Vie. Nov 22nd, 2024

¿Cómo desafiar lo que parece inevitable? – Juan de Dios Andrade

Las pugnas en lo que va del actual pontificado, ¿son provocada por el Papa Francisco o por segundas o terceras instancias? ¿Es una lucha por el poder al interior de la Iglesia o por una visión escatológica? ¿Asistimos al fin de la era de Constantino? ¿Estamos ante las realidades últimas o no?

CONfines Políticos

La polémica que tiene lugar al interior de la Iglesia, a raíz de la llegada del Papa Francisco, reviste muchos aspectos de interés y debemos ser cuidadosos de no atribuir al Pontífice lo que otros digan. Si de por sí hay desinformación e injerencias externas atizándole al conflicto, con mayor razón la confrontación se potenciará si, de uno u otro lado, hay gente distorsionando…

Resulta comprensible que un Papa arribe con un equipo de confianza, distinto del que tenía el anterior, pero también el que se conserven a algunos, manteniendo la cohesión de la cúpula eclesiástica y, en muchos casos, la unidad y concordia de la misma grey…

Sin embargo, por muy cercana que sea una persona al Vicario, no hay que suponer que lo que haga o diga sea el sentir del segundo. A menos, claro, que el Papa lo manifieste así. De otro modo, será sólo el proceder o pensar del particular. En este sentido, también hay que considerar las afirmaciones que requieran alguna precisión con tal de no generar malentendidos, así como advertir tergiversaciones que encauzan las cosas por un camino distinto. Ya hemos visto algunos casos en el espectro de los que recelan del Papa Francisco en nombre de la Tradición o de la Doctrina, veamos ahora otros tantos del otro lado…

Por un ‘kerigma’ auténtico

Una de las afirmaciones que hacen de ordinario, es que la mentalidad conspirativa y la desinformación han hecho olvidar el ‘kerigma’ a los críticos del Papa. No sabría decir si eso sea verdad en todo momento, pero requiere una aclaración. Es verdad que, a la muerte, resurrección y ascensión de N.S. Jesucristo, en los apóstoles y en los primeros cristianos prevaleció un gran deseo de anunciar la ‘Buena Nueva’. Había dos motivos íntimamente relacionados: Él mismo lo ordenó y mientras más rápido se hiciese, más pronto volvería. El apremio implicaba una proclamación o ‘kerigma’ oral (la raíz de la palabra hace referencia a ‘proclamar’, ‘anunciar’) basado en testimoniar la muerte redentora de Jesucristo, su resurrección y retorno…

Muy pronto, los apóstoles fueron conscientes de que lo anterior implicaba resolver dos asuntos impostergables: poner por escrito, ordenar y sistematizar lo que Jesús había dicho y hecho, en primer lugar. Existía un núcleo inicial de fragmentos y el peligro latente era que, al proclamar, se comenzase a perder fidelidad a la Buena Nueva, con mayor razón al traducirse a otros idiomas. Este esfuerzo tuvo cuatro focos de irradiación: Jerusalén, Antioquía, Roma y Éfeso, surgiendo de ellos los cuatro evangelios canónicos, cuando también se formaba el Magisterio y la Tradición…

Es decir: no se trata sólo de tener presente el ‘kerigma’, sino de que sea un ‘kerigma’ fiel a las Sagradas Escrituras (centrado en el Evangelio), a la Tradición y al Magisterio (en línea de sucesión petrina y de los obispos en comunión con ello, lo que debe proyectarse a toda la Iglesia). Por lo tanto, no es cuestión de testimoniar como sea, aunque nos anime una buena intención, sino de dar cuenta del verdadero Hijo de Dios, sin que se pierda en el mar de nuestras emociones…

Un ‘kerigma’ sin las precisiones pertinentes, sólo abona a la percepción de algunos sobre una ruptura doctrinal y no recuerdo que el Papa Francisco haya hablado en esos términos. Tendrá todos los defectos que gusten, pero no lo ha hecho y el celo de algunos los lleva a olvidar que, cuando deseas apoyar a un Pontífice, debes ser cuidadoso. No sé si me explico…

El otro asunto inaplazable consistía en calmar los ánimos de aquellos ‘kerigmáticos’ que pensaban que el retorno del Señor estaba a la vuelta de la esquina. Hasta la fecha, las corrientes milenaristas reprochan a la Iglesia primitiva (y, más bien, a los apóstoles) el haber frenado y casi diluido el discurso escatológico, atribuyéndolo al rechazo que hubo en Atenas, cuando San Pablo habló a los griegos sobre la Resurrección. Como si hubiese sido producto de la inconveniencia: con tal de ser aceptados por la gente de ciencia, se hizo a un lado la Escatología. Eso no fue exactamente así. Lo que visualizaron los apóstoles era que tal ‘kerigma’ se acercaba peligrosamente a la ruptura con aquella afirmación de Jesús: “Nadie sabe el día ni la hora, sólo mi Padre que está en los cielos” e iba a ser cuestión de tiempo para que alguien intentase ponerle fecha…

