Entrevista con el doctor Guillermo Hernández Flores – Juvenal Cruz Vega
¿Tiene algo que decir la filosofía perenne ante los desafíos de la tecnología, el transhumanismo y la posmodernidad? ¿Es posible filosofar en la era de la posverdad? El quehacer filosófico nos coloca tarde o temprano ante la Palabra, que, en el fondo, es el eco de un llamado a la eternidad. Fragmentos de una magnífica entrevista de Juvenal Cruz Vega al Dr. Guillermo Hernández Flores.
Algunos fragmentos de la entrevista con el doctor Guillermo Hernández Flores. (1949-2020)
Juvenal Cruz Vega
Director
Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz
Pórtico
El padre Guillermo Hernández Flores nació el 27 de abril de 1949 en San Andrés Chalchicomula, hoy Ciudad Serdán y murió en la ciudad de Puebla el 11 de septiembre de 2020. Fue doctor en filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y catedrático de filosofía por más de cuarenta años en el Seminario Palafoxiano de Puebla; además profesor invitado en otras instituciones tales como la Universidad Pontificia de México, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Universidad Iberoamericana de Puebla y Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz. Conferenciante numerario en diversas instituciones; igualmente autor de numerosos libros y trabajos de investigación en las siguientes revistas; Palafoxianum, Nota bene, Semanario Koinonía, Revista Koinonía, Academia Mexicana de la Historia, Angelus, entre otros; también dejó un repertorio considerable de trabajos inéditos, lo cual lo hacen un excelente humanista en el sentido estricto de la palabra. Filósofo de vocación, maestro, conferenciante, sacerdote y un egregio amigo.
Escribió muchos libros, la mayoría inéditos y de buena calidad. Su tesis doctoral, con la cual sacó Summa cum laude en la Universidad Gregoriana de Roma en 1983, está publicada en la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo título es: “Del circunstancialismo filosófico de José Ortega y Gasset a la filosofía mexicana de Leopoldo Zea”. También publicó en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla una de sus mayores investigaciones: “Propedéutica a la filosofía de Maurcio Beuchot” y un libro en coautoría con Juvenal Cruz Vega, publicado en la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, cuyo título es: “Encuentro con Mauricio Beuchot”.
Dicha academia le celebró un homenaje nacional el 31 de octubre de 2015 durante el Primer Simposio Nacional Universidad y Antigüedad ante un grupo numeroso de intelectuales de renombre nacional e internacional. Y un segundo homenaje, celebrado el 26 de marzo de 2022 en la misma academia en el marco del V Simposio Nacional Universidad y Antigüedad.
De sus obras inéditas sobresalen las siguientes: Filosofía náhuatl, Caminos del pensamiento: un ensayo bibliográfico sobre la obra de Leopoldo Zea, Ética y bioética, Decadencia de la Escolástica y Renacimiento, Antología filosófica, Migajas homiléticas: caminando en busca de la verdad, Amor a la sabiduría y pedagogía del amor. Además, escribió muchos artículos de pensadores mexicanos y temas selectos de filosofía, los cuales han sido algunos de ellos, ponencias en distintas instituciones. Por ejemplo, Conferencia magistral en el Seminario Palafoxiano de Puebla: La enseñanza de la filosofía en el Seminario, mayo, 1994; Conferencia magistral: Apuntamientos de sentido para una pedagogía de la filosofía en América Latina hacia el siglo XXI, dictada en el Círculo de estudios filosóficos Emmanuel Kant de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 7 de agosto de 2008. También, tres conferencias dictadas, en el II, IV y V Coloquio Nacional de Humanismo, Humanidades y Hermenéutica, en la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz. La primera la tituló: Presentación sucinta del pensamiento de Mauricio Beuchot, en la cual presentó la conferencia magistral del doctor Mauricio Beuchot: La hermenéutica analógica, una herramienta desde la antigüedad para la actualidad. Sábado 2 de julio de 2011. La segunda conferencia la tituló: Caminos del pensamiento: un ensayo bibliográfico sobre la obra de Leopoldo Zea. 21 de junio de 2013. La tercera la tituló: El pathos de la filosofía náhuatl, 28 de junio de 2014. Dejó una obra a mitad, uno de sus mayores trabajos, sobre la historia del Seminario Palafoxiano de Puebla, de 1964 al 2020, y otro libro más, que sólo hizo el inicio de la investigación, al que tituló: Diagrama conceptual de la hermenéutica analógica.
