Vie. Nov 22nd, 2024

El amor es la esencia y vocación de la existencia humana – Juvenal Cruz Vega

Ya que ha cesado la maquinaria comercial por el Día del Amor y la Amistad, conviene reflexionar sobre el sentido del amor y de la existencia humana y que mejor modo que con una reflexión del maestro Juvenal Cruz Vega, que conoce tanto el latín como el griego clásico. Va hasta el pasado para darle respuestas al hombre del siglo XXI.

Juvenal Cruz Vega

Director

Academia de Lenguas Clásicas Fray Alonso de la Veracruz

Navita de ventis, de tauris narrat arator, enumerat miles vulnera, pastor oves (El marinero habla de los vientos, el agricultor de sus toros, el soldado cuenta sus heridas y el pastor sus ovejas)

Propercio

Si yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero si no tengo amor, soy como un bronce que suena o como un címbalo que retiñe. Y si tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y si tuviera toda la fe del tal modo que trasladara montañas, pero si no tengo amor, nada soy

San Pablo, 1ª Cor. 13, 1-3

᾿Εὰν ταῖς γλώσσαις τῶν ἀνθρώπων λαλῶ καὶ τῶν ἀγγέλων, ἀγάπην δὲ μὴ ἔχω, γέγονα χαλκὸς ἠχῶν ἢ κυμβαλον ἀλαλάζον. Καὶ ἐὰν ἔχω προφητείαν καὶ εἰδῶ τὰ μυστήρια πάντα καὶ πᾶσαν τὴν γνῶσιν καὶ ἐὰν ἔχω πᾶσαν τὴν πίστιν ὥστε ὄρη μεθιστάναι, ἀγάπην δὲ μὴ ἔχω, οὐθέν εἰμι.

San Pablo, 1ª Cor. 13, 1-3

Si linguis hominum loquar et angelorum, caritatem autem non habeam, factus sum velut aes sonans aut cymbalum tinniens. Et si habuero prophetiam  et noverim mysteria omnia et omnem scientiam, et si habuero omnem fidem, ita ut montes transferam, caritatem autem non habuero, nihil sum.

San Pablo, 1ª Cor. 13, 1-3

Casi todos los días solemos celebrar un acontecimiento de los más grandes del ser humano: El día del amor Pues con este motivo comparto esta conferencia sobre el tema del amor. Porque en verdad, el amor es la más honda certeza existencial, ontológica y fenomenológica que habita en la interioridad humana. Es la esencia del hombre, su sentido originario y la vocación específica, por la cual todas las actividades del hombre adquieren mayor sentido, presencia y significación.

Después de una larga meditación sobre el hombre mismo, la naturaleza y Dios, los grandes hombres han concluido que el amor es el más grande peso existencial. San Agustín en su época de madurez exclamaba con harta emoción en sus Confesiones: “me tocaste y ardí en tu paz” (tetigisti me, et exarsi in pacem tuam).

Del mismo modo, el gran poeta Amado Nervo concluía uno de sus mayores poemas con el siguiente verso: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz”.

Manuel Acuña con su magna experiencia en el arte amatorio inmortalizó el amor a una mujer en su Nocturno a Rosario, al escribir bellamente:

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
más si es en vano todo
y el alma no te olvida,
Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
Qué quieres tú que yo haga
con este corazón?

Por su parte el poeta Antonio Machado nos ha obsequiado entre su extenso repertorio la siguiente delicia: “Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido. Ya conocéis mi torpe aliño indumentario, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario”.

En la música romántica mexicana nuestro gran artista Emmanuel, ha contribuido grandemente en este itinerario, porque ha logrado embellecer la vida en varios modos de ser de la existencia, tal como puede apreciarse en su conocida melodía, Enséñame.