En otras palabras, estaban atajando una raíz que, luego, sería conocida como milenarismo radical (al contrario de algunos Padres de la Iglesia, que sí compartieron un milenarismo moderado). Aquí queda más claro que un ‘kerigma’ en solitario implica riesgos y nos revela algo importante: ese milenarismo que se percibe en los integristas y algunas corrientes tradicionalistas podría estar presente en ciertas personas que se declaran a favor del Papa actual. Por eso es urgente que hagan las aclaraciones pertinentes, antes de quedar atrapados en una lucha dialéctica que parece configurarse, porque estarían acusando a la contraparte de algo hacia donde ellos también se encaminan. O no me digan que pretenden un ‘kerigma’ desprovisto del Segundo Advenimiento…

Un punto en el cual todos o casi todos podrían coincidir es en que la realidad humana no consiste en una polaridad entre ‘buenos’ y ‘malos’, corrigiendo de paso al llamado ‘agustinismo político’. El propio San Agustín aclaró que la lucha entre la Ciudad de Dios y la Ciudad terrenal se da dentro de cada persona. Pero sí es prudente aclarar cuál será la Teología de la Historia que servirá como marco interpretativo, que conlleva una determinada visión escatológica…

El deslinde ante lo intramundano

Hay otra línea discursiva, en la cual el Papa sí ha hecho importantes comentarios y es la de no tejer compromisos con los poderes fácticos ni con los partidos o las ideologías, con tal de salvar al mundo del abismo de la degradación y del mal. Esto está apuntado en el magisterio de varios Papas anteriores, entre ellos el propio Juan Pablo II. Sin embargo, cuando eso se difunde por parte de otros, plantean una dicotomía no exenta de riesgos: distinguen entre lo que ‘cree la Iglesia’ al respecto y lo que ‘piensa el Papa’, como si Francisco no estuviese a cargo de la ‘Ecclesia’. El Santo Padre tampoco habla en esos términos, pero si alguien más lo hace da pie a que se piense que se están gestando ‘dos Iglesias’, lo que es aprovechado por los críticos para echar a pelear a todos contra todos. Podría tratarse de una visión muy raquítica por parte de terceros, pero también de que alguien en el entorno del Papa está pensando en la fundación de ‘otra Iglesia’. Hasta ahora, todo apunta a segundo o tercer círculo…

Otro elemento de coincidencia estriba en la necesidad de que cada poder (espiritual y temporal) sigan su propio cauce, sin intentar ser el soporte mutuo y la polarización existente ha impedido ver que Francisco ha asumido como propio un llamado que hiciera el entonces Cardenal Ratzinger, cerca de la muerte de Juan Pablo II: combatir la ‘dictadura el relativismo’ y que retomó en la misa previa al cónclave que lo eligió asumiendo el nombre de Benedicto XVI. Francisco, a su vez, agrega la polarización social y económica global, que tiende a agravarse. Llegado este punto, lo deben clarificar, porque, ciertamente, las polarizaciones en cuestión son importantes, pero no al grado de pretender modificar el sentido de la Redención de Cristo. No se trata de un problema técnico…

Una y otra vez, el asunto remite a terceros, como en el caso de la distinción entre ‘amor al prójimo’ y ‘amor al enemigo’, y me refiero a que la argumentación empleada es puramente humana, cuando su naturaleza no es propicia para eso. Me explico: amar al enemigo es una gracia sobrenatural que debe pedirse a Dios. No se trata del buen deseo de armonizar las relaciones y los sentimientos, sino de un amor y un perdón que pasa y traspasa los límites de lo humano. Decir que el amor al prójimo no es lo típicamente cristiano, es un gran atrevimiento puesto que es la síntesis de los mandamientos hecha por N.S. Jesucristo: “Ama a Dios por encima de todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. El ‘enemigo’ también es mi prójimo. ¿o ya le están corrigiendo el Evangelio al Hijo de Dios? Esto es parte de lo que genera muchas dudas legítimas…

