JFK y el poder de los mitos – Juan de Dios Andrade
Esta es la segunda entrega sobre los 60 años de la muerte de Kennedy. Son muchos los aspectos que pueden abordarse y ya habrá otros aniversarios luctuosos para hacerlo, pero la forma en que se configuró el memorial de John F. Kennedy seguirá siendo motivo de estudio y reflexión, dentro y fuera de los ámbitos académicos e intelectuales.
CONfines Políticos
20 de noviembre de 2023
Correspondencia: confinespoliticos@gmail.com
Durante 60 años, el memorial de John F. Kennedy ha significado un mito, el de Camelot y si hay cosas poderosas en el imaginario y en el horizonte cultural de las sociedades, no hay duda de que los mitos deben ser considerados entre los principales por su alto valor simbólico. Aunado a su trágico final, eso ha hecho que el entonces presidente escape a los efectos del tiempo. Es como si una parte de la historia se hubiera detenido en aquel fatídico 22 de noviembre de 1963 y algo similar podemos decir de personajes como Marilyn Monroe, Elvis Presley y otros más. De tal modo que, si queremos comprender mejor a Kennedy, tenemos que buscar los orígenes legendarios de Camelot y el modo en que se fusionó con él…
Como todos sabemos, la idealización de Camelot está vinculada a la leyenda del rey Arturo, que se mezcló tanto con historias ficticias como con personajes y hechos reales, principalmente con lo relativo a Ricardo Corazón de León. Pero en cuanto a John F. Kennedy, fue después de su muerte que Jacqueline Kennedy unió el recuerdo de su esposo con la atmósfera artúrica, en una larga entrevista realizada el 29 de noviembre de 1963, siete días después del magnicidio y a dos de la sepultura en el Cementerio Nacional de Arlington…
Camelot y los orígenes del mito de Kennedy
La cronología podría llevarnos a pensar que Jacqueline era una mujer fría y calculadora, que tuvo el ánimo de conceder una entrevista cuando la tumba de su difunto esposo no se había terminado de compactar. Nada más lejos de la realidad. En el fondo, la ex primera dama sabía que contaba con poco tiempo para configurar la huella de la presidencia de Kennedy en la opinión pública y el modo en que quedaría para la Historia. Y no me refiero a que la administración Johnson iba a dejar en segundo plano a la de Jack, sino a que la pugna entre Lyndon B. Johnson y Robert Kennedy podría estropear la memoria del que fuera su esposo. Ella tenía que lidiar con ambos y así lo hizo…
No bastaba con determinar cómo debían ser los funerales de Estado, sino también elaborar un mito o vincularse a uno muy poderoso, y no debemos olvidar que, de soltera, Jacqueline Kennedy se graduó con estudios de literatura francesa y había sido fotógrafa y entrevistadora citadina para el Washington Times Herald. Fotografiaba y hacía preguntas a la gente de la calle. Eso no debemos olvidarlo: estaba habituada a capturar imágenes y respuestas al instante. Vamos, a trabajar bajo presión y con cronómetro en mano para que su trabajo fuese publicado. Acostumbrada a pensar y actuar con rapidez…
La entrevista fue realizada por Theodore H. White, ganador del Pulitzer, en Hyannis Port y Jackie hizo referencia al musical de Broadway Camelot (1960), escrito por Alan Jay, cuya música corrió a cargo de Frederick Loewe. Al parecer, el presidente gustaba de escuchar la banda sonora y ella trajo a colación las palabras finales de la última canción: “No dejen que se olvide que una vez hubo un lugar, por un breve y brillante momento, que se conoció como Camelot”, agregando: “Habrá grandes presidentes otra vez… Pero nunca habrá otro Camelot”. Obviamente, había un mensaje para el presidente Johnson y los que vinieran después…
De ese modo el recuerdo idealizado de Kennedy quedó asegurado, aunque hubo otro forcejeo en la sede de Life: como era de esperarse, a los editores les pareció un exceso el equiparar el gobierno abruptamente terminado con la leyenda del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda. Según lo que sabemos, John F. Kennedy sentía predilección por el musical Camelot, pero no se veía a sí mismo en esos términos y, más bien, fue una idea de su viuda. Como sea, Jacqueline Kennedy metió directamente las manos en el proceso de edición y la revista salió tal y como ella desea, el 6 de diciembre de 1963…
Había nacido uno de los mitos más poderosos de la Historia…
El sacrificio como potenciador de una imagen
Justo el día de la entrevista, el número de la revista Life fue en memoria del presidente asesinado. En aquella época, la televisión estaba presente en la mayoría de los hogares norteamericanos, pero en blanco y negro (al igual que los periódicos). Fue Life la que publicó imágenes a colores de la visita y el vestido de Jacqueline Kennedy se convirtió en un referente. No era la primera vez que lo usaba, pero el público en general no lo había visto tal cual era. Asimismo, la edición incluyó una secuencia de 30 fotogramas de lo filmado por Abraham Zapruder, excepto lo relativo al impacto en la cabeza por exigencia de él…
No se pregunten qué puede hacer su país por ustedes sino qué pueden hacer ustedes por su país.