Enséñame, enséñame, a ser feliz
como lo eres tú, a dar amor
como me dabas tú, a perdonar
como perdonas tú, sin recordar
el daño nunca más, nunca más

Cuando una persona se enamora suele hablar de amor, pero al conocer el desamor hace la diferencia entre amar y querer. Hay suficientes testimonios en la memoria histórica al respecto. En la literatura latina puedo compartir la siguiente inscripción:

 Quisquis amat valeat pereat qui nescit amare bis tanto pereat quisquis amare vetat

El que ama que le vaya bien, el que no sabe amar que le vaya mal. Y el que impide amar que le vaya mal dos veces más

Grafito de Pompeya

En este punto el Príncipe de la canción mexicana: José José, nos ha dejado uno de sus más grandes éxitos. Comparto dos fragmentos de su inmortal interpretación Amar y querer:

Casi todos sabemos querer
Pero pocos sabemos amar
Es que amar y querer no es igual
Amar es sufrir, querer es gozar.
El que ama pretende servir
El que ama su vida la da
Y el que quiere pretende vivir
Y nunca sufrir, y nunca sufrir.

En las redes sociales son abundantes los versos populares en tiempos de San Valentín. Yo he recogido uno, y le he dado un sesgo con la filosofía interiorista en lengua latina, el cual versa así:

Non quaestio de quantitate, sed humana dignitate est amor verus. Quapropter noli a te foras quaerere, ubi te valde velle sentias. Imo vero, in interiore tuo responsum quaere, ut aliquis vere te amet

El amor verdadero no es un asunto de cantidad, sino de dignidad humana. Por lo cual, no lo busques afuera de ti; al contrario, busca la respuesta en tu interior para que verdaderamente alguien te ame

Y no podía faltar la sabiduría popular, que es la que más figura en las conversaciones, y la que más llama la atención. Veamos algunos dichos y refranes. Los dejo sin explicar, porque cada persona le puede dar su propia historia y adaptación.  “De la vista nace el amor. Es poco el amor y desperdiciarlo en celos.  Cuando el amor entra por la puerta, la necesidad sale por la ventana.  Árbol que nace torcido jamás su tronco endereza. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. Bastó un segundo para amarte. Lo que empieza rápido, así se acaba. No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Lo que no te mata, te hace más fuerte. El que tiene tienda que la atienda, y si no que la venda. Lo que no has de querer, en tu casa lo has de tener. Un clavo saca a otro clavo. (Frase latina: Clavum Clavo expellere). De aquí recogí una sentencia parecida a través de la tradición: (Un clavo con otro se saca, pero tú me has dado en toda la chapa). La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar. Amor de lejos es de perder. Y de aquí algunos la adaptaron a la palabra pendejo. Dios los hace y ellos se juntan. Esas pulgas no brincan en mi petate. Mosca muerta con la música por dentro. Si quieres perder a un amigo, préstale dinero. Bajo advertencia no hay engaño. Gallina vieja, buen caldo. Ojos que no ven, amigos que te lo cuentan. Ojos que no ven, corazón que no siente”.

Con la ontología y la metafísica trascendental  hemos podido apreciar que hay muchos modos de ser. Por eso hay diversos modos de amar, tales como: el amor a Dios, al hombre, a las letras, el amor a un amigo, el amor a la sabiduría, el enamoramiento, el amor de padre, el amor de hijo y muchas otras formas de amar.

Veamos uno de los textos más connotados de la historia de la filosofía, en el cual Aristóteles da importancia al amor a los sentidos y al mismo tiempo pone énfasis en los problemas fundamentales de la misma filosofía, tal como puede hallarse al principio de su Metafísica, Libro I, 980 a:

Todos los hombres desean saber por naturaleza. Por eso, el amor a los sentidos es la prueba. Y en efecto, independientemente de su utilidad, son amados a causa de sí mismos, pero el más importante de los otros, de uno en uno, es el sentido de la vista. Pues no sólo cuando realizamos algo, sino también, cuando no queremos hacer nada, preferimos la vista en lugar de todos, es decir, de los otros sentidos

