Vie. Nov 22nd, 2024

El síndrome del popote – Roberto Carlos Pavón Carreón

Hemos llegado casi a mitad de este año estando varios temas a discusión en este país, hoy polarizado por causas políticas complejas: que si está bien esto o si está mal aquello, los debates pululan en medios y cafés, en la sobremesa, viajando; ambos polos casi se rasgan las vestiduras al defender su postura “como nunca antes”…

Roberto Carlos Pavón Carreón
Profesor y traductor de árabe, hebreo,
sánscrito, chino, entre varias lenguas
Twitter: @Aqarib

Hemos llegado casi a mitad de este año estando varios temas a discusión en este país, hoy polarizado por causas políticas complejas: que si está bien esto o si está mal aquello, los debates pululan en medios y cafés, en la sobremesa, viajando; ambos polos casi se rasgan las vestiduras al defender su postura “como nunca antes”.
De entre variadas y airadas peleas, se va filtrando (más) en los suelos, revolotea (más) en el aire, se esparce (más) en el Golfo y nuestro “Pacífico” la contaminación a gran escala. Sus efectos recientes, así como la colaboración incansable de diversas organizaciones ambientales contribuyen en la implementación en distintas entidades de la República con el fin de evitar urgentemente el uso de popotes y plásticos diversos en los comercios y restaurantes, por lo menos en eso (casi) todos estamos de acuerdo.
El vocablo ‘popote’, como le llamamos en México, tiene como origen la lengua náhuatl: se trataba de un conjunto de tallos huecos extraídos de diversas plantas del género arundinella (diminutivo de la palabra latina ărundo que significa ‘caña’ o ‘bastón’ ), estos tallos se utilizaban para limpiar a modo de escobas, de ahí el nombre puesto que popoa o popoua en una de sus acepciones es el verbo ‘limpiar’. Estos adminículos para beber de forma “más cómoda” saldrán del mercado a corto o mediano plazo, sí, ¿está bien? Desde luego.
Sin embargo, con todo y estos esfuerzos por hacer que los diversos plásticos no lleguen al mar el efecto restaurativo/preventivo es aún lento, no únicamente por la reciente implementación de reglamentos en ese sentido, si no porque la “preocupación” está mal enfocada o difusa.
De ahí que se vuelva un padecimiento ya grave por las consecuencias inmediatas que el planeta está sufriendo, cierto, en puntos específicos pero de tamaño enorme y cuya restauración va a llevar décadas o siglos, siempre y cuando el daño se detenga ya, cosa que por desgracia no se detiene o detendrá pronto a causa de las necesidades del Capital.

Es pues esta contaminación (en inglés polution vocablo de origen latino que deriva del adjetivo pollūtus ‘manchado’, ‘impuro’, ‘sucio’; sinónimo del término en español) pésimamente atacada por esa preocupación difusa que bien pudiera llamarse síndrome (palabra de origen griego formada por σύν ‘por medio de’, ‘al mismo tiempo’ δρόμος ‘carrera’, ‘recorrido’, ‘curso’ ); precisamente por su etimología: al mismo tiempo que padecemos y nos ocupamos de contrarrestar los efectos del plástico en flora y fauna marina, en tal recorrido nos olvidamos o postergamos (o hacen postergar otros) otro tipo de contaminantes que son igual o peor de perjudiciales para el mar. Así pues, el asunto unilateral de evitar desechar plástico al mar es como tomar un analgésico, alivia un dolor pero no toda la enfermedad que incluso es curable: hoy.
Se deja de pedir popote, de distribuir bolsas de plástico y el ataque va sobre el unicel pero ¿qué industria –entre tantas- está intacta y sigue contaminando a granel más el mar y el aire? Pues aquella que también produce sus “popotes de muerte”: el cigarro.
La alta contaminación producida por estos objetos es peor que el sólo prevenir que el plástico inunde los océanos: las colillas de estos se pueden ver por kilos en las calles, cada una de ellas tardan más de 10 años en degradarse, conteniendo plástico y un amplio coctel tóxico. Una colilla así, contamina hasta 10L de agua del mar y 50L de agua dulce. Esto también por fortuna puede evitarse ya que las colillas son reciclables en dos semanas, creando una pulpa de celulosa útil para elaborar materiales de uso cotidiano como papel o ciertos cartones.
En este proceso de reciclaje es urgente participar y no es algo lejano, ya en nuestro país existen diversos centros de acopio para tal efecto (visiten https://ceroplastico.com/tienda/blog/colillas-challenge-n89?fbclid=IwAR1ywCXxM6YE5zjvFoEGtLqhJUNKaBXWQVYcIy0poO9luILAT68DPpNsSd0) O mejor aún eviten fumar y así no únicamente evitan contaminar el exterior si no el interior de lo que nos mantiene vivos: el cuerpo.

Y no… No basta con ello tampoco. Vivimos épocas de contingencia ambiental por culpa del abuso de circulación automóviles, la tala inmoderada, y un triste etcétera que no es conveniente describir sino hacer que despertemos para seguir evitando en conjunto y cada vez más en cantidad este tipo de situaciones. El síndrome del popote puede tener consecuencias terribles y todo ello es evitable, hagámoslo nosotros mismos, no esperemos que los gobiernos nos resuelvan todo; ellos prácticamente sólo se ocupan por cuestiones viles.