tellus, Anuario del Centro de Estudios Clásicos, núm. 17.1, México 1999, pp. 159-187. En otro trabajo hay una apreciación muy justa sobre la revista Ábside y sobre su fundador en el volumen dedicado a la Memoria del doctor Gabriel Méndez Plancarte, en Ábside, Año XIV, núms. 1-2, México 1950. Hay suficiente bibliografía al respecto en mis dos libros, Oratio de sacerdotis natura y Las virtudes de un cura rural, Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, Puebla, 2012.
[31] Hélade, Jaime Berenguer Amenós. Ed. Bosch, Barcelona, 1999, p.3. Los hijos de los persas aprenden la justicia y los magistrados juzgan a los niños contra la acusación recíproca del robo, de la rapiña, de la violencia y de la calumnia. Igualmente los reproches de la ingratitud, pues consideran que los hombres ingratos se olvidan de los dioses, de sus padres, de su patria y de sus amigos. También enseñan a los niños, la prudencia y la moderación de la comida y de la bebida. Finalmente aprenden a disparar el arco y a lanzar la jabalina. Este texto nos enseña que el ateísmo conduce al segundo problema, la muerte del hombre y después viene todo el vacío del hombre. Vuelve a repetirse ese fenómeno en el pensamiento y en la conducta de los siglos XIX y XX con la teología de la muerte de Dios y con la filosofía de muerte del hombre. En esta aurora del siglo XXI tiende a subir y a bajar este ciclo posmodernista.
[32] Lc. 2, 39-52. Pongo el texto trilingüe para promover buenos estudios y comentarios de distinta índole. El texto griego tiene muchas ventajas interdisciplinarias, el texto latino nos acerca un poco más a la mentalidad del contexto y a las palabras claves de san Lucas, el texto en español sigue la pauta original con un poco de adaptación a la estructura y semántica de la lengua española. Pero vayamos a san Jerónimo y a mi versión. Et ut perfecerunt omnia secundum legem Domini, reversi sunt in Galilaeam in civitatem suam Nazareth. Puer autem crescebat et confortabatur plenus sapientia; et gratia Dei erat super illum. Et ibant parentes eius per omnes annos in Ierusalem in die festo Paschae. Et cum factus esset annorum duodecim, ascendentibus illis secundum consuetudinem diei festi. Consummatisque diebus, cum redirent, remansit puer Iesus in Ierusalem, et non cognoverunt parentes eius. Existimantes autem illum esse in comitatu, venerunt iter diei et requirebant eum inter cognatos et notos et non invenientes regressi sunt in Ierusalem requirentes eum. Et factum est post triduum invenerunt illum in templo sedentem in medio doctorum, audientem illos et interrogantem eos; stupebant autem omnes, qui eum audiebant, super prudentia et responsis eius. Et videntes eum admirati sunt, et dixit Mater eius ad illum: Fili, quid fecisti nobis sic? Ecce pater tuus et ego dolentes quaerebamus te. Et ait ad illos: Quid est quod me quaerebatis? Nesciebatis quia in his, quae Patris mei sunt, oportet me esse? Et ipsi non intellexerunt verbum, quod locutus est ad illos. Et descendit cum eis et venit Nazareth et erat subditus illis. Et mater eius conservabat omnia verba in corde suo.Et Iesus proficiebat sapientia et aetate et gratia apud Deum et homines. una vez que cumplieron todo conforme a la ley del Señor, se regresaron a Galilea, a Nazareth, su propia ciudad. Y el niñito crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría, y la gracia de Dios estaba sobre él. Sus padres iban cada año a Jerusalén para la festividad de la pascua. Y cuando cumplió doce años de edad, ellos subieron, según la costumbre de la festividad. Terminados los días, mientras ellos regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén y sus padres no se dieron cuenta. Porque pensaron que él estaba en el viaje, hicieron una jornada de un día, y lo buscaron entre sus parientes y sus conocidos. Como no lo encontraron, se regresaron a Jerusalén a buscarlo. Y sucedió que al cabo de tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y cuestionándolos. Y quienes lo oyeron quedaron sorprendidos por su inteligencia y por sus respuestas. Al ver esto sus padres, se quedaron maravillados, luego su madre le dijo: hijo, ¿por qué nos hiciste esto de tal modo? Mira que tu padre y yo estábamos angustiados y tratábamos de encontrarte. Entonces les dijo: ¿cómo es posible que me andan buscando? ¿A caso no sabían que yo debo estar ocupado en los asuntos de mi padre? Pero ellos no comprendieron las palabras que les dijo. Luego bajó con ellos y volvió a Nazareth y fue obediente con ellos. Por su parte, su madre guardaba cuidadosamente todas las palabras en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y delante de los hombres
[33] Reyes Alfonso, La crítica de la edad ateniense (600 a 300 a. C), 1941, en Obras completas, Vol. XIII, Fondo de Cultura Económica, 1961. También citado por Jacques Lafaye, Por amor al griego, op. cit, p. 15.
[34] Méndez Plancarte, Gabriel, Humanistas del siglo XVIII, UNAM, 1941, pp. IX-XI.