Aristóteles, Met. Libro I, 980a

Πάντες  ἄνθρωποι  τοῦ  εἰδέναι  ὀρέγονται  φύσει. Σημεῖον δ’ ἡ τῶν αἰσθήσεων ἀγάπησις. Καὶ γὰρ χωρὶς τῆς χρείας ἀγαπῶνται δι’ αὑτάς, καὶ μάλιστα τῶν ἄλλων ἡ διὰ τῶν ὀμμάτων. Οὐ  γὰρ  μόνον  ἵνα  πράττωμεν ἀλλὰ καὶ μηδὲν  μέλλοντες  πράττειν  τὸ  ὁρᾶν  αἱρούμεθα  ἀντὶ πάντων ὡς εἰπεῖν τῶν ἄλλων

Aristóteles, Met. Libro I, 980a

En otra forma de amar puede hallarse un testimonio celebérrimo de la madre de Dios a los mexicanos. Rómulo Díaz (1863-1962) entona su Madrigal guadalupano, que reelabora a su vez José Luz Ojeda. Así canta don Rómulo: Siendo harto más hermosa, que la azucena, para ser mexicana, se hizo morena. Y Ojeda Parafrasea así: “eres más blanca que la azucena, eres más clara que el claro sol, más te quisiste volver morena para robarte mi corazón” (Exaltación Guadalupana, Laus Guadalupensis).

La trascendencia del amor es uno de los temas más notables, no sólo en la teología, ética, axiología, moral, psicología, pedagogía, sino también en la mitología, antropología y tanatología, esto apunta más hacia la universalidad del amor como valor y su vinculación con el ser y la verdad.

Hay un mito en lengua griega que nos invita a ver esta tesis, pues con el amor todo se puede. Es la historia de Admeto y Alcestis, la cual se encuentra registrada en la historia de la mitología del modo siguiente:

Cuando Admeto era rey de Feres, siendo esposo de Alcestis, y cuando llegó su hora de morir, el dios Apolo dijo: que según su buen comportamiento anterior, era posible prolongarle la vida más tiempo, sólo si alguno de sus familiares quisiera morir en su lugar. Por su parte Admeto no fue capaz de persuadir a su padre ni a su madre, pero Alcestis por amor se sacrificó, porque sólo quería salvar a su esposo

“Ὁ Ἄδμητος ἐβασίλευε τῶν Φερῶν καὶ ἦν τῆς Ἀλκήστιδος ἀνήρ∙ ἐπεὶ δὲ ἡ ὥρα ἧκε τῷ Ἀδμήτῳ ἀπογνῄσκειν, ὁ Ἀπόλλων λέγει ὅτι διὰ τὴν πρὶν εὔνοιαν ἔξεστιν αὐτῷν ἔτι βίον διάγειν, εἴ τις τῶν οἰκείων ἐθέλει ὑπὲρ αὐτοῦ ἀποθνήσκειν. Ἀλλ’ ὁ Ἄδμητος οὐχ οἷός τε ἦν πείθειν οὔτε τὸν πατέρα οὔτε τὴν μητέρα∙ καὶ δὴ ἡ Ἄλκηστις μόνη ἤθελε σῴζειν τὸν ἄνδρα”

Uno de los últimos textos que me obsequió mi maestro, el doctor Guillermo Hernández Flores (1949-2020) va dedicado al amor que es entregado a una mujer. Mi tarea y mi contribución fue haberlo puesto en latín. Ahora lo comparto de una forma bilingüe con el fin de embellecer esta disertación.

“Con reconocimiento, admiración y gran afecto a la mujer de excepcional inteligencia, que nada pide al mejor varón”.

De gratulatione et recognitione  et maxima benevolentia feminae eminentis intellectus, quae nihilo ab optimo viro superatur.

¿Pero qué es pues, el amor, dirán unos y levantarán la mano otros? Sin duda habrá muchas respuestas, y todas serán al final agotadas, porque el amor es una realidad tan amplia, y lo que puede captar el hombre es sólo una centella de la ancha realidad. A pesar de los intentos y de todas las formas de amar que puedan darse en el transcurso de la vida, tomando en cuenta la historia del pensamiento, apuntamos tres formas de amar, según sus aspectos y significados: Eros, Filos y Ágape.

