Vie. Nov 22nd, 2024

Álvaro Obregón, a 95 años de distancia – Juan de Dios Andrade

Hace 95 años hubo un homicidio que cambió la historia de México y, pese al tiempo transcurrido, persisten las dudas sobre lo ocurrido. ¿Asesino solitario? ¿Conspiración de alguna sociedad secreta? ¿Quién fue el verdadero autor intelectual del crimen? Tal vez nunca sepamos la verdad del todo, pero hay aspectos muy interesantes sobre lo que pasó no sólo en el restaurante ‘La Bombilla’, sino en el contexto de la lucha por el poder en México.

CONfines Políticos

17 de julio de 2023

Un 17 de julio, pero de 1928, José de León Toral se levantó muy temprano. Pasó a ver a la Madre Conchita, donde el Padre Cañas ofició misa y comulgó. A partir de ahí, su itinerario estuvo en función de seguir los pasos del general Álvaro Obregón, presidente electo, para darle muerte. Eran los tiempos de la guerra cristera y, en ciertos ambientes católicos, se responsabilizaba al candidato triunfante de la situación que vivía la Iglesia, llegando a la conclusión de que las cosas cambiarían con su desaparición…

No hay duda de que De León Toral le infligió heridas mortales a Obregón y que murió en el acto, pero lo que hasta la fecha sigue siendo motivo de polémica estriba en hasta qué punto fue responsabilidad de los eclesiásticos de entonces o, al menos, de los seglares y hasta qué punto hubo una manipulación por parte del presidente Calles y sus aliados, para inducir a José de León Toral a cometer el crimen…

A 95 años de distancia, el tema sigue gravitando y no faltan los que insisten en descalificar tal o cual fuente por su identificación religiosa, política o ideológica, cuando estamos hablando de una investigación que fue viciada de origen y los primeros señalamientos contra Plutarco Elías Calles no salieron de los católicos militantes, sino de los propios obregonistas, asegurando que él y Luis N. Morones eran los artífices del asesinato de Obregón…

El descalificar por filiación de ideas, en lugar de demostrar la falsedad de la información, no deja de tener cierto tufo fascista…

Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón, la confrontación era inevitable

En la escena del crimen

Esa misma mañana, Obregón se había encontrado con el presidente saliente, Plutarco Elías Calles y el resultado no había sido positivo. Con sus allegados había expresado la certeza de que Calles no le entregaría el poder. De no resultar satisfactoria la reunión (como de hecho así fue), se iría a Sonora y todos sabían que, llegado a ese punto, había dos caminos: la sumisión o levantarse en armas. Hizo una escala en su casa antes de dirigirse al restaurante ‘La Bombilla’, donde un grupo de Guanajuato le tenía preparada una comida…

José, por su parte, se trasladó en taxi a un restaurante cercano, donde bebió un poco de cerveza. Finalmente, arribó a ‘La Bombilla’ y dio cuenta de otra cantidad del mismo líquido. Como era lógico, tuvo necesidad de pasar al mingitorio y ahí terminó de acomodarse la pistola. Llama la atención que nadie lo haya revisado, puesto que el lugar, incluyendo el control de acceso, estaba en manos de la gente de Luis N. Morones, el hombre de confianza de Plutarco Elías Calles para los ‘casos complicados’. De León Toral fingió buscar a un tal Cedillo y lo dejaron pasar a la estancia principal sin ningún filtro de seguridad…

De ahí en adelante, todo fue una combinación de factores fatales: Obregón había ordenado no contar con guardaespaldas adicionales y su jefe de seguridad personal, Pablo Meneses, sólo colocó tres hombres en el lugar. Él, a su vez, recibió la instrucción de no asistir, bajo el entendido de que el caudillo estaría en un ambiente de confianza. De un lado, los moronistas dieron fácil acceso a José de León Toral, mientras, del otro, no había suficiente seguridad propia…