En el contenido de su pensamiento hay un estilo interdisciplinario y un humanismo profundo; por el lado de la gramática de su obra, se ve conocimiento, claridad y sencillez; en su estilística se puede apreciar orden y elegancia, y en su filosofía se advierte el amor profundo a la metafísica, teoría del conocimiento y a la filosofía en México. Su síntesis filosófica reúne una vertiente interesante para fortalecer el diálogo filosófico con otras vertientes del pensamiento contemporáneo, singularmente con México y América Latina.
Esta ocasión comparto con mis lectores siete preguntas con su respectiva respuesta sobre la entrevista que hice al doctor Guillermo Hernández Flores, el cual forma parte de mi libro de próxima aparición: Conversación con cuatro pensadores mexicanos del siglo XX: José Rubén Sanabria, Justino Cortés Castellanos, Guillermo Hernández Flores y Mauricio Beuchot.
Espero que disfruten este artículo y que esperen con emoción el libro aludido, el cual será se presentará en el VI Coloquio Internacional de Humanismo, Humanidades y Hermenéutica en la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz los días 30 de junio y 1º de julio de 2023.
1). Al regresar de Roma, ya con el doctorado en filosofía, ¿hubo algún proyecto para publicar su tesis doctoral?
Tuve ese deseo desde que terminé el doctorado. El padre Nemesio González Caminero me hizo tal sugerencia. Allí en la Universidad Gregoriana publiqué los capítulos VIII y IX, pues solía seleccionarse allá una parte de la tesis. Eso fue en enero de 1984, y como ya estaba en México, le obsequié al doctor Leopoldo Zea un ejemplar de la tesis. Él mismo me sugirió publicarla. A través de una carta que ya conoces me comentó que buscaría algunas posibilidades entre sus amigos de México y del extranjero. No supe más del doctor Zea. Después a finales de los ochenta fui invitado a impartir clases a la Facultad de Filosofía en la Universidad Pontificia de México; allí nuevamente hubo la oportunidad de publicarla, pero había un obstáculo, habría que pagar la edición de la tesis. Le comenté a don Rosendo Huesca Pacheco y también vi lejos la posibilidad. Fue hasta el año 2003 cuando en tu cumpleaños te obsequié un ejemplar de mi tesis, y otro más que envié al doctor Mauricio Beuchot, quien me sorprendió con un prólogo a petición tuya. Lo demás ya lo sabes. Se dio la oportunidad que tanto había esperado. El milagro fue en el Centro Coordinador y difusor de Estudios Latinoameriacanos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Gracias a un puñado de amigos, entre los cuales te cuento, al doctor Mauricio Beuchot y al comité dictaminador de la UNAM. Sin duda, allí estuvieron: el doctor Mario Magallón Anaya, la doctora Estela Morales Campos y el doctor Guillermo Hurtado Pérez. Un día llegaste con la sorpresa en noviembre de 2004, con la tesis hecha libro y con el sello de la Universidad Nacional. Entonces vi publicado mi libro con un adjetivo más en el título: Del circunstancialismo filosófico de José Ortega y Gasset a la filosofía mexicana de Leopoldo Zea.
2). Doctor Guillermo Hernández Flores, la publicación de su tesis doctoral para mí también fue uno de los acontecimientos más importantes que he presenciado. ¿Qué momentos interesantes guarda usted después de diez años al respecto, podrá recordarnos algunos detalles?