El fin de la herencia de Constantino

Un aspecto importantísimo y que bien tratado puede dar muchos frutos, es la idea, con cierta visión geopolítica, de poner punto final a la herencia del Imperio romano y deslindar al Sacerdocio del Imperio. Es algo que se viene madurando desde Juan Pablo II y se clarificó en el pontificado de Benedicto: el fin de la era de Constantino. Esto no les gusta a algunas personas, pero tampoco se puede pretender que todo haya empezado en 2013. El Papa Francisco es heredero de una línea de sucesión petrina y nunca ha sostenido que la Historia empiece con él. Esto proviene de los interlocutores que, en su comedimiento, se llegan a exceder…

La propuesta de que, para fortalecerse y ser escuchado, el Papa debe renunciar a ser un ‘hombre fuerte’, sí es esencial en un contexto global donde campea el populismo y el autoritarismo. Bergoglio llegó al Papado envuelto en una serie de polémicas catalogándolo de ‘populista’ y de ‘izquierdas’, lo que se ha potenciado ya como Vicario. Esto va íntimamente unido a la intención de no tejer compromisos con los poderes fácticos, partidos políticos o proyectos ideológicos, pero (otra vez los terceros o cuartos círculos) al difundirse y posicionar esos temas, no faltan los medios católicos que ponen títulos contra “la derecha”, “los conservadores”, “los tradicionalistas” o “los integristas”, como si fuesen en la misma embarcación. Pero lo más delicado es que significa tergiversar la intención del Papa: si se desea culminar el deslinde, debe ser de todos los tintes ideológicos, partidos políticos y poderes fácticos o sólo será simulación, porque la difusión se hace en un lenguaje populista y claramente polarizante…

Asimismo, se acusa a los demás de recurrir a una mentalidad conspirativa y apocalíptica. Lo primero, lo abordé en otras entregas (y lo retomaré más delante), pero si por ‘apocalíptico’ entendemos una escatología intramundana estoy de acuerdo. Es necesario dejarla atrás porque no es de naturaleza cristiana, pero relegar lo escatológico tampoco lo es…

Las realidades últimas y el Retorno del Señor

En su Audiencia General del 12 de noviembre de 2008, Benedicto XVI sostuvo que la Resurrección conduce a la espera del retorno del Señor, no se puede hablar de una cosa sin la otra. Aclara que el tiempo presente es el de la Iglesia y el Reino de Cristo y que llegará el momento cuando Cristo venga para entregar su Reino al Padre, pero que toda escatología parte de la Resurrección, luego de la cual han comenzado las realidades últimas “y, en cierto sentido, ya están presentes”. Al referirse a San Pablo, distingue su discurso sobre la resurrección de los que mueran en Cristo, donde el futuro es “estar con el Señor” (en cuanto creyentes, lo estamos y que la vida eterna “ya ha comenzado”), de la parte en que advierte de las cosas que van a ocurrir antes del final, sobre todo por la idea de un retorno inminente, cronológico. Primero será la apostasía y la llegada de «un no bien identificado “hombre impío”, el “hijo de la perdición”», que la tradición llamará el “Anticristo”. San Pablo nos previene de que la espera no exime de las responsabilidades que cada uno tenga, anticipando algunas corrientes del posterior milenarismo…

En el entorno del Papa Francisco están cayendo en una contradicción, aunque me parece que no es de mala fe: si es cierto que asistimos al final de la era de Constantino (que pienso que así es), eso nos coloca frente a la polémica sobre el Apocalipsis. Es decir: San Pablo advierte de la existencia de un obstáculo que retiene al Anticristo y que, cuando sea removido, se manifestará el ‘impío’ (2 Ts 2, 6-8). Una interpretación teológica muy aceptada, identifica ese ‘obstáculo’ con el Imperio romano, luego de cuya desaparición entraremos en una larga etapa antes del final, aunque, como ya vimos, Benedicto XVI dice que las realidades últimas empezaron después de la Resurrección…

De dicha tesis se han derivado dos más: una, sostiene que el ideal del Imperio no acabó con la caída de Roma, sino que permaneció durante siglos en todos los proyectos imperiales a lo largo de la Edad Media hasta Napoleón Bonaparte; otra, sostiene que ha seguido un poco más, a través del Imperio austro-húngaro y en proyectos laicistas como el de Mussolini, los nazis, el estalinismo y sería ahora, justo cuando el populismo parece cobrar nuevos bríos, que estaríamos clausurando la era de Constantino…

Este es un asunto que debe abordarse con mucho cuidado y seriedad, por sus implicaciones. Pero no se puede acusar a la contraparte de ‘apocalíptica’, cuando, a la vez, afirmas cosas que van en esa misma dirección. Si lo vemos bien, la idea del Papa de deslindarse de todo proyecto político pone fin a las pretensiones imperiales sacras y Benedicto XVI sostiene que “el hijo de la perdición” ni ha sido bien identificado ni ha llegado aún. ¿Será una persona o un sistema? ¿O ambas cosas? Es difícil responder tajantemente…

El segundo Advenimiento: “¡Hágase tu Voluntad!”