Fingiendo naturalidad, José dibujó a algunos de los comensales usando un cuaderno que había comprado el día anterior. Pese a todo, alguien así no iba a pasar inadvertido para un experimentado hombre de armas como el general Topete, pero los que estaban más cerca de Obregón le indicaron que era un dibujante tratando de congraciarse. De todos modos, buscó con la mirada a alguno de los acompañantes para cerciorarse, sin lograrlo. Fue entonces cuando De León Toral realizó un movimiento audaz: se dirigió hacia Topete para mostrarle sus dibujos y, luego, con cierta calma hizo lo mismo con otros, encaminándose hacia Álvaro Obregón…

Justo cuando iba a mostrarle las caricaturas al presidente electo, pasó el cuaderno a su mano izquierda y le disparó con la otra: primero, a la cara y al pecho. Los músicos interpretaban ‘El limoncillo’, la canción preferida del caudillo, lo que se prestó para que los asistentes no se dieran cuenta de inmediato de lo que pasaba. Según la información disponible, José de León Toral le vació la carga completa al momento de caer el general al suelo…

Una conducta sospechosa

En un instante, todo fue caótico y confuso: unos, tratando de moler a golpes al tirador; otros, pidiendo que no lo mataran, para saber quién había orquestado el crimen. Hasta que, finalmente, el cuerpo de Obregón es llevado a su casa y el homicida a la Inspección de Policía…

Fue entonces cuando apareció Plutarco Elías Calles y, de un modo inusual, apoyó sus manos en ambos lados de la cama y acercó demasiado su rostro al de Obregón. El general Higinio Álvarez García aseguró que Calles perfiló una “sonrisa diabólica” y, acto seguido, pidió a algunos de los asistentes que fueran con él a la Inspección de Policía, entre ellos Topete, aunque en principio el presidente partió solo…

Al partir la comitiva, el piloto Pablo Sidar avisó a la secretaria de Calles que habían salido a matar a Morones, a lo que ella respondió que se estaban tomando todas las ‘precauciones’. Se referían a que Humberto Obregón, hijo de la víctima, andaba buscando a Morones, pistola en mano, para ultimarlo. De un modo o de otro, los dedos obregonistas apuntaban al círculo de poder del presidente Calles y Morones pudo salvarse gracias a un vehículo proporcionado por el intendente de Industria y Comercio. Esas eran las ‘precauciones’ mencionadas, tan sospechosas a la vez…

Mientras en medio de su huida Morones trató de resguardar su archivo personal, algunas personas, que se dijeron ‘enviados de Calles’, sustrajeron varios documentos del que tenía Obregón en la misma casa donde habían llevado su cuerpo, acompañados de contingentes policiacos fuertemente armados. Por si hubiera dudas, los emisarios se comunicaron vía telefónica con Fernando Torreblanca, secretario particular y yerno de Calles. Esto bastaba para comprometer la imparcialidad de cualquier investigación oficial a realizar y despejó toda duda obregonista sobre la autoría intelectual del homicidio…

Ya en la Inspección de Policía, Plutarco Elías Calles habló con José de León Toral y le preguntó por sus cómplices, a lo que respondió que actuó solo. Pero los obregonistas rechazaron la versión y presionaron para que fuese nombrado un nuevo director de policía y la investigación escapase del control directo del presidente, quien no tuvo más remedio que acceder ante la posibilidad de un nuevo levantamiento armado. Al menos tenía la certeza de que el homicida era un creyente al extremo, que parecía no saber nada sobre alguien más y que tampoco parecía dispuesto a hablar y, efectivamente, José de León Toral fue torturado salvajemente sin que cambiase sus primeras declaraciones. Sólo pidió hablar con la Madre Conchita, lo que sirvió para que los callistas acentuaran los señalamientos contra la Iglesia y la religiosa fue detenida…

Caminos cruzados

Hay indicios de que la Madre Conchita recibió órdenes eclesiásticas de quedarse callada, cosa que cumplió cabalmente. Era evidente que había un doble forcejeo. De un lado, los callistas tratando de evitar que las pesquisas condujesen al entorno presidencial y la ‘línea de investigación católica’ ofrecía una salida idónea, pues, como sea, estaba la guerra cristera. Del otro, las maniobras de algunos prelados tratando de resguardar a la Iglesia de lo que parecía ser el anticipo de una nueva lucha sangrienta por el poder…