Hubiera querido agregar la carta del doctor Leopoldo Zea, porque tiene la estructura de un prólogo o de una presentación. Me dio mucha alegría asistir a dos eventos dignos de mención: primero, al homenaje póstumo del doctor Leopoldo Zea, el 29 de noviembre de 2004, muy reciente al fallecimiento de Leopoldo Zea, el 8 de junio de 2004. En aquel momento me dio tanta emoción saludar personalmente a muchos intelectuales que sólo conocía a través de libros y de los medios de comunicación. Allí conocí a Mario Magallón, Guillermo Hurtado Pérez, Estela Morales Campos, y aunque sea unos breves minutos saludé a muchos contemporáneos y amigos de Leopoldo Zea, por ejemplo: Luis Villoro, Joaquín Sánchez Macgregor, Adolfo Sánchez Vázquez y a muchas otras personalidades. Me dio mucha alegría ver que mi libro figuró en tan reconocido homenaje. En segundo lugar, algo muy nuestro, fue la presentación de mi libro en la ciudad de Puebla, el 28 de enero de 2005. Es algo inolvidable. Fue una presentación de lujo que organizó el Seminario Palafoxiano de Puebla y la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuánta emoción fue tener entre nosotros al doctor Mauricio Beuchot, al doctor Guillermo Hurtado, al doctor Mario Magallón Anaya y a la doctora Estela Morales Campos. Mi correspondencia contigo fue la invitación personal que te hice como moderador de la presentación, pues tenía que ser alguien que conociera personalmente a todo el equipo de intelectuales. Me dio mucha alegría ver muy feliz al arzobispo, mi maestro, mi rector y mi padrino de doctorado, a Monseñor Rosendo Huesca Pacheco. Igualmente vi feliz a todo el Seminario Palafoxiano y a gran parte del presbiterio de Puebla, y a muchos más de las universidades de Puebla. Desde entonces he tenido más motivación para seguir escribiendo nuevas investigaciones y con los deseos de seguir publicando otros libros más allá de nuestras fronteras.
3). Recientemente usted ha sido galardonado en el Seminario Palafoxiano de Puebla por sus cuarenta años de docencia, ¿podría usted hacer una diacronía y una sincronía de esos cuarenta años?
Cuarenta años de docente es mi mejor vida. Eso lo he expresado cuando hablo de esta experiencia, como alguna vez te dije: “Cada uno tendría que vivir su mejor vida posible, su buena vida (a la que Ortega llamaba vocación), pero antes de vivirla tendría que descubrirla o inventarla, lo cual sería un ejercicio de filosofía como dimensión humana”. La sincronía de mi experiencia como docente es breve. Enseñé dos años en la Universidad Pontificia de México y algunos cursos en la Universidad Iberoamericana de Puebla, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, el Seminario Redentorista, la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz y el Seminario Palafoxiano de Puebla. La diacronía de mi docencia es a la que me refiero como mi mejor vida. Ha sido en el Seminario Palafoxiano, donde hay un registro aproximado a través de los planes de estudio, el Manual de Efemérides que se edita cada año y la fecha oficial que se nos da con el nombramiento de profesor del seminario de parte de la Curia. Guardo algunas notas, donde se recuerda que mi docencia comienza en 1969, en la Escuela Apostólica Ramón Ibarra y González, allí presté mis servicios de maestro y encargado de la disciplina de los alumnos, ahí congregados. En aquel momento mostré gran interés en formarlos para ser futuros seminaristas. Eso fue al terminar la filosofía en el año de servicio. Pero realmente mi docencia comienza 1979 al regresar de Roma, una vez terminada la licenciatura en filosofía. Desde entonces he impartido clases de filosofía continuamente, he recorrido casi todo el currículo con sus respectivas reformas, desde la filosofía introductoria, la historia de la filosofía y casi todos los tratados filosóficos. En los primeros años dicté las siguientes asignaturas: Metafísica, Teoría del conocimiento, Teodicea, filosofía del mundo físico o filosofía de la naturaleza, Filosofía mexicana, Historia de la filosofía contemporánea I y II. Algunas materias las modifiqué, por ejemplo la asignatura de Introducción a la filosofía escolástica la puse más general, es decir, Introducción a la filosofía hasta que la tomó el padre Rubén Ávila y es un modo general e integrativo para estudiar la filosofía; Decadencia de la filosofía escolástica y Renacimiento, Seminario “De universa philosophia”, Historia de la filosofía moderna, Metodología del trabajo científico, Lectura de Textos filosóficos de la época moderna y contemporánea, Seminario de Emmanuel Kant, Filosofía social I y II, Lógica, Ética especial I y II, Historia de la filosofía medieval, e Historia de la filosofía Latinoamérica. Tres materias las reformé por completo: Filosofía mexicana, la cual ya habían dictado los padres Rafael Amador Tapia Zúñiga y Justino Cortés Castellanos; Lógica, porque es la disciplina fundamental de la filosofía, la puse como lógica formal, tal como ha sido la tradición en el Seminario Palafoxiano desde 1950, cuando la daba el padre Ricardo Riquelme Bravo. El programa lo organicé en tres partes: idea, juicio y raciocinio. Le puse un objetivo general y dos específicos. En sentido lato, los alumnos debieron adquirir un conocimiento general de la lógica formal aristotélica que capacite para el aprendizaje posterior de la lógica simbólica moderna. En una época se suplió la lógica formal por la simbólica, y para esto, el seminario invitó al maestro Constantino Portilla de la Universidad Iberoamericana, pero no compaginó con el plan de estudios, tuvimos que regresar a la lógica formal; en algunos semestres la daba el padre Hilario Alonso, y en otros, yo mismo. La asignatura que modifiqué totalmente se llama Historia de la filosofía: Decadencia de la filosofía Escolástica y Renacimiento. Es el punto medio entre la filosofía medieval y la filosofía moderna, es una asignatura muy elemental en las universidades laicas, podría decirse, que no se le dedica tiempo y por tanto queda un hueco deplorable entre la filosofía medieval y la filosofía moderna. En esta materia se comienza con el siglo XI desde el naturalismo franciscano hasta el inicio de la filosofía moderna. La tesis principal es el humanismo, por eso algunos profesores le han llamado Renacimiento y Humanismo. Actualmente ya no imparto la materia, pero dejo completo un Manual con el título Decadencia de la Escolástica y Renacimiento. Son siete capítulos y se imparten en un semestre a la mitad del currículo filosófico. El objetivo general es conocer el itinerario del pensamiento humano en esta etapa que se vive intensamente y que se manifiesta en el gran movimiento cultural del Humanismo- Renacimiento; de otra forma, es comprender el cambio de trascendental importancia que se comienza a operar en la filosofía con el hombre al centro y las ciencias naturales, ocupando la primacía del pensamiento, y relacionar críticamente el pensamiento filosófico con su entorno histórico social y cultural de modo que se aprecie la conexión de la filosofía con la vida.
4). Al revisar toda esa sabiduría a la que apunta a través de su docencia, pensando solamente en la nomenclatura de las asignaturas, por ejemplo: metafísica, epistemología, lógica, teodicea, fenomenología, entre otras ¿qué condiciones y presupuestos considera al estudiar y al enseñar la filosofía, sobre todo, frente a los retos de la técnica y la tecnología que trae consigo la posmodernidad?
Respecto a este tema lo he considerado varios años. Hubo un acontecimiento a través de una conferencia que dicté en el Seminario Palafoxiano de Puebla, al cumplir treinta años del nuevo edificio (1964-1994). Uno de los puntos que traté se resume en lo siguiente: Tal parece que, para la enseñanza de la filosofía, hoy se necesitan maestros sabios más que profesores eruditos, reflexivos más que informativos, agentes que despierten el interés por el sentido hacia las grandes preguntas. Conocedores que, además, enseñen a remediar la soledad por la donación personal y no por la pulsación de botones, a ver más conciencias que pantallas. hombres cuya sabiduría muestre las grandes limitaciones y las seducciones engañosas de la técnica, forme la imaginación creativa, abra la inteligencia a la reflexión, salvaguarde la identidad de la conciencia, libre al espíritu de todo poder pseudo-cognoscitivo controlado y manipulado, supere la reacción repetitiva e impulsiva, recupere el sentido dinámico de la tradición, rescate la memoria histórica y reconstruya las bases culturales agredidas por el mensaje de la subcultura de masas. Pedagogos que se opongan decididamente a la idolatría del auto aprendizaje, la conversación del maestro en computadora y a la del alumno en alcancía informática.