Pero lo que sí sabemos es lo que la Virgen de Fátima pidió a los pastorcitos: “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera mandaros, como acto de reparación por los pecados por los cuales Él es ofendido, y como súplica por la conversión de los pecadores?” (que abordamos en otra ocasión). Benedicto dice que la pregunta va dirigida a todos los cristianos y, si hablamos de que estamos experimentando las realidades últimas, luego de las cuales vendrá el Justo Juez, sería la forma de afrontar el Apocalipsis…

Para San Pablo, mientras el Señor no nos llame, debemos vivir para los demás. Para el hombre de fe, el futuro no es oscuridad. Para el resto del mundo sí lo es, por eso tiene miedo de lo que venga. Mucho antes que San Pablo, Nuestra Señora comenzó a experimentar esa tensión entre el deseo de irse con su Hijo cuando partió y su amor a la naciente Iglesia fundada por Él, quedándose para servir a sus semejantes en lo que llegaba su hora y lo hizo por obediencia al Redentor…

En su homilía del 13 de mayo de 2010, Benedicto XVI nos dice que la Virgen de Fátima, cuya misión profética no ha terminado, nos hace una invitación sacrificial: sufrir para reparar los pecados que ofenden a Dios y por la conversión de los pecadores (que somos todos y donde está el prójimo, incluyendo a los enemigos). Este sacrificio reparador es un modo de amar al prójimo (y a los enemigos) y lo más importante es que no es al gusto de uno, sino que así lo pide la Virgen en nombre de su Hijo. Es la forma específica de servir al prójimo en la etapa de las realidades últimas, sin importar cuándo haya empezado ni cuánto vaya a durar…

Como lo dije en otra edición, es una solidaridad y fraternidad sobrenaturales. Ahí puede tener cabida el ir en auxilio de los pobres y desamparados, así como de todo aquel que sufra por motivos sociales o económicos (la polarización que tanto preocupa al Papa Francisco), pero en el sentido sacrificial y reparador que pide la Virgen de Fátima. De lo contrario, aunque sea con buena intención, podría ser un espejismo: el de nuestra propia vanidad y orgullo, el culto al héroe que se niega a morir en nosotros y que se disfraza de muchas formas…

Al margen de cuando ocurra el Segundo Advenimiento, esa debe ser la ‘actitud escatológica’ del verdadero cristiano: vivir para el prójimo. Benedicto XVI nos previene de lo difícil que resulta decir con sinceridad las palabras de San Pablo y de San Juan: “¡Ven, Señor Jesús!”, pero debemos hacerlo porque si queremos un mundo justo, con paz, sin violencia y sin hambre, eso no puede ser sin Cristo y agrega algo crucial: el Retorno no será como nosotros queramos, sino como Él quiera. Aquí se inserta la pregunta hecha en Fátima, esta es su verdadera dimensión: las cosas van a ser como N.S. Jesucristo quiera o no provendrán de Él, sino de aquel que venga por cuenta propia…

Para los que creen que hay una ruptura entre Benedicto y Francisco, vean cómo terminó el primero esa Audiencia General de 2008:

«¡Ven, Señor! Ven a tu modo, del modo que tú sabes. Ven donde hay injusticia y violencia. Ven a los campos de refugiados, en Darfur y en Kivu del norte, en tantos lugares del mundo. Ven donde domina la droga. Ven también entre los ricos que te han olvidado, que viven sólo para sí mismos. Ven donde eres desconocido. Ven a tu modo y renueva el mundo de hoy. Ven también a nuestro corazón, ven y renueva nuestra vida. Ven a nuestro corazón para que nosotros mismos podamos ser luz de Dios, presencia tuya. En este sentido oramos con san Pablo: ¡Maranà, thà! “¡Ven, Señor Jesús”!, y oramos para que Cristo esté realmente presente hoy en nuestro mundo y lo renueve» …

Esta es la verdadera forma de desafiar al abismo previsto en el Apocalipsis, aunque parezca inevitable: sufrir y reparar lo propio y lo de otros, a la espera de Aquel que no ha hecho mal alguno, pero que resolverá todo…

Hasta entonces…

Correspondencia: confinespoliticos@gmail.com