Para cumplir con mayor eficacia las órdenes de Calles, Luis N. Morones había fundado el grupo Acción, una especie de pandilla de ejecutores y gente violenta, que lo mismo daban lecciones a alguien que lo silenciaban para siempre. De hecho, hay un documento de Obregón dirigido a Morones, en el que le ordena cesar los excesos del grupo Acción porque, decía, no podía darse el lujo de que los demás pensaran que el presidente mandaba a liquidar a sus enemigos y críticos (durante el gobierno obregonista de 1920 a 1924). El destinatario hizo caso omiso…

Dentro del grupo Acción operaba una sociedad secreta conocida como ‘La Palanca’, verdadera instancia de poder, que se encargaba de los asuntos más delicados. Algunos de sus integrantes tenían filiación masónica, lo que indica la posibilidad de que fuera una organización creada por Morones, a instancias de Calles, para sustraerse de los masones obregonistas y blindarse de filtraciones y de la red de informantes que controlaba Obregón…

A la par, en algunos enclaves católicos actuaba una organización clandestina llamada ‘La Unión del Espíritu Santo’, a la cual había pertenecido, entre otros, Anacleto González Flores. ‘La Unión’, que guardaba vínculos muy estrechos con los jesuitas, estaba convencida de que la muerte de Obregón conduciría a la terminación de la persecución religiosa y consideraban a Calles como un simple apéndice del primero, algo que molestaba mucho al orgullo de don Plutarco…

Precisamente uno de los atentados fracasados contra Obregón, derivó en la ejecución del Padre Miguel Agustín Pro y su hermano Humberto, así como de Luis Segura Vilchis. La muerte de Obregón, el 17 de julio de 1928, a manos de un católico que decía haber jurado hacerlo ante el cuerpo de su amigo Humberto Pro, serviría de pretexto a Calles para cebarse con la Iglesia…

Ver a ‘La Unión’ como promotora obsesionada del tiranicidio, es tener una visión doblemente miope: revela desconocimiento del contexto histórico en que surgió, siglos atrás, la teoría del tiranicidio (tanto en el ámbito católico como en el evangélico, que estaban confrontados) e ignorancia del momento histórico mexicano. Tan anticristiano era Obregón como Calles y ambos no dudaban en eliminar por la vía rápida a sus adversarios. El disgusto del primero con Morones se debía a que el grupo Acción actuaba fuera de su ámbito de control…

Unos y otros cayeron en posiciones cada vez más polarizadas, hasta concluir que la única salida era la eliminación directa del enemigo y mutuamente se ‘aceleraban’…

No se pueden negar los vínculos de la Madre Conchita con Luis N. Morones y Samuel Yudico (muerto en abril de 1928), de donde se dice que obtenía protección para sus religiosas y apoyo económico, ni las huellas que conducen a ‘La Unión’. Eso nos arroja una lectura muy importante…

Valente Quitana y José de León Toral

Las grietas de una conspiración

En mi opinión, José de León Toral fue un católico genuinamente preocupado por la situación de la Iglesia ante las embestidas de los revolucionarios más rabiosamente anticristianos, pero con una condición psicológica que lo hacía susceptible de manipulaciones. Al parecer quedó en una especie de ‘grieta’ o entresijo donde se cruzaban ‘La Palanca’ y ‘La Unión’, aunque no necesariamente lo hayan planeado juntos. Por eso es importante analizar con detalle el hilo que condujo a José a las manos de la Madre Conchita y cómo pasaron de creer que era necesario acabar con Obregón, Calles y el llamado ‘patriarca Pérez’, a empezar con el primero por ser los ‘cimientos’ del odio contra la Iglesia…

Los obregonistas siempre rechazaron la versión de que la culpa era de la Iglesia y aclararon que eran afirmaciones que hacía el propio presidente, pero no los procesados. Cuando el general Topete entregó el arma en mano a Calles, le dijo: “Aquí está la pistola que Usted conoce”. Manuel Trejo, que prestó la pistola a José de León Toral, laboraba en los Establecimientos Fabriles Militares, según afirmó Topete, lo que innegablemente conduce al entorno de Morones. Igualmente, el lugar donde durmió De León Toral la víspera del homicidio…