Nuestros alumnos, hoy, son individuos tecnificados, es decir, formados en la imagen, su imaginación ya no es conceptual sino sensible; imaginan reproduciendo no creando, repitiendo no generando, acumulando no trascendiendo. Sus mentes son pasivas, meramente receptivas, siempre dependientes, poco dispuestas al ejercicio crítico y a la investigación seria. Todo ello ha sido el resultado de la convivencia con los medios que les ha proporcionado la tecnología prácticamente desde la cuna. Incapacidad para el asombro y el cuestionamiento, pérdida de agilidad mental y del pensamiento creador y libre, dificultades extremas para la abstracción y pereza intelectual. Y son sendos obstáculos con los cuales tropieza hoy la enseñanza de la filosofía. Hay, pues, que cuidar mucho de pretender tecnificar la enseñanza y, con mayor razón, la reflexión filosófica. Situar y distinguir adecuadamente en este punto el lugar de la técnica y el de la reflexión; ésta, eminentemente libre crítica y creadora no puede someterse a los parámetros de la simple imagen, del cálculo y de la mecanización. El uso de estos medios para la enseñanza de la filosofía reporta más inconvenientes que ventajas dado el carácter y la naturaleza de sus contenidos.
5). Padre Guillermo, alguna ocasión cuando planeábamos la creación de la Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, usted me decía que tenía una esperanza grande en este proyecto en relación con el humanismo mexicano y con una perspectiva distinta a las demás escuelas. ¿A qué se refiere esa reflexión?
Con mi estilo, como sueles decirme, lo diré. Te compartiré dos apreciaciones. Y la primera de ellas, la he titulado: “El humanismo a través de la escuela: La Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz, una escuela entre las escuelas”. El olvido del hombre por obra y gracia de la tecnología moderna comienza a levantar un cierto olor a podrido entre los escombros en que se ha convertido nuestro mundo. La desgracia consiste en que, con el milagro científico, el progreso querido y tan utópicamente buscado ha dejado un rostro de miseria, ignorancia, enajenación y servidumbre. La palabra del maestro Galileo se cumple con lacerante realismo: el hombre va realizando su sueño de ganar el mundo y perder su alma.
El imperio de la máquina ha llegado a la escuela, último reducto que hasta hoy tenía espíritu. El hombre pone al servicio de la deshumanización sus progresos técnicos y produce cada vez más enfermos y fatigados de la vida. Sociedad contradictoria que se debate en los límites de la infrahumanidad por haber olvidado que el hombre es un proyecto y que su tarea es la de hacerse cada día más humano.
En este ambiente de hastío en el que pululan como abejas las escuelas de la máquina, apareció hace algunos años entre nosotros una escuela que nos recuerda con esperanza nuestra identidad de hombres y que, a pesar de todo, sólo nos queda un camino, el de la educación y el de la fe en el hombre mismo. Se trata, por eso, de una escuela extraña, y extraña no sólo en el sentido de “rara” (porque no hay otra como ella), sino en el sentido de extraordinaria (porque es distinta a las que ya hay). Una escuela, pues, cuantitativa y cualitativamente única, que quiere rescatar la vena clásica de la Academia griega. Escuela-guía, donde, reunidos en hermandad, la actividad pedagógica estaba dirigida a la constitución del hombre.
Se trata de una Academia de lenguas clásicas, de esas que muchos ignorantes atrevidos menosprecian porque dicen que están muertas, pero en realidad están tan vivas que no sólo permitieron hablar a los modernos sino conservar el humanismo que todavía tienen los posmodernos. El aprendizaje de las lenguas clásicas en esta Academia ha llegado a ser el detonante del espíritu para muchos jóvenes que han empezado a presentar síntomas de iniciación cultural, de descontento por los fundamentos en que descansa la vida, de desengaño ante la vaciedad de una generación sorprendida en la flagrante hipocresía.