John F. Kennedy, discurso inaugural, 20 de enero de 1961. Escrito por Ted Sorensen.
Televisión y periódicos en blanco y negro. Revistas a color. Interactuando para informar sobre Dallas, sirvieron para consolidar la imagen de Kennedy para la posteridad. El propio secretario de Prensa de la Casa Blanca no pudo ser el primero en anunciar el deceso, porque se le adelantó Walter Cronkite desde Nueva York. En el lugar de los hechos, la CBS contaba con Dan Rather, jefe de la Oficina del Sur y que más adelante se convertiría en un periodista de fama mundial. Por eso la CBS pudo contar con información de primera mano, aunque, a decir verdad, fue una vorágine confirmando o desmintiendo que el presidente hubiera muerto…
Hasta la fecha, persiste la polémica sobre quién fue el primero en informar sobre lo que estaba ocurriendo en Dallas y lo que contribuyó a la confusión fueron tanto los egos de los periodistas enviados como el temor a difundir el deceso sin confirmación oficial o algo que se le pareciera. Como quiera que sea, al año siguiente, el ganador del Pulitzer fue el periodista de la UPI, Merriman Smith, por su extraordinaria narración…
Andando el tiempo, los especialistas han concluido que, de no haber ocurrido las cosas así, es muy probable que Kennedy hubiera ganado un segundo periodo, pero su imagen se habría desgastado por la situación interna de Estados Unidos y por las condiciones geopolíticas de la Guerra Fría. De suyo, su cuatrienio truncado tuvo varios altibajos, así como luces y sombras. En 1960, Kennedy había derrotado a Richard Nixon por un estrecho margen respecto al voto popular, aunque, por el sistema electoral estadounidense, el margen se amplió al determinarse los votos del Colegio Electoral. Según las mediciones de Gallup, durante los primeros meses de 1961 Kennedy alcanzó 83% de aprobación. Sin embargo, previo a su muerte, había caído al 53%. No hay duda de que la forma en que murió lo posicionó como uno de los presidentes más queridos y recordados de todos los tiempos, hasta nuestros días…
Los disparos que acabaron con su vida en Dallas, lo volvieron invencible…
Una vida en siete imágenes
Revistas y televisión dotaron de glamour su vida y presidencia, que bien podemos sintetizar en siete imágenes. La primera fue la del debate presidencial con Richard Nixon, no sólo por la brillante personalidad de Kennedy, sino también por los descuidos cometidos por el equipo de Nixon. Nadie previó que, por la hora pactada, debía afeitase una vez más y dio la impresión de desaseo. La transmisión en blanco y negro, acentuó el sombreado en la parte baja de su rostro…
Los mitos necesitan un discurso. Indudablemente, la segunda imagen fue su excelente disertación inaugural, cuando cuestionó a los norteamericanos por vivir con la expectativa de lo que el país podría hacer por cada uno de ellos, en vez de preguntarse por lo que podrían hacer por su país. Hoy parece olvidarse el significado de sus palabras en aquel momento: estaba poniendo punto final a la mentalidad del New Deal iniciado por Franklin D. Roosevelt…
La tercera imagen estriba en la filmación donde Jacqueline Kennedy muestra al público los aspectos más importantes de la Casa Blanca y de sus vidas en ella. Se calculó todo: los ángulos de las tomas y las palabras de la primera dama, así como la vestimenta y los colores. Fue un éxito…
La cuarta fue la vida glamorosa que se proyectó por la cercanía de Kennedy con Sinatra y el llamado Rat Pack, así como con Marilyn Monroe, dueña de una poderosa imagen en el cine y en los medios de comunicación. Los amoríos del presidente eran un secreto a voces y simbolizaban lo que muchos hombres deseaban tener. Era la fascinación por lo prohibido…
En quinto lugar, estaba la imagen familiar, que, en cierto modo, buscaba afianzar la reelección y neutralizar cualquier efecto negativo de la anterior. Se pretendía una especie de ‘equilibrio’ entre las infidelidades de Kennedy y esa vida doméstica ‘ideal’ capturada en las fotografías hechas con esa finalidad. Claro que el matrimonio no estuvo exento de tensiones y la señora también tuvo lo suyo, pero el patriarca Joe Kennedy supo sortearlas con negociaciones favorables para Jackie…
En su momento, las fotografías de la limusina desplazándose en Dallas y los fotogramas de la revista Life, constituyeron la sexta variable del mito de Kennedy, a las cuales, unos años después, se agregó la filmación completa hecha por Abraham Zapruder. La tragedia terminó de perfilar su lugar en la Historia…
El cuadro no estaría completo sin la conmovedora y contundente imagen de su pequeño hijo saludando al cortejo fúnebre con gesto marcial, mientras, ligeramente atrás de él, estaban su madre, su hermana y sus tíos. ¿Quién no se iba a convertir en una leyenda después de eso? Tal vez los primeros en entenderlo fueron Robert Kennedy, el presidente Johnson y la propia viuda…
Cuando Jacqueline Kennedy recibió a Theodore H. White en Hyannis Port para realizar la entrevista, era únicamente para escribir los detalles finales del mito de Camelot…
Hasta entonces…