Eros es el amor sensible, tiende al bien, es donde el hombre encuentra su plenitud, porque está hecho para el bien. El amor como Filos es lo que comúnmente llamamos amistad; parte del Eros, incluso se puede decir que es su perfección, es el amor espiritual y personal. El amor como ágape es el tercer grado del amor, que por su misma naturaleza viene de Dios; es el amor de Dios al hombre y su correspondencia a la gracia de Dios.

Todos sabemos por experiencia que el hombre vive en sociedad, porque su misma naturaleza le ha exigido estar con otros. Así lo expresó bellamente Aristóteles al inicio de su política: “Por naturaleza el hombre es un animal social o político… el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje” (1). Y más tarde Séneca escribió: “viviré con quien sabe que nació para los otros” (2). Por su parte san Agustín, el filósofo de la interioridad y del amor escribió: “mi amor es mi peso, él me lleva donde quiera que voy” (3). Estos testimonios muestran claramente que el hombre naturalmente tiene disposición de comunicación, es más, el hombre mismo es comunicación.

Dr. Guillermo Hernández Flores
Dr. Guillermo Hernández Flores

En efecto, el hombre tiene la capacidad de comunicar, porque él mismo es comunicación. Se comunica por medio de la palabra, la corporeidad, pero con más plenitud se comunica por medio del amor.

El amor en un sentido general tiene varios significados, y por su modo de aplicación concreta es analógico. Hay amor paterno y materno, filial, fraternal, amistad, conyugal, patriótico, etcétera. Casi todos los autores consideran tres grados en el amor o modos diversos de amar: Eros, Filos y Ágape, tal como se apuntó arriba (4).

El amor como Eros, “es el amor sensible, pero sin caer en el dualismo alma-cuerpo, ya que en este amor interviene el hombre entero (espíritu encarnado, unidad plural), aunque con cierto predominio de la dimensión corpórea y por lo mismo con relativa participación de la libertad. Por eso, lo que generalmente provoca al amor erótico es la belleza sensible: esplendor de formas y colores, armonía de figuras que atraen y que producen fruición y felicidad. Contiene la unión de lo verdadero, de lo bello y de lo bueno. Entonces Eros tiende al bien donde el hombre encuentra su plenitud porque está hecho para el bien” (5).

No se piense que el amor (Eros), como se trata del amor sensible, sea el amor sexual en absoluto, pues abarca todas las partes sensoriales, tanto externas como internas. Sin embargo, el amor erótico “funda el encuentro que puede producir cambios profundos en las personas. Da lugar al diálogo que enriquece a los dialogantes, origina una clase de amistad que suele impregnar de alegría la vida humana. El amor erótico se deja sentir en el arte, en la oratoria, en la enseñanza, en la educación y aún en las actividades religiosas” (6).

El amor como Filos, es lo que comúnmente llamamos amistad. Parte del Eros, incluso se puede decir que es su perfección. Es el amor espiritual y personal; éste último “en sentido amplio es amor personal en cuanto que abarca al hombre entero y expresa lo mejor y lo más profundo de la persona. Es espiritual, en cuanto que surge del ser humano, todo entero, con énfasis sobre el espíritu” (7).

La amistad brota de las últimas profundidades de la persona, por eso “llega a lo mejor, único e irrepetible, de otra persona” (8). Por la amistad el hombre se encuentra en su yo profundo, pues es el verdadero amor, de aquí la necesidad de que Eros se transforme en Filos. Ya que la amistad “es querer el bien de la persona amada, pues ya lo había expresado Aristóteles: amor es desear a otro todo lo que se considera bueno, no por uno mismo, sino por el otro” (9). De modo que la amistad “es un dinamismo que provoca interioridad, alegría, felicidad, entusiasmo por crecer en el bien y la autorrealización personal” (10).