Esta Academia, a través del conocimiento de su lengua y de las circunstancias en las que ella se habló y se escribió, pone a los clásicos al alcance del alumno eliminando la distancia cronológica, creando una identificación biográfica al intentar asimilar sus valores, juicios y sentencias, alargando su vivencia al enseñarles a interpretar desde la actualidad esas páginas escritas en días lejanos; les hace entender la vida, dirigir su conducta, elevar su espíritu y todo esto en cuanto la vida de cada clásico ilumina la de cada uno de ellos haciéndose así esta Academia una escuela típicamente formadora de hombres, de conciencias y de conductas éticas y libres. Y lo que es más en nuestro presente: cumple la función –lo ha dicho un estudioso del humanismo mexicano- de enseñarles cómo defenderse de las máquinas y de los instrumentos que se han inventado para dominar o amenazarlos.
El estudio del griego, del latín, del hebreo, del náhuatl y próximamente del sánscrito, cumplen además en esta escuela la función de servir a las universidades donde las lenguas clásicas –y con ellas el humanismo- están ausentes. Y como de difusión de cultura se trata, en torno a la enseñanza de las lenguas se alinea un vasto programa de cursos –todos a nivel universitario- que complementan la formación humanística de los alumnos con la guía y la enseñanza de un equipo bien selecto de intelectuales, de los mejores en este campo. Meritísima la empresa de todos estos espíritus inquietos que le roban a los pasillos de este caserón de la 7 poniente y 5 sur, los recuerdos del siglo XVII. Siglo próximo al del más grande humanista novohispano que completa el nombre de esta Academia de lenguas clásicas: Fray Alonso de la Veracruz. El Obispo Garcés, en 1537, escribía al Papa Paulo III de una raza que bien pronto “escribió en latín y en romance mejor que nuestros españoles”, es posible que muy pronto debamos decir algo semejante de muchos de los alumnos de esta Academia cuya fama ha trascendido ya las fronteras culturales de nuestra Ciudad. Que todo sea un éxito. Adelante…
6). Cuando estudiamos la obra de un autor que llega a su madurez académica, siempre destaca su concepción de la filosofía. Pensando en su trayectoria filosófica y en su obra escrita, puedo apreciar varias vertientes en su reflexión. Por un lado, la filosofía clásica, la alta Edad Media, el Renacimiento, la filosofía contemporánea, pero también su atracción al pensamiento precolombino. Mi pregunta, doctor Guillermo Hernández, ¿cómo puede describir la filosofía en su contexto y en su propia perspectiva?
De una manera sucinta puedo describir y definir la filosofía de la manera siguiente. La filosofía es ansia de verdad y anhelo de libertad, por eso es una eterna búsqueda, por eso es una nostalgia de la verdadera libertad, de aquella de la que alguna vez hablara el discípulo de Trase. Siempre atractiva y jamás conquistada, por eso decía el célebre Ficino que ella era el mayor y más excelente de los bienes que había dado Dios a los hombres.
Una búsqueda que es sabiduría, y sin embargo es también una dulce experiencia de nostalgia, de nostalgia por lo inalcanzable. Una búsqueda que es también ignorancia, el eterno e insaciable deseo del que habló primero Agustín y después el docto ignorante Cusino.
Kant, con su analogía de la paloma, sólo nos habló de su debilidad extrema, pero el de Aquino, con la analogía de su buey mudo, la elevó hasta la posibilidad última de un cielo prometido. Alguna vez, en mi propia búsqueda, oí que nuestra lengua no era para hablar de ella y que el buho no era pariente del tecolote; pero oí también el eco de aquellos que, al decir de Sahagún, también eran sabios, que, viendo el crepúsculo de sus dioses, dijeron su última palabra en la envoltura de una lengua de canto.
“Vosotros dijisteis que nosotros no conocemos al Señor del cerca y del junto a aquel de quien es el cielo y la tierra. Dijisteis que no eran verdaderos nuestros dioses. Nueva palabra es ésta. Oíd, Señores, no la tomamos como verdad, aunque os ofendamos. Nosotros sabemos a quién se debe la vida, a quién se debe el nacer, a quién se debe el crecer, cómo hay que invocar y cómo hay que rogar. Haced con nosotros lo que queráis. Esto es lo que respondemos, lo que contestamos, a vuestro aliento, a vuestra palabra, ¡Oh, Señores Nuestros!” Hoy, nuestros dioses siguen muriendo, nuestros señores nos siguen dominando; ¿Y la palabra? ¿El logos? La palabra, aunque se le desoiga, ¡Sigue viviendo! Y algo sencillo, muy sencillo, para terminar: “El pájaro manso…. Esta ha sido la experiencia de toda mi vida: ansia por la verdad anhelo de libertad; vieja, muy vieja ya, en la voz, nueva, muy nueva todavía, en la Palabra”.