En el entorno de la Madre Conchita estaban las hermanas Adela, Amanda y Margarita Recamier. Las dos primeras frecuentaban la casa de Morones cuando se organizaban fiestas. Margarita fue una de las esposas de Morones. Pablo Meneses, por su parte, afirmó que las tres eran hijas de una hermana de la Madre Conchita. El radio de acción de ella y de José de León Toral, conducen a otro líder cercano a Morones: José López Cortés…

Asimismo, el principal investigador del caso fue el legendario Valente Quintana, cuyas pesquisas apuntaron principalmente hacia Luis N. Morones…

Casi diez años después

El 24 de marzo de 1937, el periódico La Prensa publicó un reportaje sin firma sobre la muerte de Álvaro Obregón, dando a conocer lo que sería conocido como ‘la verdadera autopsia’ de Álvaro Obregón, incluyendo un diagrama con tal cantidad de heridas que hacían imposible creer que José de León Toral haya sido un ‘asesino solitario’. La mayoría de los que niegan su autenticidad, se contentan con simplemente rechazarla. Sin embargo, ese no es el punto, sino el momento en que se publicó y el medio en cuestión…

La Prensa no data una sola fundación y, de suyo, tiene una historia larga ligada al poder. Para el caso que nos atañe, nos interesa la versión que señala su fundación en los últimos días del gobierno de Plutarco Elías Calles, cuando el llamado ‘Jefe Máximo’ se enfilaba a consolidar lo que se conoce como el ‘Maximato’. Por lo tanto, hablamos de una etapa álgida del callismo, cuando Obregón ha sido eliminado y los cristeros están llegando a un punto de inflexión…

El primer ejemplar de La Prensa salió el 29 de agosto de 1928, pero, para 1935, ocurre una especie de refundación, luego de una crisis y cierre temporal. En ese mismo año, Cárdenas dispuso la fundación de PIPSA, empresa responsable de la venta y distribución del papel destinado a publicaciones. Era un mecanismo para consolidar el control presidencial sobre los medios de comunicación…

Los tiempos siempre son importantes. Lázaro Cárdenas había asumido la presidencia el año anterior y, para 1936, ordenó la expulsión de Plutarco Elías Calles, poniendo punto final al Maximato. ‘La verdadera autopsia’ se publicó en La Prensa en 1937, en medio de una serie de críticas vertidas por Calles desde Estados Unidos y en el contexto de nuevos ajustes al interior del aparato de poder en México…

La Prensa no pudo haber publicado ese reportaje sin el visto bueno de Cárdenas. Verdadera o no, la ‘autopsia’ era un claro señalamiento contra Plutarco Elías Calles y un llamado al obregonismo para hacer un frente común y terminar de liquidar lo que restaba de la fuerza del expresidente…

Sin embargo, también era un llamado a una vertiente en especial de lo que fue el Partido Comunista Mexicano y a la vertiente ácrata ligada al pensamiento católico y, en cierto modo, a los cristeros. El 15 de abril de 1937, a menos de un mes de haberse publicado ‘la verdadera autopsia’, en la comida de aniversario de La Prensa de Ignacio E. Lozano, se le vio a don Ignacio conversar animadamente con Valadés y Vasconcelos…

‘La Palanca’ y ‘La Unión’ ya no existían, pero se acababa de confirmar la ruptura al interior de los grupos comunistas y ácratas. El Partido Comunista Mexicano, en cuya fundación había participado Manabendra Nath Roy, entre otros extranjeros, fue el que nominó la candidatura de Plutarco Elías Calles a la presidencia (1924-1928). Para 1937, Valadés y Vasconcelos habían respondido al llamado cardenista para estabilizar al país y permitir el retorno de la Iglesia a la normalidad. Esto no significó una ‘luna de miel’ entre el poder civil y el eclesiástico, puesto que se avecinaban nuevos conflictos, pero fue una salida a la era de los sonorenses. Vasconcelos no militó en el PCM, pero sus orígenes intelectuales son eminentemente anarquistas…

Con Valadés, Cárdenas enviaba el mensaje de un reacomodo al interior de las logias masónicas y, desde aquel año de 1937, quedó anticipado que Francisco J. Múgica no sería presidente de México…

Hasta entonces…

Correspondencia: confinespoliticos@gmail.com