El amor como amistad, “es el más rico y evidente medio de comunicación, porque el amor no es solamente un sentimiento, una descripción, una noción sino que es algo ontológico”, es una realidad, una verdad evidente y oculta en un misterio (11). En este sentido conviene ayudarnos de un texto de san Agustín que reza así: “hay que juzgar al hombre, no por lo que sabe, sino por lo que ama. Sólo el amor hace de él lo que es, el amor bueno lo hace bueno, el amor malo lo hace malo” (12).

La amistad es un valor humano que se fortalece con el trato, necesita del tiempo para crecer en la persona. Muy pocos conservan la amistad de sus verdaderos amigos, con razón Cicerón no se cansaba de expresar: “Nada más difícil en la vida que hacer durar una amistad hasta el último día de la vida”. Pues la amistad va creciendo cotidianamente en las relaciones interpersonales “es el descubrimiento del otro en tanto que otro y desde más allá de él mismo, desde su vocación”, como dice Jean Lacroix, o como diría Jaspers, “el surgimiento conjugado y concreador de dos libertades personales que se afirman a sí mismas afirmándose amorosa y recíprocamente” (13).

La amistad “es la actitud comprensiva interpersonal: es intercambio sincero y gozoso” (14). En la amistad, “adquieren valor especial no sólo las palabras, sino también los gestos y el silencio: las palabras porque significan y expresan el nosotros cordial que forman el yo y el tú; la sonrisa —gesto característico de la convivencia amistosa— porque es el símbolo del gozo que me causa el que tú y yo estamos viviendo un nosotros único; el silencio, porque es el símbolo de la fruición inefable en el espíritu por la realidad de ser nosotros” (15).

Hay muchos testimonios sobre la amistad, no obstante es ejemplar un texto alejandrino que guardo entre mis apuntes y que hoy comparto con tanta alegría y pasión de una forma bilingüe:

“Μέγας θησαυρὸς ὁ φίλος  ἐστί,  καὶ ἄξιος πασῶν μελετῶν. Ὁ φίλος συμβουλεύει  ἡμῖν  ἐν  ταῖς  ἀπορίαις, κωλύει τὰ  ἡμέτερα κακά, δακρύει σὺν ἡμῖν  ἐν ταῖς  ἀτυχίαις, καὶ ὅταν ὦμεν νοσεροί, νυκτερεύει πρὸς τῇ ἡμετέρᾳ κλίνῃ θωπεύων ἡμᾶς μύθοις μαλακοῖς. Ὁ φίλος ἐστὶν ἄλλος ἐγώ, καὶ ἡ φιλία πεγὴ χαρᾶς καὶ ἡδονῆς”.

El amigo es un gran tesoro y digno de todos los cuidados. El amigo nos aconseja en las dificultades, impide nuestros males, llora con nosotros en las desgracias, y cuando estamos enfermos pasa la noche, sentado cerca de nuestra cama, halagándonos con pláticas agradables. El amigo es otro yo y su amistad es fuente de alegría y de complacencia.

El amor como Ágape es el tercer grado del amor, que por su misma naturaleza viene de Dios. Es el amor de Dios al hombre y la correspondencia de éste a la gracia de Dios. Este grado de amor le da plenitud al Eros y al Filos. En el ágape hay un verdadero dialogo, pues en el “dialogo amoroso con Dios se realiza la realización personal yo-tu entre el hombre y su creador, relación que exige la más profunda soledad” (16).

En la reflexión que he venido dando sobre el maestro, suelo hablar sobre el amor, como fundamento de todas las características que lo constituyen: conocimiento, experiencia, talento, vocación y amor. Todas estas características sin amor no tendrían sentido. Sin embargo, pienso que la vocación, el conocimiento y el amor son más cercanas. Tal vez todas tienen una relación muy estrecha. Hay una cita del doctor José Rubén Sanabria que es muy aleccionadora: “en definitiva todo saber es saber del ser. Por consiguiente, toda vocación es un llamado del ser. Porque toda actividad se realiza porque toda actividad se realiza por algo, por un motivo. Sin motivo no habría actividad. En el orden intelectual, el llamado viene del ser que nos provoca su conocimiento. Y como hay muchos modos de ser, de ahí que haya muchas vocaciones. El ser llama desde la superficie plural de las cosas, de los entes. Pero también llama desde la profundidad. Como todos los entes se fundan en el ser. Como todo lo visible oculta algo invisible, toda vocación es una voz del ser”.  