7). Entre sus reflexiones hay un tema que comienza a despertar interés entre los seguidores de Youtube. Se trata, pues, de un tema desconocido para sus lectores académicos. Así que están figurando las homilías que predica desde El Santuario de la Luz. Pues nos presenta una perspectiva diferente, o sea, nos está compartiendo lo que predica desde el púlpito. ¿Puede compartirnos algún avance de esta temática?
En efecto, se trata de las homilías dominicales que predico desde El Santuario de la Madre Santísima de la Luz. Lo que allí se dice oralmente y con mi estilo, corresponde a las homilías que suelo escribir de acuerdo al Calendario Litúrgico. He reunido un volumen, aún inédito, al que he titulado Migajas homiléticas, y que también he subtitulado: Intellego ut credam. Caminando en busca de la verdad. Aunque el libro es de buen tamaño puedo decirte brevemente lo siguiente: Ninguna de estas micro-homilías excede a la cuartilla y todas responden a la inquietud de hacer pensar. Bastan dos minutos para leerlas, pero suponen la lectura previa de los textos bíblicos a las que se refieren y la disponibilidad de al menos otros cinco minutos para reflexionar. Se dirigen a gente que siente no tener tiempo para estas cosas pero que no ha perdido el interés por la vida. Quiere esto ser también un humilde intento de usar la reflexión de la sabiduría humana para comprender un poquito mejor la inmensidad de la sabiduría divina. Son como las migajas que caen de la mesa del Señor y que la razón, como perrito bajo la mesa recoge para aliviar su pobreza y alimentar su necesidad. Buscan solo eso y nada más – ser una ayuda para iniciar el despegue de la Tierra en busca del horizonte de Dios. En algunos casos la reflexión fluye del contenido de las tres lecturas bíblicas, otras de dos, de una y hasta de una sola frase del texto sagrado. La palabra de Dios, la reflexión del hombre; no hay proporción que valga. Algo de medicina para el que tiene pocas ganas de estar sano.
Estas pequeñas homilías corresponden a la secuencia de los ciclos litúrgicos A), B) y C) y de otras celebraciones que se consideran en cada una de ellas. Han sido estas “capsulitas homiléticas”, concentradas y de liberación prolongada, fruto de la predicación de un sacerdote de barrio, que aprendió en su juventud el amor a la sabiduría siendo hechas originalmente para ser publicadas en el Semanario Koinonía, órgano informativo de la Arquidiócesis de Puebla. Ciertamente la temática es multifacética. Se abordan temas de filosofía, teología, historia, liturgia, ética, moral, deontología y otras disciplinas afines a las humanidades. Considero que en todas las homilías se puede apreciar un mensaje.
Comento un ejemplo. Ciclo A. IV Domingo Ordinario. So. 2, 3; 3, 12-13. 1 Cor. 1, 26-31; Mt. 5, 1-12. La pobreza y la humildad han sido siempre atributos del verdadero pueblo de Dios. Y no puede ser de otra manera porque el pueblo de Dios es un pueblo que busca la justicia, y esto resulta imposible sin la práctica de aquellas virtudes. Por la búsqueda de la justicia comienza el Reino de Dios y por la pobreza de espíritu comienza el Sermón de la Montaña. La pobreza da libertad para realizar la justicia y la humildad, la fuerza para enfrentar la adversidad. Sin embargo, esta noble doctrina es hoy casi completamente desconocida para un mundo que hace de la soberbia su sabiduría y de la legalidad su justicia. Un “puñado de gente pobre y humilde” en el día del Señor será, no obstante, la que humille a los sabios, la que avergüence a los fuertes y la que reduzca a la nada a los que dicen que vale. De manera – dice el Apóstol- que nadie puede presumir delante de Dios. “Dios ha escogido a los débiles del mundo”.