El texto de Pablo a los Corintios es magistral al respecto. Son trece versos del capítulo 13 de la Primera carta a los Corintios. Solamente comparto los versos 1, 2, 3 y 13, los cuales dan testimonio de la esencia profunda del amor en Pablo, y el aporte fundamental del cristianismo a todo el pensamiento universal.

1.᾿Εὰν ταῖς γλώσσαις τῶν ἀνθρώπων λαλῶ καὶ τῶν ἀγγέλων, ἀγάπην δὲ μὴ ἔχω, γέγονα χαλκὸς ἠχῶν ἢ κύμβαλον ἀλαλάζον.

Si linguis hominum loquar et angelorum, caritatem autem non habeam, factus sum velut aes sonans aut cymbalum tinniens.

Si yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero si no tengo amor, soy como un bronce que suena o como un címbalo que retiñe.

2. Καὶ ἐὰν ἔχω προφητείαν καὶ εἰδῶ τὰ μυστήρια πάντα καὶ πᾶσαν τὴν γνῶσιν καὶ ἐὰν ἔχω πᾶσαν τὴν πίστιν ὥστε ὄρη μεθιστάναι, ἀγάπην δὲ μὴ ἔχω, οὐθέν εἰμι.

Et si habuero prophetiam  et noverim mysteria omnia et omnem scientiam, et si habuero omnem fidem, ita ut montes transferam, caritatem autem non habuero, nihil sum.

Y si tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y su tuviera toda la fe como para trasladar de sitio las montañas, pero si no tengo amor, nada soy.

3. Κἂν ψωμίσω πάντα τὰ ὑπάρχοντά μου καὶ ἐὰν παραδῶ τὸ σῶμά μου ἵνα καυχήσωμαι, ἀγάπην δὲ μὴ ἔχω, οὐδὲν ὠφελοῦμαι.

Et si distribuero in cibos omnes facultates meas et si tradidero corpus meum, ut glorier, caritatem autem non habuero, nihil prodest.

Y si repartiera todos mis bienes, y si entregara mi cuerpo para que yo me gloriara, pero si no tengo amor, nada me aprovecha.

13. Νυνὶ δὲ μένει πίστις, ἐλπίς, ἀγάπη, τὰ τρία ταῦτα· μείζων δὲ τούτων ἡ ἀγάπη.

Nunc autem manet fides, spes, caritas, tria haec; maior autem ex his est caritas.

Pero ahora permanece la fe, la esperanza y el amor. Estas tres, no obstante, la más grande de estos es el amor.

El amor es el modo de comunicación más pleno y eficaz. “Si el amor parece un misterio, por lo mismo es indecible, se debe a que el amor es la esencia del hombre que sigue siendo, a pesar de los constantes intentos por definirlo, el profundo abismo que dijera Agustín” —Magnum et  profundum est ipse homo— (17).

 Al final de la jornada cada uno podrá tener su propia apreciación sobre el amor. Uno de los más grandes hombres de la historia en su obra “Amores”, Ovidio Nasón había escrito. “Yo no me considero un experto de finos caballos, pero ojalá aquel auriga derrote al que tú misma favoreces. He venido para hablar contigo y sentarme junto a ti, no sea que no conozcas el amor que me despierta. Tú contemplas las carreras y yo a ti, observemos ambos lo que nos deleita y cada uno que alimente sus propios ojos. (Non ego nobilium sedeo studiosus equorum; cui tamen ipsa faves vincat ut ille precor. Ut loquerer tecum veni tecumque sederem, ne tibi non notus quem facis esset amor. Tu cursus spectas, ego te – spectemus uterque quod iuvat, atque oculos pascat uterque suos)”.

No obstante, la experiencia hace la diferencia. Usus magistrum facit (la experiencia hace al maestro como solían decir los romanos). San Agustín, el más grande autor sobre el amor, nos dejó pincelado uno de sus versos que vino a inmortalizar la vida existencial de los hombres al decir con harta pasión y hermosura:

Sero te amavi, pulchritudo tam antiqua et tam nova, sero te amavi¡ Et ecce intus eras et ego foris, et ibi te quaerebam et in ista formosa, quae fecisti, deformis irruebam. Mecum eras, et tecum non eram. Ea me tenebant longe a te, quae si in te non essent, non essent.

Tarde te amé, oh belleza ancestral, pero nueva para mí, demasiado tarde te amé. He aquí que tú estabas dentro y yo estaba afuera, y allí te buscaba, y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Aquellas cosas me mantenían lejos de ti, las cuales si no estuvieran en ti, no existirían.

San Agustín

Dije al principio que el amor es la esencia y vocación de la existencia humana. Es el valor supremo que mueve al hombre desde adentro de sí mismo, desde su interioridad. Por ello todos los valores lo ponen al centro de la vida y de la acción humana. Pues como dice el filósofo español Carlos Díaz Hernández:

“La justicia sin amor te hace duro. La inteligencia sin amor te hace cruel. La amabilidad sin amor te hace hipócrita. La fe sin amor te hace fanático. El deber sin amor te hace malhumorado. La cultura sin amor te hace distante. El orden sin amor te hace complicado. La agudeza sin amor te hace agresivo”.[1]

Todo lo que he dicho en esta disertación no se opone a aquello que expresaba con tanta pasión y profundidad filosófica, mi maestro el doctor José Rubén Sanabria, citando a Emmanuel Mounier: “El acto de amor es la más honda certeza del hombre, el cogito existencial irrefutable, yo amo, luego el Ser existe y la vida vale la pena de ser vivida”19.

(1) Aristóteles, Política, 11,1 1253 a.

(2) Séneca, De vita beata, XV, 20

(3) San Agustín, Confesiones, XIII, 9, 10: Pondos deum amor meus, eo feror quocumque feror

(4) Por ejemplo: Jean Lacroix, Kart Jaspers, Emmanuel Lévinas, Pedro Laín Entralgo, Adela Cortina, Carlos Díaz, Pedro Gasparotto, Sanabria, Basave, etc.

(5) Sanabria, José Rubén. Filosofía del hombre, Porrúa, Segunda edición, México, 2000. p 186

(6) Ibidem p 187

(7) Ibidem p. 189

(8) Ibidem

(9) Ibidem, p. 190

(10) Ibidem, p. 194

(11) Ibidem, p. 195

(12) San Agustin, Epist 155,13 Mores autem nostri, non ex eo quod quisque novit, sed ex eo quod diligit, dijudicari solent: nec feciunt bonos vel malos mores nisi boni vel mali amores.

(13) Sanabria, José Rubén. En torno a la soledad, en Revista de Filosofía, año IV, núm 12, UIA México, 1971, p. 303

(14) Idem

(15) Idem

(16) Ibidem, p. 305

(17) Sanabria, José Rubén. Filosofía del hombre, op. Cit. P. 95 El texto de san Agustín, Confess IV 14,21.

(18) H. Orberg Hans, Lengua latina, Per se illustrata, Pars I, Familia romana, Museum Tusculanum, Hauniae MCMLVI, anno 1991, p. 146 Evidentemente esto no es lo que piensa el autor, pues la obra que señalo es una forma de enseñar latín conforme al método natural; sin embargo, eso todavía lo sostienen algunas personas.

(19) Ver entrevista a José Rubén Sanabria en Atenas y Roma, revista semestral de la dirección de investigación, n° 3 UPAEP, Puebla, 2004, p. 110.


[1] La idea la tomé del fragmento que puso en la contraportada de su reciente libro, el filósofo español Carlos Díaz Hernández, cuyo título es: Los mínimos filosóficos que deben estudiar los psicólogos y maestros serios, Editorial Sinergia, Guatemala, 2016.